Las estructuras sociales, políticas y económicas de México se han cimbrado desde lo más profundo. Miles de mujeres se han unido al unísono exigiendo que cese la violencia que a diario sufren en diversos espacios públicos y por supuesto privados, empezando por el propio hogar; violencia que es potenciada por la indiferencia y omisión de autoridades de procuración y administración de justicia.

Se trata de un grave problema que debe ser resuelto urgentemente por la sociedad mexicana en su conjunto.

La masculinidad y feminidad se han perpetuado en nuestro sistema social, promoviendo que el hombre sea educado y considerado superior a la mujer, proveedor y jefe de familia, mientras que a la mujer (a pesar de su trascendente contribución económica, pues en 70 años la tasa de participación laboral de las mujeres ha pasado de 18.2 a 55.5 por ciento), se le sigue asignando ser madre, esposa y cuidadora de la familia.

Se trata de la evidencia más palpable del machismo que reina campante en todo el territorio nacional, uno que consiste en la exageración de las características masculinas, principalmente de la creencia de superioridad del hombre, lo cual hace que tienda a desvalorizar a la mujer para valorizarse a sí mismo y afirmar su autoridad. Una grave falacia que cobra la vida diariamente de 10 mujeres y niñas y el maltrato a miles de ellas.

Uno de los efectos del machismo es invisibilizar o menospreciar las contribuciones que las mujeres realizan permanente e invariablemente en distintas áreas de la vida social.

Invulnerables, intransigentes, insensibles, violentos, feos, fuertes y formales, esos son los signos que nuestra sociedad equivocadamente asemeja con la hombría. Pero el machismo no es una condición natural, no es algo intrínseco al ser humano y por ello podemos y debemos eliminar el machismo de nuestro esquema mental.

No se trata de ser más hombre siendo macho, sino de ser mejor persona, mejor ser humano, con principios y con valores, ésos sí nos harán más hombres y los mejores aliados de las mujeres.

A la par, es urgente la transformación de estructuras, la reforma de marcos normativos y el diseño efectivo de políticas públicas para la igualdad de género. Evidentemente, se trata de un eje transversal que toca a los tres órdenes de gobierno y poderes públicos, en aras de ir eliminando la segregación vertical y horizontal que hoy sufren las mujeres y que postran a nuestro país en la mediocridad y en la violencia.

Es momento de que todas y todos acordemos nuevas y mejores rutas de convivencia.

Autocrítica es la que debemos emprender cada uno de nosotros, analizando los excesos que cometemos y que de manera cotidiana lastiman y menosprecian a las mujeres de nuestro entorno.

El PRI está decidido a emprender los cambios que se requieren para dejar de criminalizar a las mujeres que ejercen sus derechos a plenitud, que se atreven a levantar la voz y exigir justicia, que se esfuerzan día con día para superarse y que emprenden una labor política para cambiar a México. Ahí donde estén esas mujeres estará el PRI. Es mi compromiso.


Presidente del CEN del PRI

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