El jueves pasado, el general, José Silvestre Urzúa Padilla, coordinador de la Guardia Nacional (GN) en el estado de Zacatecas, fue asesinado en un enfrentamiento ocurrido en el municipio de Pinos, ubicado cerca de la frontera con Jalisco y San Luis Potosí.
Aún subsisten dudas importantes sobre lo ocurrido ese día. Según ha informado la fiscalía zacatecana, se realizó un operativo entre fuerzas federales y estatales a las seis de la mañana que tenía el doble objetivo de ejecutar tres órdenes de aprehensión contra elementos de la policía municipal, así como revisar el armamento de la corporación. En paralelo, se desplegó personal de la comisión estatal de búsqueda y fue ubicado un cadáver calcinado en una comunidad del mismo municipio.
Siete horas después de iniciado el operativo, en la localidad de Jaltomate, ubicada a 40 minutos de la cabecera municipal, parece haber habido una emboscada en contra del personal federal, la cual resultó en la muerte del general Urzúa y la de dos presuntos agresores, así como la detención de tres personas.
Pero, siguiendo con la versión de la fiscalía, el general Urzúa no perdió la vida en el primer momento de la agresión, sino en la persecución de uno de los presuntos sicarios. Al parecer, el general, junto con cuatro elementos de la GN, empezó a perseguir a pie a un hombre armado que se pertrechó en un árbol. Desde ese punto, el presunto agresor mató al general e hirió a los cuatro guardias nacionales que lo acompañaban, para luego morir de un granadazo.
Esta narración de los hechos abre múltiples interrogantes:
1. ¿Por qué el coordinador estatal de la GN participaba directamente en un operativo relativamente menor en un municipio de algo más de 6000 habitantes? ¿Por qué era indispensable su presencia en la ejecución de tres órdenes de aprehensión? Aún si se trataba de tomar el control de la policía municipal, parece un tanto excesiva la presencia del general Urzúa: se trata de una corporación que difícilmente llega a una decena de elementos.
2. Si el objetivo era detener a tres policías y hacerse del control de la seguridad pública de Pinos, ¿qué hacía el primer mando de la GN en el estado en un patrullaje en una localidad relativamente alejada de la cabecera municipal? Además, el rondín parece haber ocurrido siete horas después de que el propósito explícito del despliegue en el municipio (la aprehensión de los policías) se había alcanzado. ¿Por qué seguía allí el general y por qué se desplazó hacia Jaltomate?
3. ¿Por qué un general brigadier, ya rondando los 60 años y con cuatro décadas en el Ejército, se lanzó personalmente a perseguir a un hombre armado por una brecha en un municipio rural de Zacatecas? ¿Quién era esa persona? ¿Por qué no era delegable la función de detenerlo? ¿Qué hacía tan urgente su captura que valía la pena poner en riesgo la vida del coordinador estatal de la GN?
4. ¿Los hechos en Pinos son excepcionales o son parte de un patrón general en la Guardia Nacional? ¿Los coordinadores estatales participan directamente en operativos de aparente baja monta? ¿Se ocupan personalmente de rondines y patrullajes? De ser el caso, ¿qué pasa con la estructura intermedia? ¿Qué hay de los oficiales y suboficiales que deberían de estar ejecutando esas funciones?
Intuitivamente, lo ocurrido parece ser una señal de desesperación en el mando de la GN y el Ejército. Al menos en el caso de Zacatecas: si un coordinador estatal siente que no puede delegar un operativo como el de Pinos y tiene que involucrarse directamente en la persecución física de un pistolero, tal vez el problema sea más grave de lo que imaginamos.
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