Ministras Yasmín Esquivel, Loretta Ortiz y ministro Arturo Zaldívar:
El presidente de la República ha revelado con claridad meridiana que sus propuestas para ministros de la Corte tenían por objeto llevar al más alto tribunal a personas comprometidas con la transformación que encabeza. No importaban (o poco) sus trayectorias, su sapiencia jurídica o su compromiso con la Constitución; en una lógica facciosa, solo se trataba de contar con piezas útiles para su proyecto político. Esa fue la razón por la que propuso a los ministros que le correspondió durante su mandato.
Sin embargo, una y otra vez, el sembrador de odios ha ofendido a los jueces de la Corte Suprema, incluso a quienes propuso y, ahora, desde Palacio Nacional, lanza una campaña infame, en contra de la ministra presidenta Norma Lucía Piña.
Señoras y señor ministro: No pueden privilegiar la lealtad al presidente sobre su lealtad a la Constitución y menos hoy cuando lo que está en juego es, en verdad, crucial. El país puede experimentar una regresión a los tiempos oscuros de un presidente todopoderoso como Díaz Ordaz, sin contrapesos institucionales, con elecciones ayunas de certeza y credibilidad, ¿no les ha quedado claro que quien gobierna al país es un hombre trastornado que vive en una realidad alterna, que está convencido de tener una misión que recibió de El Creador y se siente a la altura de Miguel Hidalgo, Benito, Juárez y Francisco I. Madero?
¿Cuáles son los límites de la dignidad? ¿Concluirán su responsabilidad como juzgadores entregándole al presidente los votos que necesita para que sus propuestas inconstitucionales sean declaradas constitucionales? ¿Es tan grande su miedo a las injurias presidenciales o a un apretón como el que le dieron al ministro Eduardo Medina Mora? ¿No les importa, acaso, el desprestigio que heredarían a sus hijos y nietos?
Para lograr que la ley suprema de toda la Unión no sea la Constitución, sino la voluntad y los caprichos del hombre que despacha como presidente de la República, es imprescindible doblar a la Suprema Corte de Justicia. ¿Cumplirán ustedes el vergonzoso papel de peones o decidirán, cueste lo que cueste, apegarse a la Constitución?
Recuerden que, como apuntó don Miguel Montes García, “Tener la potestad de juzgar implica, inexcusablemente, la adquisición de una enorme responsabilidad jurídica y moral que se traduce en la necesidad de corresponder a ella con el conocimiento profundo y amplio del Derecho, con imparcialidad y objetividad en el ejercicio del cargo, diligencia en el desempeño, con modestia y austeridad en el comportamiento personal, con rectitud en la conducta, independencia de criterio y autonomía en la decisión”.
Señoras ministras y ministro: no se trata siquiera de escuchar las voces de cientos de miles de ciudadanos que simbólicamente llegaron hasta las puertas de la SCJN a dejarles flores, su manera cívica de advertirles sobre la regresión que porta el Plan B, sino de algo más simple: impedir un golpe brutal a la Constitución y a la democracia.