En San Gregorio Chamic, Chiapas, casi en los límites con Guatemala, el sábado 23 de septiembre un contingente del Cartel de Sinaloa que se transportaba en unos veinte vehículos por la carretera Panamericana, fue aclamado por gente de la comunidad; mientras todo esto transcurría, las fuerzas públicas estuvieron ausentes.

Los hechos en la frontera sur envían una señal ominosa: el abandono y la rendición del Estado. Ni siquiera en ese punto estratégico para la seguridad nacional el “supremo gobierno” tiene presencia y capacidad para preservar el orden.

Otra vez se evidencia el carácter testimonial de las fuerzas armadas y la Guardia Nacional muy ocupadas construyendo aeropuertos, administrando aduanas y puertos y disfrutando de los negocios y el poder que les entrega el presidente, a la usanza de hace un siglo cuando los militares eran el factotum de la vida pública.

Chiapas, donde el 1 de enero de 1994 irrumpió la guerrilla zapatista que se propuso desmentir el paso de México a la modernidad y nos recordó la deuda del Estado mexicano con los pueblos originarios, está hoy gobernado por Morena y su gobernador, Rutilio Escandón, es un inepto que no ata ni desata. En más de tres décadas, casi nada ha cambiado para bien en ese estado entrañable.

El lunes 25, ante la exhibición en las redes sociales del vacío de autoridad, el gobierno federal desplazó a 800 efectivos a esa zona. No se trata de una fuerza disuasiva, sino meramente testimonial para taparle el ojo al macho porque, después de todo, como afirmó el presidente durante la mañanera del mismo lunes, “no ha habido muchos asesinatos en Chiapas (y más bien) se trató de un acto de propaganda.” El presidente sabe lo que dice, ¿no es eso lo que le informan cada mañana en el gabinete de seguridad?

Lo que viene será la intensificación de esa guerra sin cuartel, a sangre y fuego, entre las dos mayores bandas criminales por el control de un territorio valioso para el trasiego de drogas, el comercio de armas y la trata de personas, pero no solo. Hay algo más que debiera encender las alertas: el Cártel Jalisco Nueva Generación podría vengarse contra esa gente de San Gregorio Chamic que tuvo la osadía de recibir de manera festiva a sus enemigos, una represalia que puede ser tan horrenda como la que ocurrió en marzo de 2011 en Allende, Coahuila, cuando los Zetas castigaron una supuesta traición.

¿Qué explica la ausencia del Estado en anchas franjas del territorio nacional y la renuncia a actuar de la séptima región militar, la Guardia Nacional y la policía estatal? ¿El miedo, la incompetencia, la complicidad o, simplemente, la aplicación de la doctrina obradorista de que “no se combate el mal con el mal”, porque en la visión irracional del presidente, imponer la ley equivale a hacer el mal?

Es trágico pero, entretenido en sus proyectos magnos, a López Obrador se le ha olvidado Chiapas, donde comienza la Patria.

Presidente de Grupo Consultor Interdisciplinario. @alfonsozarate

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