El Presidente está muy enojado y no puede conciliar el sueño. El tránsito de todo el poder a un poder reblandecido, menguante, está resultando una experiencia frustrante, dolorosa. ¿Cómo dormir sin sobresaltos cuando se le acaba el tiempo? Cuando ha iniciado ya la cuenta regresiva y cada vez con mayor claridad asoma el riesgo de desandar el camino; cuando los cimientos que parecían firmes resulten frágiles y el grueso de la sociedad se vista de repudio.
Desde las elecciones federales intermedias de julio de 2021, las cosas no le están saliendo bien al presidente. En aquella jornada, Morena y sus aliados no lograron los escaños para alcanzar la mayoría calificada indispensable para reformar la Constitución, por eso no pasó su iniciativa de reforma eléctrica y tuvo que explorar otra vía: corregir la ley suprema a través de la legislación ordinaria, una osadía que pudo haber lograrlo si hubiera mantenido el control de la Suprema Corte de Justicia. Pero fracasó el intento de prorrogar el mandato de Zaldívar con el argumento de que era el hombre indispensable para conducir la reforma al Poder Judicial.
Frustrada la reelección de Zaldívar, intentó reemplazarlo con otra incondicional, Yasmín Esquivel. Todo marchaba sobre ruedas hasta que de repente irrumpió un texto de Guillermo Sheridan que descubría que la ministra Esquivel había plagiado su tesis de licenciatura (después se encontrarían otros plagios en su tesis de maestría). Las aguas se empezaron a agitar; el Presidente desestimó el hallazgo, lo llamó “un error de juventud”, pero el manejo torpe de la ministra terminó por descarrilar su aspiración de presidir la Corte. La mayoría de sus pares eligió a la ministra Norma Lucía Piña Hernández, que a su condición de jurista notable, suma su independencia y su valentía.
El 18 de abril, los tres votos de sus incondicionales (Zaldívar, Loretta y Yasmín) no le alcanzaron para echar abajo el proyecto del ministro Juan Luis González Alcántara y, en consecuencia, la Guardia Nacional —como lo ordena el artículo 21 de la Constitución— no puede quedar bajo la tutela de la Secretaría de la Defensa Nacional. No fue el único descalabro. Antes, una pequeña rebelión en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) destituyó a su hombre: José Luis Valdez, el “Magistrado Billetes”; lo reemplazó Reyes Rodríguez, un sólido jurista sin filias ni fobias.
Frustrada la reforma para desnaturalizar al Instituto Nacional Electoral (INE), la reposición de cuatro consejeros le ofrecía al Presidente una oportunidad única para capturarlo. Pero otra vez falló la operación política. Quedó como presidenta Guadalupe Tadei, formada en el IFE y en el INE; el resultado: un consejo equilibrado. Tampoco pudo imponer el Presidente a su candidata para presidir el Tribunal Federal de Justicia Administrativa y en su lugar quedó Guillermo Valls Esponda, un funcionario inteligente y capaz que no está alineado a la Cuarta Transformación.
Del poder, al no poder. Conforme transcurran los días, los amarres seguirán aflojándose. Los actores que por miedo o cautela se habían replegado, le van perdiendo el miedo. El titiritero ya no mueve todos los hilos.