A inicios del sexenio, el presidente Andrés Manuel López Obrador declaró que su gobierno no tendría como prioridad la persecución y captura de cabecillas del crimen organizado: “No se ha detenido a capos, porque no es esa nuestra función principal. La función principal del gobierno es garantizar la seguridad pública, ya no es la estrategia de los operativos para detener a capos".
Esa política puede ser buena o mala, pero no se puede negar que ha sido consistente. Comparado con las administraciones anteriores, el número de capos detenidos desde 2018 es muy reducido. Está el caso de José Antonio Yépez, alias El Marro, y no muchos más. Para bien o para mal, los líderes de los grupos criminales no han sido blancos principales de las instituciones de seguridad.
Eso podría estar cambiando. Ayer se anunció la captura por parte del Ejército y la Fiscalía General de la República (FGR) de Rosalinda González Valencia, esposa de Nemesio Oseguera, alias El Mencho, tal vez el principal líder del Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG).
No es la primera detención de la señora González Valencia. En 2018, fue arrestada por autoridades federales, acusada de delincuencia organizada y lavado de dinero. Pasó algunos meses en prisión, pero solo se le pudo vincular a proceso por el delito de operaciones con recursos de procedencia ilícita y, tras pagar una fianza, salió para enfrentar su juicio en libertad.
Regresa ahora a prisión. No se han explicitado hasta ahora los delitos que se le imputan, pero al parecer están de nuevo vinculados con el lavado de dinero. Según el comunicado de prensa informando sobre la detención, el gobierno federal afirmó que a la señora González Valencia “se le relaciona con la operación financiera ilícita de un grupo de la delincuencia organizada”.
Ese grupo es obviamente el CJNG. Y eso sugiere que el blanco último no es la señora González Valencia, sino su esposo.
Como mínimo, manda el mensaje de que la persecución de Nemesio Oseguera no ha cesado. La recaptura de Rosalinda González Valencia es una manera de cerrar espacios para la operación del grupo criminal y del capo mismo. Si pudieron dar de nuevo con su esposa, el mensaje es que eventualmente pueden dar con él.
O tal vez el mensaje no era para el Mencho, sino para el gobierno de Estados Unidos. Si bien la relación con los vecinos se ha recompuesto un poco desde el agujero producido por el caso del general Salvador Cienfuegos, los vínculos con algunos sectores del aparato de inteligencia de Estados Unidos, particularmente la DEA, siguen siendo tirantes.
La política de no perseguir capos es, con toda probabilidad, una de las fuentes. Por buenas o malas razones, la DEA ve a la persecución de líderes de las organizaciones del narcotráfico como un elemento de su misión. A esto se añade el impacto político que previsiblemente pueda tener el tráfico de drogas en general, y de fentanilo en particular, en las contiendas electorales estadounidenses de 2022 y 2024.
Es posible por tanto que desde Washington hayan mandado un mensaje sobre la importancia de ponerle presión al CJNG.
Y dado el primer encuentro presencial que tendrá el presidente López Obrador con el presidente Biden esta semana, resulta al menos probable que el gobierno de México haya querido mandar un mensaje de buena voluntad a su contraparte estadounidense.
Entonces podríamos ante un vuelco de la política mexicana de persecución de capos, al menos en este caso.
Entonces sí, tal vez vayan por el Mencho.