Guadalupe Piña alcanzó la fama el 21 de marzo, ese día logró burlar la vigilancia y se puso a vender sus doraditas —que algunos confundieron con tlayudas— en plena inauguración del aeropuerto Felipe Ángeles. Pero ahora la misma Lupita se instaló, el pasado fin de semana, en la que fuera residencia oficial de Los Pinos. Sin tener que colocar su canasta en el suelo y sin el temor a ser robada, extorsionada por los policías o remitida ante un juez de paz, pudo ofrecer sus sabrosos y “nutritivos alimentos” (López Obrador dixit): las doraditas, un platillo que, según describió, lleva frijoles, nopales, cebolla, cilantro, queso y salsa verde o roja.

El Presidente —que parece ignorar la miga que portan las notas de color— reprochó la cobertura de muchos medios sobre la señora vendiendo tlayudas durante la apertura del nuevo aeropuerto, llamó clasistas y racistas a esos medios que, dijo, ignoran la cultura de nuestro pueblo. Las palabras del presidente López Obrador hicieron el milagro y la secretaria de Cultura, Alejandra Frausto, invitó a Lupita a estar el sábado y el domingo en el Cencali (La casa del maíz y la cultura alimentaria), en la antigua residencia presidencial.

Pero no fue la primera vez que se comieron huaraches en Los Pinos, durante el gobierno del presidente Luis Echeverría se enalteció lo mexicano: la colección de arte se enriqueció con obras de artistas mexicanos como el Doctor Atl y Chávez Morado, el mobiliario incluía los equipales y muebles hechos por artesanos; y se ofrecía a los invitados algunas de las delicias de nuestra gastronomía, acompañadas por las imprescindibles aguas frescas.

Sin embargo, todo volvió a la “normalidad” durante el sexenio de José López Portillo. Unos días antes de asumir la Presidencia, ordenó la redecoración de Los Pinos: “mandó sacar el mobiliario rústico y los objetos de artesanía mexicana, tan favorecidos por su predecesor. El nuevo presidente decidió reemplazarlos por una decoración de pinturas serias y antigüedades francesas” (Luis Suárez).

Pero mucho antes, otro presidente exaltó lo mexicano: “Desde los días de Cárdenas —escribió don Luis González y González— la cultura de los agachados es vista con buenos ojos en las esferas oficiales... Desde aquel régimen la cultura llamada superior ha sido influida por la cultura plebeya. Ahora ya es un lugar común ver a personas del poder y del dinero que se divierten como enanos en fiestas pueblerinas; y a los frecuentadores de la alta gastronomía europea que comen con gusto tacos, pozole, moles, huitlacoche, chilaquiles y chiles en nogada.”

Hoy, restaurantes de postín en la Ciudad de México, como el Porfirio’s, ofrecen sus versiones gourmet de antojitos callejeros: esquites, huaraches de rib eye con escamoles, tortitas ahogadas, quesadillas de chicharrón prensado o de rajas poblanas, gorditas de chicharrón en salsa verde.

Por lo pronto, ni tarda ni perezosa, Lupita Piña ya le solicitó al Presidente un espacio para poder vender en el nuevo aeropuerto “cuando ya haya gente” y confía en su respuesta favorable porque, como le dijo a la reportera de EL UNIVERSAL, Alelhí Salgado, “el señor presidente es bueno, es bondadoso y hará lo posible”. Amén.

Presidente de Grupo Consultor Interdisciplinario.
@alfonsozarate