El 31 de diciembre del 2022 falleció a los 95 años Joseph Ratzinger, el Papa emérito quien durante su pontificado recibió el nombre de Benedicto XVI . La primera reflexión que me gustaría compartir iniciando este 2023 en relación a la muerte del Pontífice que renunció a su cargo en febrero de 2013 tiene que ver con la vida misma. Muchos celebraron la llegada del año nuevo mientras otros lamentaron la partida de un ser querido. Los buenos deseos se concentran en estas fechas con la esperanza de recuperar, mantener o mejorar nuestra calidad de vida. Sin embargo, el colectivo social no vive consciente de la existencia de la muerte hasta que alguien cercano fallece y nos la recuerda. ¿Cuál debe ser la racionalidad de nuestros proyectos de vida, planes, metas o propósitos de inicio de un año nuevo?

En una carta enviada por el papa Benedicto XVI a la Universidad Franciscana de Steubenville, en Estados Unidos, en ocasión del X Congreso Internacional promovido por la Fundación Ratzinger sobre el tema “La Eclesiología de Joseph Ratzinger ”, se destaca la misión de la iglesia para resolver el dilema entre la razón y la fe. En la misiva se cita la obra del filósofo alemán Heinrich Scholz intitulada “Creencia e incredulidad en la historia del mundo. Una respuesta a Agustín de Civitate Dei”, con la finalidad de argumentar que la Ciudad de Dios no se refería a un “cuerpo corporativo” o iglesia, sino la representación de las dos fuerzas básicas de la creencia y la incredulidad en la historia.

A propósito de esto, es interesante el debate de los alcances y límites de la razón. Por ejemplo, Jacobi sostiene que la razón es absolutamente incapaz de concluir que es demostrable la existencia de Dios. En cambio, Mendelssohn confía en las posibilidades de la razón para encontrar el sano entendimiento que nos permite rectificar el camino de la razón especulativa para evitar el extravío en la superstición o el fanatismo. En un artículo de Ileana Paola Beade se explica una posición intermedia: la racionalidad crítica kantiana como superación de la dicotomía entre razón y fe: “la falta de fundamentos objetivos que permitan conocer o demostrar la existencia de un ser originario puede compensarse con una exigencia racional que proporciona un fundamento subjetivo suficiente para admitir o suponer la existencia de dicho ser en el plano teórico; esta exigencia de la razón es condicionada ya que solo si queremos juzgar acerca de la causa de todo ser contingente entonces puede admitirse la existencia de Dios. Por el contrario, en el plano práctico la exigencia elevada por la razón es incondicionada ya que, atendiendo a su interés práctico, no sólo es posible, sino además necesario, suponer la existencia de un ser originario. En efecto, Kant sostiene que la razón se orienta naturalmente a la representación de un bien supremo al que concibe como la conjunción entre la moralidad y la felicidad. A fin de otorgar realidad objetiva al concepto de bien supremo, la razón debe postular la existencia de Dios sin que ello implique hacer que la autoridad de las leyes morales dependa de la existencia de un ser originario”.

El teólogo alemán que fuera jefe de la iglesia católica enfrentó el escándalo de los abusos sexuales del padre Marcial Maciel, a quien al menos se le responsabiliza de 60 delitos contra menores de edad. Se reprocha a Benedicto XVI que el entonces líder de los Legionarios de Cristo nunca recibió un castigo, simplemente le retiro de sus actividades como sacerdote en 2006.

Los graves problemas de prestigio, congruencia y credibilidad que enfrentaba la iglesia católica lo hicieron tomar, a mi juicio, la mejor decisión de su pontificado: presentar su renuncia, lo que no había hecho ningún papa desde el siglo XV. Con ello permitió la llegada de un nuevo liderazgo, mientras él continuó su vocación como filósofo. La muerte de Ratzinger me hizo reflexionar sobre la vida y sobre una de sus enseñanzas: “La razón no se salvará sin la fe, pero la fe sin la razón no será humana”.

Académico de la UNAM