Hace dos días, Tamaulipas tuvo una jornada de bloqueos: la circulación en la carretera que conecta a Ciudad Victoria con Monterrey se vio interrumpida durante varias horas por las protestas de una organización política.
En sí mismo, esto no resulta inusual. Protestas y plantones hay en muchas vías de comunicación en muchos estados. Pero hubo en este caso algo distinto (y peligroso). El bloqueo carretero fue obra de la llamada Columna Armada Pedro J. Méndez. Y su objetivo era obtener la liberación de su líder, Octavio Leal Moncada , detenido en Monterrey pocas horas antes.
Surgida hace algo más de una década en los municipios tamaulipecos de Hidalgo, Mainero y Villagrán , la Columna se ha presentado como una organización de autodefensa, dedicada supuestamente a proteger a la población de los Zetas. Se le atribuyen, sin embargo, vínculos con diversas células del llamado Cártel del Golfo, así como su participación directa en varias actividades ilegales (extorsión, secuestro, robo, etc.).
Vale la pena destacar que este grupo no opera en las sombras. Trabaja a plena luz del día y se involucra de manera abiertísima en actividades políticas. Participan en campañas, suben y bajan a candidatos, organizan actos proselitistas, etc. De hecho, hay múltiples videos que documentan este fenómeno. Va un ejemplo: https://bit.ly/3anTql2
Además, su influencia ha ido creciendo en los últimos años. Ya no operan solamente en los tres municipios que constituyen su bastión, sino que se han expandido al resto de la entidad y han empezado a tener injerencia en la política estatal.
Este fenómeno de la Columna Armada (a veces llamada “Columna Cívica”, para guardar apariencias) y su movilización de estos días sirve para ilustrar varios hechos importantes:
1. Hay una gran pluralidad de actores armados en el país. Suponer que el problema de la violencia se reduce a dos o tres o cinco o siete organizaciones dedicadas en lo fundamental al tráfico de drogas es un error analítico serio. Hay muchos grupos con alcances locales o regionales que pueden entrar (o no) en relaciones fluidas y no necesariamente jerárquicas con bandas de mayor calado.
2. Los grupos armados pueden adquirir múltiples formas y no todos son “ crimen organizado ” en el sentido tradicional del término. Conviven en el territorio células abiertamente delictivas, sin más afán que el lucro, con organizaciones de autodefensa, policías comunitarias, guardias blancas y grupos cuasi-guerrilleros (o sin el cuasi). Y, en muchas ocasiones, resulta endiabladamente difícil distinguir a unos de otros. Algunos grupos con orientación sociopolítica pueden adquirir una deriva criminal y algunas bandas delictivas pueden adquirir ambiciones políticas. La situación es más compleja de lo que a veces imaginamos.
3. En muchas regiones no hay una frontera firme y claramente definida entre el Estado y los actores armados irregulares. En algunas regiones estos operan a través de las instituciones públicas o bien se han constituido en las autoridades legítimas. Y en esos tramos del territorio, la violencia y los conflictos armados tienen una clarísima dimensión política.
Romain Le Cour
, coordinador del programa de seguridad de México Evalúa, ha escrito en varias ocasiones que necesitamos “desnarcotizar” y “repolitizar” el análisis de la violencia en México. Tiene toda la razón: para entender un fenómeno como el de la Columna Armada, no basta con calificarlo de crimen organizado o de atribuirlo de tal o cual banda delictiva. Es un hecho político, incomprensible sin una reflexión sobre los factores de poder en Tamaulipas.
Lo mismo vale para otros estados. No todo es “narco” y no todo tiene explicación fácil.
Twitter: @ahope71
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