Topilejo es una población ubicada en la zona rural del sur de la Ciudad de México, a la vera de la carretera federal a Cuernavaca. Como lo narró hace unos días en estas páginas, es un lugar que ha sido escenario de varios hechos trágicos a lo largo de los últimos quince años.

Y hubo en esta semana una adición a la lista. Un grupo fuertemente armado se enfrentó a tiros durante un par de horas con policías capitalinos y elementos de la Guardia Nacional. Al menos cuatro agentes resultaron heridos, uno de ellos de gravedad.

Según lo informado por Omar García Harfuch , secretario de seguridad ciudadana en el gobierno de la Ciudad de México, los pistoleros detenidos pertenecerían o tendrían relación con el Cártel de Sinaloa . Asimismo, trascendió que estarían presuntamente vinculados a los hijos de Joaquín El Chapo Guzmán . Inicialmente, se informó que se trataba de un grupo de 14 personas, pero tras las entrevistas iniciales, cuatro fueron liberadas (se trataba al parecer de víctimas de secuestro), y diez fueron enviadas a Santa Martha Acatitla.

Además de las detenciones, se logró en el operativo el decomiso de una cantidad importante de armas (incluyendo un fusil Barret .50 y una docena de granadas), así como un volumen significativo. Y tenían retenidas a al menos cuatro personas (una de ellas desde hace 20 días). Dicho de otro modo, era una casa de seguridad hecha y derecha que llevaba operando varias semanas o incluso varios meses.

Este incidente permite varias reflexiones.

En primer lugar, lo sucedido permite darle contenido al muy resbaloso concepto de “presencia” de grupos criminales . Según lo informado hasta ahora por la autoridad, esta banda habría sido enviada a la Ciudad de México hace algunas semanas. Y según se infiere, tenían dos objetivos: 1) asegurar que cargamentos de droga enviados desde Sinaloa llegasen a buen puerto y fuesen entregados a una serie de distribuidores locales, y 2) garantizar la cobranza en esas transacciones. Por lo que se entiende, estaban secuestrando personas por lo segundo, no para exigir un rescate.

Es decir, era una presencia probablemente intermitente, asociada a operaciones específicas, con objetivos delimitados. Para usar un símil militar, esto se parece más a un cuerpo expedicionario que a un ejército de ocupación. Y es posible que lo que a menudo se define como “presencia” en muchas regiones del país tenga características de mismo corte.

Segundo, el incidente sugiere que el tamaño de las organizaciones criminales, incluso las más grandes, es más pequeño de lo que a veces imaginamos. En Topilejo , fueron detenidas 10 personas. Asumamos, solo para fines del argumento, que otras 10 hayan escapado y que la célula tenía 20 personas. Supongamos que el Cártel de Sinaloa tiene en promedio un grupo armado de ese vuelo en cada uno de los 131 municipios con más de 100 mil habitantes en México. Eso daría un total de 2620 pistoleros.

Digamos que hay otro tanto distribuido en el resto del país. Tendríamos a 5240 hombres armados en el Cartel de Sinaloa. Y supongamos (de nuevo, solo para fines del argumento) que el Cartel de Jalisco Nueva Generación (CJNG) es dos veces más grande. Es decir, tendría unos 10,000 pistoleros. Algo más de 15,000 entre los dos. Y digamos que todas las demás organizaciones tienen otro tanto. Estaríamos hablando de 30,000 pistoleros en cualquier momento dado (en el extremo).

Pero si quieren, multiplíquenlo por dos o por tres. Eso no quita que estamos hablando de números reducidísimos. En México, hay 400 mil policías, 120 mil guardias nacionales y 200 mil soldados y marinos.

El problema del Estado mexicano no es de inferioridad numérica.

alejandrohope@outlook.com 
 

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