El hombre al que un análisis detallado de SPIN, que dirige Luis Estrada, le lleva la cuenta de más de 50 mil “afirmaciones no verdaderas” —un eufemismo para no decir “mentiras”— presentó en la conferencia mañanera del 30 de junio un nuevo segmento: “¿Quién es quién en las mentiras de la semana?”. Cada miércoles mostrará las falsedades y, desde luego, las pifias, algunas ciertamente malintencionadas, de sus críticos.
Es cierto: en el ambiente tóxico que prevalece en las redes sociales y en algunos medios tradicionales abundan las noticias falsas, las fake news de quienes detestan al Presidente y que, con el ánimo de lastimarlo, desde hace años le atribuyen propiedades en lugares paradisiacos o fortunas ocultas. Así que el presidente tendrá materia prima para desmentirlos. Pero muchas otras noticias y no pocos análisis están sustentados en hechos y, por otra parte, son muchas las mentiras que lanza diariamente el presidente.
Además están las pifias que suelta durante sus conferencias mañaneras. Ha dicho, por ejemplo, que México se fundó hace más de 10 mil años; que Francisco Zarco escribió a la muerte de Juárez, pero Zarco ya había muerto; que Carmen Romero Rubio fue la esposa de Benito Juárez... Pero, también, ha dicho varias veces que ya aplanamos la curva de la pandemia y que ya no hay corrupción en los de arriba. Y, apenas hace unos días, soltó su afirmación de que el país está tranquilo y en calma, mientras las masacres se suceden una a la otra en distintos puntos de la República; además de que, como se ha exhibido, los criminales —que controlan anchas franjas del territorio de nuestro país— irrumpieron brutalmente en las recientes elecciones.
El “informe” que rindió el 1 de julio con motivo del tercer aniversario de su triunfo electoral es un ejemplo del manejo tramposo de la realidad. Puras cuentas alegres. Hace un elogio de los mediocres integrantes de su gabinete, a quienes describe como “trabajadores, honestos y con profundas convicciones sociales”. Dice que su gobierno respondió bien y a tiempo a la pandemia y que logró que ningún enfermo se quedara sin cama; y, mientras la mancha delincuencial avanza, reafirma su enfoque candoroso de “abrazos, no balazos” a partir de su convicción de que “la violencia no se puede enfrentar con la violencia”.
Pero, a pesar de todo, la gente, su gente, lo escucha con devoción, justifica sus dislates, ignora sus mentiras, desestima sus errores y le tunde a quienes se atreven a criticarlo.
En un ejercicio que llama “diálogo circular”, pero que tiene por objeto denigrar e intimidar a sus críticos, el presidente usa la tribuna presidencial para colmar de adjetivos descalificativos a los periodistas críticos, los llama conservadores, clasistas, hipócritas, traidores, corruptos, chayoteros, fifís, reaccionarios…
En un país en el que los grandes desafíos permanecen incontrolados —el de salud, el económico y el de la seguridad, significativamente— el presidente inaugura un nuevo divertimento.
@alfonsozarate