El sistema financiero está compuesto por una diversidad de actores y de una infraestructura compleja. Uno de los elementos de dicha infraestructura son los contracargos. Pero ¿qué son en realidad? La manera más sencilla de explicarlo es a través de un ejemplo cotidiano: cuando haces una reclamación a tu banco por un cargo no reconocido y recibes un reembolso.
Este mecanismo tiene una función primaria sumamente importante: proteger a los usuarios del sistema financiero - como tú o como yo - cuando realizamos una compra con tarjeta, en línea o de forma física. En este sentido, los contracargos son un mecanismo positivo para el control de fraude en el ecosistema financiero.
Sin embargo, solemos olvidar que tiene más de un tipo de usuario. El primero, como ya lo establecimos, somos todos quienes realizamos compras con tarjetas de crédito o débito. El segundo usuario son los comercios, negocios y empresas que reciben nuestros pagos.
El costo del fraude para la economía
Los contracargos son necesarios dado que el fraude electrónico (y de otros tipos) es una realidad en América Latina y en México. Cuando se lleva a cabo una transacción fraudulenta y se genera un contracargo, conlleva un impacto directo en la economía de los negocios y las empresas locales.
En el 2019, el costo del fraude para los negocios representó el 1.96% de sus ingresos anuales. Cada transacción fraudulenta tiene un costo de 3.55 veces mayor al valor perdido de dicha transacción.1 Estos números pueden parecer pequeños, pero cuando hablamos de pymes pueden hacer una enorme diferencia, especialmente ahora, debido al impacto negativo que la pandemia ha tenido en este sector. Sin embargo, ahí no termina el impacto del fraude. Para los proveedores de los servicios financieros, éste tiene un costo 3.88 veces mayor que el valor nominal de la transacción perdida.2
Al ver los números y al entenderlos en el contexto de la crisis económica que se vive a nivel global, podemos concluir que el fraude electrónico tiene un impacto negativo en todos los niveles de la economía. Por ello, debemos desarrollar mecanismos para combatirlo.
¿Cuáles son estos mecanismos?
Para atacar el fraude debemos pensar en una estrategia enfocada en tres ejes:
1.- Prevención:
Actualmente la detección del fraude se da de manera tardía. Es decir, se activan los mecanismos de detección una vez que la transacción está sucediendo, o una vez que ésta tiene lugar. El mecanismo de contracargo en sí es en ocasiones utilizado de manera fraudulenta. Es muy importante que todos los jugadores del sistema financiero desarrollemos mecanismos conjuntos de prevención.
2.- Innovación tecnológica:
Las herramientas más eficientes para la correcta identificación de transacciones fraudulentas con las que contamos hoy en día son tecnológicas. El protocolo de autenticación 3D Secure 2.0 es un ejemplo de cómo podemos echar mano de la tecnología para estar continuamente preparados para enfrentar y resolver cualquier intento de transacción fraudulenta. Los mecanismos de inteligencia artificial y machine learning también son clave para reconocer patrones de actividad fraudulenta y desarrollar respuestas inteligentes y eficientes para controlarlos.
3.- Regulación:
Para poder contener y erradicar el fraude, ahorrando muchos recursos para las empresas locales y para el sistema financiero, es necesario que el fraude cibernético para medios de pago sea regulado. Hoy en día, aún no existe un marco regulatorio federal en el que el fraude cibernético sea tipificado como delito.
Sin duda, la solución a esta problemática debe de ser holística y contar con la participación de todos los jugadores del sistema financiero, así como de las autoridades regulatorias correspondientes. El resultado de aplicar una estrategia coordinada y colaborativa tendría solo beneficios para la economía mexicana y para los millones de pequeños negocios que la conforman.
Director de Asuntos Públicos, Conekta
1 LexisNexis Risk Solutions (2019). El verdadero costo del fraude en América Latina - 2019. Informe de México.
2 Idem.