“En el CIDE los signos de deterioro están ya presentes, son claras las evidencias de una conducción atropellada y transgresora. El Centro nació para formar profesionales con vocación de servicio público, preparar personal académico para las instituciones de educación superior, estudiar la realidad de nuestro país y construir propuestas de solución a sus problemas.
“Desde sus inicios, se propuso contribuir a la construcción de un futuro que, al incrementar la prosperidad y la justicia, preservara y desarrollara lo mejor de la tradición histórica de México. Sin embargo, en los últimos meses hemos venido presenciando, con asombro primero y con profunda preocupación, después, un creciente deterioro que amenaza a nuestra institución. Ante lo que está ocurriendo no podemos optar por el silencio. Nos perturba la concentración de facultades depositadas en un solo individuo que determina qué investigaciones se publicarán y cuándo, así como se reserva la facultad de prohibir la edición de otros estudios.
“Esta concentración vuelve ficticio al Consejo Académico, anula a las direcciones académicas y produce incertidumbre en la atmósfera de libre reflexión que había caracterizado al CIDE.
“En el caso de las publicaciones periódicas, el atraso afecta el prestigio del Centro. Inquieta a la comunidad académica que lo que parece atribuirse a un síndrome burocrático fuera en realidad producto de un proceso inquisitorial sobre el contenido de las investigaciones.
“Por lo expuesto y por lo que ha quedado sin decirse, las direcciones académicas respetuosamente le solicitan al presidente ejecutivo una respuesta. ¿Hacia dónde se propone conducir al CIDE?”
Los párrafos anteriores forman parte del texto que los directores, subdirectores y coordinadores de programas presentamos al presidente ejecutivo el 27 de noviembre de 1984, hace justo 37 años. Lo suscribimos: Jaime Ros y José Casar (Economía mexicana); Alfonso Zárate y Gabriel Díaz (Estudios políticos); Pedro Uribe Castañeda y Hernán Sabau (Matemáticas aplicadas); Pedro Vuskovic y León Bendesky (América latina); Carlos Rico y Víctor Godínez (Instituto de Estudios de Estados Unidos); Guadalupe González (Programa de estudios de las relaciones exteriores de México), y Adolfo Aguilar Zínser (Programa de estudios sobre Centroamérica).
La confrontación llevó a todas las direcciones académicas a pedirle al entonces secretario de Educación Pública, Miguel González Avelar, su intervención. Las instancias superiores del gobierno decidieron apoyar al presidente ejecutivo, lo que llevó a una ruptura total. La mayoría de los directores y subdirectores decidimos abandonar al CIDE.
Los profesores de entonces sufrimos una derrota que no fue definitiva porque poco tiempo después el CIDE resurgió con más solidez y fuerza. Sin embargo, hoy, de nuevo enfrenta un momento difícil, definitorio: se le han aplicado brutales recortes y José Antonio Romero Tellaeche se propone convertirlo en un instrumento de la 4T. Pero esta vez la participación vibrante y firme de los alumnos, y la suma de exalumnos y maestros en defensa de esta gran institución, debe preservarlo como un espacio privilegiado para el pensamiento libre y para seguir cumpliendo con sus propósitos fundacionales: el estudio de la realidad del país y su contribución a la solución de sus problemas.
@alfonsozarate