El Derecho suele identificarse con distintos significados, ya sea como ciencia, facultad o prerrogativa, como fin o valor, como sistema de normas jurídicas que regulan las conductas de los seres humanos, o como producto social o cultural. Por eso todavía hoy persiste un debate filosófico entre quienes reflexionan cómo se define el Derecho y para qué sirve.

Desde Platón, Rousseau, Kant o hasta Kelsen, el Derecho ha construido una función educativa, encaminada a formar una personalidad ciudadana a partir de la más alta esfera ética de los seres humanos, no solo por la amenaza represiva del Derecho, sino por la promesa de alcanzar una vida en la que se pueda vivir como seres humanos cívicos, con orden, en paz y respetando la dignidad de las personas.

En México, definitivamente no hemos alcanzado este ideal. Tampoco pienso, por desgracia, que estemos cerca de vivir en un Estado de Derecho. Los resultados del Índice de Estado de Derecho en México 2019-2020, elaborado por el World Justice Project, evidencian retos persistentes en materia de corrupción, justicia y seguridad. ¿Por qué el Derecho no ha sido eficaz en México? Coincido con el académico Andrés Ollero en que nos debemos ocupar de cultivar un tipo de conocimiento que, más que aumentar nuestro caudal de información, nos haga más humanos. El positivismo jurídico identifica racionalidad con ciencia y con una determinada metodología. Si bien la ciencia positiva da márgenes considerables de certeza y de aplicabilidad técnica, el profesor Ollero concluye que el método científico no puede decirnos nada sobre el sentido de la realidad y condena a generar, en el ámbito personal y social, una realidad sin sentido.

El Derecho debe ser una actividad humanista por excelencia. Lo importante es saber actuar con buen sentido y ser capaz de comprender. El Derecho no solo es un texto legal, ni un conjunto de normas, sino el sentido de esas normas. Así lo aprendí siendo estudiante en la Facultad de Derecho de la UNAM, gracias a su claustro académico conformado por grandes maestros cuya pasión y vocación por la enseñanza del Derecho es de un alto contenido humanista.

En 1993 tuve el privilegio de tomar clases de Derecho Penal con el profesor Carlos Juan Manuel Daza Gómez. Al margen de los conocimientos de la ley, su pensamiento siempre lo relacionó con su realidad y sus valores. Con esto no sugiero que el profesor era iusnaturalista, sino congruente con sus actos. El maestro no se limitaba a la técnica sino a la fraternidad con sus alumnos; enseñó Derecho Penal y los valores que éste protege: la vida, la libertad, la dignidad, el honor, la solidaridad. Él despertó en mí el interés por seguir estudiando el Derecho y más adelante por enseñarlo también.

No tenía idea de la cantidad de seres humanos que también fueron influenciados positivamente por el Dr. Daza, hasta que aconteció su fallecimiento el 20 de enero, víctima de Covid-19. No han parado las muestras de cariño y agradecimiento al jurista que durante 34 años fue académico de la Facultad de Derecho de la UNAM y puso en alto el nombre de Mexico en universidades de España, Alemania, Argentina, Brasil, Chile y Colombia, entre otras.

Qué hermosa forma de trascender. Nos hiciste más humanos, amaste al prójimo como a ti mismo, ese es el camino. Recordaré tus consejos como Don Quijote a Sancho Panza: “sea moderado tu sueño; que el que no madruga con el sol no goza del día; y advierte ¡oh Sancho! que la diligencia es madre de la buena Ventura y la pereza su contraria. Ese último consejo que ahora darte quiero, puesto que no sirve para adorno del cuerpo, quiero que le lleves muy en la memoria, que creo que no te será de menos provecho que los que hasta aquí te he dado; y es que jamás te pongas a disputar de linajes, a lo menos comparándolos entre sí, pues por fuerza en los que se comparan uno ha de ser el mejor y del que abatieres serás aborrecido y del que levantares, en ninguna manera premiado”. Gracias Doctor Honoris Causa, Carlos Daza Gómez. Q.E.P.D.

Académico de la UNAM

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