En su discurso para conmemorar otro aniversario de la expropiación petrolera, el presidente López Obrador advirtió que no cometería el mismo error del general Lázaro Cárdenas, de escoger como su sucesor a un conservador (Manuel Ávila Camacho), en lugar de un radical (Francisco J. Mujica).

Más allá de la simpleza del argumento que ignoraba que lo que hizo inviable la candidatura de Múgica fue la resistencia en sectores importantes del Ejército, a la que se sumaron los residuos del callismo y las élites maltratadas por las políticas de Cárdenas, los mensajes del discurso presidencial del 18 de marzo fueron dos: recordar quién es el Supremo elector y descartar a Marcelo Ebrard, demasiado moderado. Su heredera sería Claudia Sheinbaum, una “radical” de lealtad absoluta.

Pero ahora resulta que la “radical” presenta una planilla de moderados para armar su plataforma de gobierno. ¿Cómo decodificar esa propuesta? Quizás lo primero es recordar que apenas la semana pasada Sheinbaum acudió a Palacio Nacional (entró por la puerta trasera) dizque para entregar unos documentos al secretario particular del presidente y, una vez allí, pasó a saludar a López Obrador para preguntarle de su salud, de Beatriz y de los muchachos; mientras el presidente querría saber cómo le iba en sus primeros días de recién casada. Ta’bueno.

Lo que debió ocurrir es que analizaron las propuestas para coordinar los diálogos que supuestamente alimentarán el programa de gobierno y el presidente, viejo lobo de mar, le recordó que para garantizar el “carro competo” necesitan sumar a franjas de las clases medias y para esto, tienen que embaucarlos con personajes que conecten con los aspiracionistas, y para eso están los nombres del exrector Juan Ramón de la Fuente, Gerardo Esquivel, Omar García Harfuch, Arturo Zaldívar, Tatiana Clouthier y Javier Corral, entre otros.

No es nada nuevo. Así lo hizo Andrés Manuel en 2018: presentó como integrantes de su equipo a Alfonso Romo, Carlos Urzúa, Javier Jiménez Espriú, Gerardo Esquivel, Germán Martínez, Olga Sánchez Cordero y Esteban Moctezuma. El mensaje era que su gobierno sería plural y ayuno de extremismos, lo que resultó un engaño.

Quienes entendieron que habían sido parte de una simulación y que las decisiones —empezando por la absurda cancelación del nuevo aeropuerto—, no responderían a una racionalidad administrativa, sino a los caprichos del jefe supremo, más temprano que tarde fueron pintando su raya. Los que se quedaron, como Olga Sánchez Cordero, fueron los acomodaticios que han convalidado los atropellos más flagrantes a la Constitución y a las leyes.

De acuerdo al modelo, el capítulo correspondiente a la justicia quedaría en las manos de un exministro, Arturo Zaldívar, que se convirtió en matraquero del presidente y de una ministra en retiro que aceptó el triste papel de florero.

De ganar Morena la Presidencia, el “segundo piso” de la 4T implicará desnaturalizar a la Suprema Corte de Justicia, desaparecer al INE y a los órganos autónomos, consolidar la militarización mientras avanza el crimen, continuar el desastre educativo y el deterioro del sistema de salud...

¿La “radical” con un equipo de moderados? ¡Que se lo crea su abuela!

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