El gran proyecto de imponer al país una transformación de dimensiones históricas, está naufragando. No hay forma de convertir ese sueño trasnochado en realidad, por eso lo que se anticipa es otra crisis de fin de sexenio con un gobierno de ocurrencias y con los “guardaditos” agotados. Cuando haya llegado a su fin este sexenio, solo quedarán las pensiones, cada vez más difíciles de financiar con los escuálidos recursos públicos, y los proyectos faraónicos: el aeropuerto en Santa Lucía, la refinería de Dos Bocas y el Tren Maya.
En algún momento el Presidente tendrá que reconocer que la Cuarta Transformación quedará muy distante de sus alucinaciones, que todos los esfuerzos por sepultar las instituciones de la “noche negra del neoliberalismo” fueron en vano. Que allí seguirán imbatibles el Instituto Nacional de Acceso a la Información, el Instituto Nacional Electoral, la Suprema Corte de Justicia de la Nación… y un país lastimado, contaminado por un discurso preñado de resentimientos, agravios y amenazas.
La derrota asoma, el fracaso apenas disimulado por el reparto de los dineros públicos siempre en primera persona, y lo que le queda al presidente es inventar explicaciones por absurdas que sean que le salven la cara ante quienes le profesan una obediencia ciega, y ante la historia.
Y aquí es donde aparece ¿el acto fallido?, ¿la frase involuntaria? “Esta situación (la pandemia) nos vino como anillo al dedo” y los analistas se preguntaban cómo diablos pudo decir semejante disparate. Pero Andrés tenía razón, la pandemia le cayó “como anillo al dedo” porque le permitió darle contenido a su narrativa: “Tan bien que íbamos”, ocultando que antes de la llegada de la pandemia este país ya había iniciado la ruta de la recesión.
En el decir del Presidente, no fue la insensatez de cancelar el nuevo aeropuerto de Texcoco, ni la desaparición de organismos como el Consejo Nacional de Promoción Turística, ni su austeridad insensible lo que alertó primero y espantó después a los inversionistas mexicanos y extranjeros, fue el Covid-19. La pandemia “como anillo al dedo”.
Pero la pandemia no fue el único suceso que le permitiría justificar el fracaso, hay al menos otros dos.
Está el egoísmo, la mezquindad, la traición a la patria de los empresarios —exceptuando sus amigos, la “minoría voraz” que siguen enriqueciendo sus bolsillos con concesiones y contratos— que habrían decidido frenar sus inversiones y sacar sus capitales del país.
Pero hay un tercer factor que contribuirá a justificar el fracaso: el gobierno de los Estados Unidos, otra vez la advertencia de don Porfirio convertida en maldición: “Pobre México tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos.”
Para un presidente que se ha negado a reconocer error alguno, que siempre culpa a los otros: el neoliberalismo, Salinas de Gortari, Felipe Calderón, las empresas españolas, los tecnócratas… la pandemia, la mezquindad de los empresarios y el imperialismo serán los culpables de que la Cuatro T no alcance sus designios. En efecto, para explicar sus descalabros, le habrán caído como anillo al dedo.
Presidente de Grupo Consultor Interdisciplinario.
@alfonsozarate