La relación entre México y Estados Unidos ha sido, históricamente, una de las más complejas y dinámicas del hemisferio occidental. A lo largo de los años, ambos países han estrechado lazos comerciales, de inversión y colaboración en múltiples áreas, lo que ha generado una interdependencia significativa. Sin embargo, este vínculo estrecho también ha incrementado el número de retos compartidos: desde cuestiones migratorias y de seguridad hasta disputas comerciales y el manejo de los flujos de inversión.
En este contexto, resulta preocupante que la actual administración federal en México, liderada por Morena, intente gestionar esta relación bilateral a través de declaraciones parciales y simplificadas en las conferencias matutinas. La política exterior no puede reducirse a respuestas improvisadas o mensajes con fines meramente internos.
La realidad es que las decisiones unilaterales tomadas en la Casa Blanca pueden tener impactos directos y profundos en la economía y la estabilidad de nuestro país. Por ello, se requiere una estrategia firme y bien fundamentada que defienda con inteligencia y claridad los intereses nacionales.
Es necesario que el gobierno mexicano se enfoque en construir una política exterior profesional, basada en el diálogo diplomático y la cooperación efectiva. México debe posicionarse como un socio confiable y firme, capaz de defender sus intereses sin perder la perspectiva de los beneficios de una relación equilibrada con su vecino del norte.
Pero la política exterior no puede estar desligada de la situación interna. Antes de buscar una mayor fortaleza en el ámbito internacional, es imprescindible poner en orden la casa. La administración actual debe cesar en su intento por debilitar instituciones fundamentales como el Poder Judicial de la Federación o eliminar órganos autónomos que garantizan la competencia y transparencia y rendición de cuentas.
Asimismo, resulta urgente enfrentar con decisión y eficacia la crisis de seguridad que vive el país. La delincuencia organizada sigue expandiéndose, mientras las respuestas gubernamentales se perciben como insuficientes y, en ocasiones, erráticas. La estabilidad interna es un requisito indispensable para proyectar fuerza y credibilidad en el exterior.
Finalmente, es fundamental replantear el enfoque sobre los grandes proyectos de infraestructura. Obras como el Tren Maya o la refinería de Dos Bocas han generado dudas sobre su viabilidad económica y han estado envueltas en denuncias de corrupción, despojo de tierras a comunidades indígenas y daños ambientales irreparables. El gobierno debe priorizar proyectos que realmente beneficien a la población y promuevan un desarrollo sostenible.
En resumen, la relación con Estados Unidos demanda ser tratada con seriedad y visión de Estado. No es suficiente con declaraciones mediáticas o estrategias improvisadas. Se requiere una política exterior coherente, respaldada por una gestión interna sólida, que anteponga siempre los intereses de México.
Presidente Nacional del PRI