En los recientes trimestres, la economía de México ha mostrado señales preocupantes de debilitamiento. A medida que se reportan cifras oficiales, se ha hecho evidente una combinación de factores que están impactando severamente tanto la inversión como el consumo interno. Este escenario ha comenzado a colocar al país en la antesala de una recesión técnica, un fenómeno caracterizado por la contracción de la actividad económica en tres trimestres consecutivos.
La falta de inversión privada y pública es uno de los principales factores detrás de esta desaceleración. En un contexto global donde la relocalización de empresas representa una gran oportunidad, México parece estar perdiendo terreno. Las empresas que consideran trasladar sus operaciones a suelo mexicano encuentran un entorno de incertidumbre económica y política, derivada, en gran parte, de las políticas implementadas en los últimos años.
Uno de los puntos más críticos es el incremento de la deuda pública. El gobierno ha optado por una política de gasto expansivo, a menudo sin una fuente clara de ingresos, lo que ha elevado la deuda a niveles insostenibles. A esto se suma el incremento de la inflación, que ha erosionado el poder adquisitivo de los mexicanos y ha provocado una contracción significativa en el consumo. Las familias enfrentan precios más altos para bienes esenciales, lo que está limitando la demanda interna, un motor clave para el crecimiento económico.
Por otro lado, la alta restricción presupuestal generada por el gobierno ha dificultado la ejecución de proyectos de infraestructura y ha limitado el gasto en sectores clave, como la educación y la salud. Estos recortes están afectando directamente a la población y mermando la capacidad del país para generar un crecimiento económico sostenido.
La incertidumbre también ha sido exacerbada por una serie de reformas impulsadas por el gobierno saliente. Estas reformas, que han buscado reestructurar el Poder Judicial y desaparecer los órganos autónomos, han sido percibidas tanto a nivel nacional como internacional como medidas irresponsables. En lugar de fortalecer el estado de derecho y garantizar un entorno de confianza para los inversionistas, estas acciones han generado un clima de desconfianza que frena el flujo de capitales hacia el país.
Con el debilitamiento del consumo interno y la falta de inversión, México está desperdiciando una valiosa oportunidad de crecimiento. El gobierno entrante enfrentará el reto de revertir estas tendencias y recuperar la confianza de los inversionistas, al mismo tiempo que deberá implementar políticas responsables que impulsen el desarrollo económico sin poner en riesgo la estabilidad financiera del país.
La crisis actual refleja no solo problemas coyunturales, sino también estructurales que, de no ser atendidos, podrían dejar a México en una posición vulnerable frente a los desafíos internos y globales que se avecinan.
Presidente Nacional del PRI