Por distintas razones, cada vez queda más claro el modus operandi que le permitió al hoy Presidente de la República ocultar el origen de los recursos con los que durante décadas se mantuvo, cubrió los gastos de sus recorridos por todo el territorio nacional (hoteles, transportes, gasolina, alimentos, etc.) y, sobre todo, financió su movimiento.
La procedencia ilícita de los dineros se asomaba ya en aquellos videos en los que aparecían sus más cercanos recibiendo de Carlos Ahumada —el proveedor consentido del PRD— fajos de billetes que con todo y ligas metían en portafolios, o las sumas que en sobres amarillos recibían de David León sus hermanos Pío y Martinazo, o los “moches” a los empleados públicos de Texcoco que decretaba la honorable Delfina.
Para financiar sus campañas, Andrés Manuel aceptó dinero de personajes oscuros como José Luis Abarca, el alcalde de Iguala, pero nada de eso altera su convicción y la de sus seguidores de que es un hombre honesto.
Desechando todas las enseñanzas de su padre, José Ramón, el hijo incómodo, vive en Houston una vida opulenta, mientras la empresa Baker Hughes recibe de Pemex —por asignación directa— ampliaciones sustantivas a sus contratos. En otros casos se hablaría de tráfico de influencias, pero no en este porque Andrés es un hombre honesto.
Un porcentaje sustantivo de los contratos gubernamentales se otorga violando las leyes de Adquisiciones y de Obra Pública, pero no puede hablarse de atropellos a la ley ni de la decisión de beneficiar a sus patrocinadores porque Andrés Manuel es un hombre honesto y para los hombres honestos “nada está por encima de la ley”.
En los casos más polémicos, el gobierno reserva la información, pero no lo hace para ocultar negocios irregulares, ¿por qué habría de hacerlo, si es un hombre honesto?
Frente a indicios y evidencias, a las que se agregan revelaciones recientes que lo ubican como El rey del cash, López Obrador no se turba porque tiene un escudo protector: su honestidad.
Prometió un sistema de salud como el de Dinamarca, y para hacerlo desbarató el Seguro Popular y lo sustituyó por el Insabi, otro proyecto fracasado; pero no fue un engaño, porque los hombres honestos no se sirven del engaño.
La austeridad republicana se ha traducido en el desmantelamiento de instituciones: el Consejo Nacional de Promoción Turística, el Instituto Nacional de Evaluación de la Educación, Pro México, los fideicomisos, etc. Todo para utilizar esos recursos en beneficio del pueblo. No podría ser diferente tratándose de un hombre honesto.
Sus operadores se han servido de los peores instrumentos para intimidar y conseguir los votos necesarios para aprobar sus proyectos, pero lo han hecho sin su anuencia, porque él no es como los de antes, es un hombre honesto.
Frente a la sucia campaña de sus adversarios, que le echan en cara estas y muchas contradicciones más, el Presidente resiste porque, como lo repite a diario, tiene el blindaje que le da su honestidad. Es verdad, Andrés Manuel es un hombre honesto.