Ayer se realizó el primer partido de la Selección Mexicana de futbol. Un acontecimiento que indudablemente nos invita a reflexionar lo que significa la Copa del Mundo Qatar 2022 desde el punto de vista económico y social.

De entrada, la Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA) es una organización mundial en la que participan más de 210 naciones, superando a las Naciones Unidas. Los ingresos de la FIFA son mayores, incluso, que el PIB de muchos países en desarrollo. El futbol es un deporte eminentemente internacional, ya que se juega en África, en América, Europa, Asia y Oceanía. Su capacidad de convocatoria es igualmente sorprendente: millones de personas alrededor del planeta siguen con pasión la competencia deportiva más grande del mundo. Por ejemplo, en la Copa Mundial de Rusia 2018, más de tres millones de aficionados asistieron a los 64 partidos del torneo y éste alcanzó una audiencia global en televisión de 3 600 millones de espectadores. En esta ocasión, Qatar es la primera Copa del Mundo que se organiza en Medio Oriente, lo que constituye una oportunidad para que millones de personas conozcan una nueva cultura, completamente diferente a la de Occidente.

En el caso de México, es evidente que el futbol es el deporte más importante y el que más dinero genera. La derrama económica del futbol mexicano ronda los 55 mil millones de pesos anuales solo por concepto de ventas, de acuerdo con el Inegi, y poco más del 70% de la población se considera seguidora de este deporte. Asimismo, la popularidad de los futbolistas en nuestro país es tal, que muchos de ellos son la imagen de las marcas comerciales y otros más han llegado a ser representantes de elección popular.

Pero más allá de los números, el futbol también es símbolo y, en más de una ocasión, “espíritu de cuerpo”. Como reflexiona Juan Villoro en su ya clásica obra Dios es redondo, todo un país puede identificarse en los colores de su seleccionado nacional. En el campo de juego se dirime algo más que un simple marcador: se escenifican batallas nacionales, se levantan temores, se recuerdan traumas, se difuminan las diferencias personales y se exalta el nacionalismo, esa voluntad de pertenecer a un colectivo. Así se solidarizaron ayer los mexicanos con un objetivo común: el deseo de vencer al equipo de Polonia. En esta ocasión no hubo liberales o conservadores, ni pobres o ricos, todos escuchamos el Himno Nacional orgullosos de nuestra cultura y tradiciones.

Lo que es increíble es que nuestro contrincante representaba también a un país unido bajo sus colores, pero con una historia completamente diferente. Como el mundo lo recuerda, en septiembre de 1939, Alemania invadió a Polonia haciendo estallar la Segunda Guerra Mundial con un ataque sorpresa de 2 mil tanques apoyados por casi 900 bombarderos y 400 aviones de combate. El 17 de septiembre del mismo año, la Unión Soviética invadió Polonia desde el frente oriental; el gobierno polaco huyó y después de un intenso bombardeo Varsovia se rindió el 27 de septiembre, por lo que Alemania y la Unión Soviética se repartieron ese país.

Mientras tanto en México, ese mismo año el gobierno de Lázaro Cárdenas celebraba el aniversario de la expropiación de la industria petrolera y continuaba el despliegue de un discurso patriótico con el objetivo de vincular el petróleo con la identidad nacional. Las afectaciones de esa medida contra empresas norteamericanas y británicas afectó la imagen de México en el extranjero, por ello Cárdenas declaró públicamente que las compañías extranjeras no respetaron los derechos laborales de los mexicanos e impusieron condiciones de trabajo en contra de la ley, ocasionando que el conflicto llegara hasta la Suprema Corte de Justicia.

83 años después esos dos países, tan distintos, pero tan nacionalistas, se enfrentaron en una justa deportiva que nos permite competir con mucha pasión, pero respetando siempre las reglas y reconociendo al ganador. Esta virtud debería ser la constante en las relaciones internacionales. Por lo pronto en el Polonia vs. México, nada para nadie.

Académico de la UNAM 

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