La semana pasada se publicó en redes sociales un video que muestra a un afroestadounidense tirado en el piso boca abajo, esposado con las manos en la espalda, repitiendo que no podía respirar. Encima de él se ve a un policía arrodillado sobre su cuello. Lo perturbador de las imágenes es que captan el sufrimiento, dolor y tortura que ocasionaba el policía al detenido, quien ya estaba sometido. Se escucha cuando suplica que lo dejen levantarse y respirar, mientras testigos pedían al oficial que se detuviera. Fueron más de 5 minutos que el oficial apoyó su rodilla en el cuello de la víctima hasta que perdió el conocimiento. Cuando llegaron los paramédicos al parecer el detenido ya no tenía signos vitales.
Esto sucedió en Minneapolis, Minnesota. La noticia causó indignación en muchas personas que salieron a manifestarse para pedir justicia. Las protestas se convirtieron en disturbios y actos vandálicos, obligando al gobierno estatal a desplegar la Guardia Nacional.
La muerte se ha interpretado como un crimen de odio y de discriminación racial: policías blancos abusando de su poder. El manual policial de Minnesota indica a los agentes cómo comprimir el cuello sin aplicar presión directa en la vía aérea, permitiendo el uso de la rodilla. Esta maniobra se considera como una opción de fuerza no letal.
Los cuatro elementos de la policía fueron despedidos y son investigados. Para los familiares de la víctima y la sociedad estadounidense que ha participado en el debate, los videos son pruebas contundentes de un asesinato. El presidente Donald Trump pidió que el FBI interviniera en las averiguaciones. Aunque el sistema legal en materia penal en Estados Unidos es distinto al mexicano, técnicamente en ambos países lo complicado del asunto para el fiscal es preparar el caso antes de presentarlo al juez. ¿Se trata de un homicidio intencional o imprudente? ¿Está justificado el uso de la fuerza en ese caso? ¿La causa de la muerte pudo ser consecuencia de una condición física o enfermedad de la víctima que los policías no tenían posibilidad de conocer en ese momento?
En México el primer análisis que haría un jurista es la relación de causalidad entre colocar la rodilla en el cuello por más de cinco minutos hasta dejarlo inconsciente y la muerte. ¿Ese resultado le es objetivamente imputable al policía? El segundo examen sería determinar el conocimiento del policía al momento en que apoyaba su rodilla en el cuello. ¿Tenía la intención de matarlo o solo de castigarlo y hacerlo sufrir durante unos minutos? ¿El policía pudo prever que esa maniobra podría ser letal? Posteriormente habría que analizar si el uso de la fuerza policial estaba o no justificado en ese caso y, finalmente, cuál fue el grado de participación de los otros tres policías en el homicidio. ¿A todos se les debe acusar igual? ¿Su grado de participación es distinto o alguno puede ser exculpado del homicidio?
Muchas preguntas son el objeto precisamente de la investigación en curso. Las pruebas recabadas, además de los videos, serán fundamentales para responder esas interrogantes. Sin ese expediente no es posible llegar a una conclusión legal pero, desde el punto vista teórico y limitado únicamente a los videos que son públicos, existía una peligrosidad concreta: el hecho de poner una rodilla con toda la fuerza de tu propio peso en el cuello de una persona que está detenida por otras dos que lo mantienen contra el piso boca abajo, eran circunstancias conocidas por el autor. Sabía y reconocía el peligro que representaba su acción para la vida de George Floyd, quien repetidamente le decía que no podía respirar.
El tiempo que duró esa acción peligrosa es normativamente relevante para el bien jurídicamente protegido. El resultado de muerte era probable y evitable. Se podría concluir que se cometió un homicidio intencional (dolo eventual); sin embargo, las autoridades de Estados Unidos acusaron al policía de homicidio “en tercer grado” y de “homicidio culposo”. Aún falta mucho por conocer del caso que cimbró a Estados Unidos de América en medio de la pandemia.
Académico de la UNAM