No hay peor enemigo que el que fue tu amigo; conoce las entradas de tu casa. Refrán popular
En un régimen político como el mexicano y en las condiciones de preeminencia del presidente López Obrador: su condición de titular del Supremo Poder Ejecutivo de la Unión, su enorme respaldo popular, sus grupos mayoritarios en el Poder Legislativo y su fuerte presencia en los congresos locales, el pleito del presidente con el gobernador de Jalisco Enrique Alfaro (o viceversa), acentuado por el asesinato de Giovanni López por policías municipales de Ixtlahuacán de los Membrillos, parece una pelea muy desigual.
En realidad, el reprobable homicidio de Giovanni, así como las manifestaciones de protesta —infiltradas, as usual, por anarquistas— y la respuesta desmedida de policías ministeriales, exhiben la descomposición que sufre la mayoría de las corporaciones policiales del país, no solo las municipales. Sin embargo, encubren lo que realmente está en juego: la disputa por la Presidencia de la República en 2024.
Pero Alfaro no está solo en esta lucha. Los errores crecientes desde Palacio Nacional: el manejo imprudente de los recursos públicos en su obsesión por mantener sus programas sociales y proyectos de infraestructura; su obsesivo maltrato a los empresarios y a las voces disidentes; el manejo de las políticas públicas ante el Covid-19 (las cifras de infectados y fallecidos se contradicen día con día y lo mismo ocurre con el anuncio de que la pandemia se “domó” y que la curva empieza a “aplanarse”), están generando desarreglos en el aparato gubernamental y, a un tiempo, propiciando resistencias inéditas desde lo regional.
En ese contexto los aliados del presidente juegan su parte: lo mismo en editoriales que en artículos, caricaturas y en las redes sociales, se muestra a Alfaro como un Mussolini de petate, un represor que ordena el uso desmedido de la fuerza pública.
Pero los adversarios no están mancos y articulan respuestas. En el Congreso de la Unión, tanto el PRI como el PAN y el PRD suman sus debilidades a las de Movimiento Ciudadano; desde el Senado de la República, Dante Delgado, antiguo aliado de López Obrador, ha sido una pieza importante en la construcción del llamado “Bloque de contención”.
A ellos se suma el sector de analistas, expertos y medios de comunicación más críticos a la 4T; las investigaciones de Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, de México Evalúa y otras instancias ciudadanas que siguen poniendo el dedo en la llaga, señalando los traspiés, advirtiendo los errores y costos de las políticas del gobierno.
El viernes pasado, convocados por Enrique Alfaro se reunieron en el municipio de Tequila, Jalisco, los gobernadores de Nuevo León, Jaime Rodríguez; de Colima, Ignacio Peralta; de Michoacán, Silvano Aureoles; de Tamaulipas, Francisco García Cabeza de Vaca; de Coahuila, Miguel Riquelme; de Durango, José Rosas Aispuro, y de Guanajuato, Diego Rodríguez. El tema oficial fue el inequitativo reparto de los recursos, pero hubo algo más. El mensaje subyacente de esa reunión fue que cierran filas frente al acoso del gobierno federal. Y, mientras tanto, en la Secretaría de Gobernación los tradicionales hilos de control están sueltos.
¿Qué parece estar en el cálculo de Dante Delgado, un estratega de cuya astucia ha dado suficientes ejemplos? Quizás, que David no es tan pequeño ni tan enclenque en su lucha contra Goliat, que tiene una honda y una piedra que puede hacerle un daño severo al gigante. Y que, en este escenario, con una oposición creciente y una sequía de liderazgos con proyección nacional, Enrique Alfaro puede convertirse en el principal protagonista de una fuerza antagónica que el año próximo enfrentará su primera gran batalla electoral (diputaciones federales, 15 gubernaturas, ayuntamientos en 30 entidades) y que en 2024 estaría en condiciones de disputar la Presidencia de la República.
Presidente GCI. @alfonsozarate