“Yo estoy seguro de que a mediados de año, a finales de junio, principios de julio, vamos a tener ya vacunados a 50 millones de mexicanos , ese es un dato”. Eso afirmó el presidente Andrés Manuel López Obrador en la mañanera del 30 de abril. No en diciembre, no en enero, no cuando persistía una gran incertidumbre sobre el suministro externo de vacunas contra el Covid-19. Lo dijo el último día de abril, a cuatro meses de iniciada la campaña de vacunación , cuando (supuestamente) ya se había despejado una buena parte de las incógnitas sobre los calendarios de entrega.
Y pues resulta que ese dato no fue el dato. Hasta el 8 de julio, según información de la Secretaría de Salud, 34.2 millones de mexicanos habían recibido por lo menos la primera dosis de la vacuna . De ese total, 20.3 millones contaban ya con el esquema completo.
Es decir, el pronóstico presidencial tuvo un error equivalente a la población del Estado de México. Cualquier cosa.
El asunto no sería tan grave si la epidemia se mantuviera a la baja. Pero ya no es el caso. En México como en la mayoría del mundo, la llamada variante Delta, dotada de una fuerza de contagio mucho más potente, se está volviendo dominante.
Eso se ve ya en las estadísticas. Los casos vienen creciendo desde hace seis semanas, a un ritmo cada vez más acelerado. El número de casos activos se ha más que duplicado desde finales de mayo y, de acuerdo a cifras dadas a conocer por la propia Secretaría de Salud, vienen creciendo a un ritmo superior a 22% por semana. Si se mantiene esa tasa, podríamos regresar a los picos de enero para principios de septiembre.
¿Pero no es cierto que, en esta oleada y como resultado de la vacunación de grupos vulnerables, las hospitalizaciones y los decesos vienen creciendo a mucho menor velocidad que los contagios? Por ahora, pero la situación que viven ya algunos estados no permite ser demasiado optimista sobre el nivel existente de protección.
Hace dos días, Alejandro Cano, un ingeniero ambiental que ha dado un puntual seguimiento a la pandemia y el proceso de vacunación, narraba en un hilo publicado en Twitter el dramático caso de Baja California Sur. Lo cito in extenso:
“Baja California Sur es después de Baja California y la CDMX, la entidad más vacunada de México. Al corte de ayer, la mitad de la población [mayor de 18 años] había recibido al menos una dosis […]
Pese a la alta cobertura de vacunación, los casos hospitalizados en Baja California Sur ya exceden en esta semana los registrados en las primeras dos olas: 38% de los casos hospitalizados en ese estado han perdido la vida.
Aun con el retraso en el registro de las defunciones, podemos ver ya en esta tercera ola una semana con 45 defunciones. BCS tiene 800 mil habitantes. Esta tasa de defunción semanal equivale a 8 defunciones diarias por millón de habitantes.
Si a nivel nacional se alcanza la tasa de defunción que hoy está sufriendo BCS, tendríamos 8 x 126 = 1008 defunciones diarias. Esto nos regresa a niveles de las olas anteriores. Les recuerdo: BCS es una de las entidades más vacunadas”.
Ante un escenario de esa naturaleza, el gobierno tendría que estar metiendo el acelerador a fondo en el proceso de vacunación. No lo está haciendo: seguimos 30% por debajo del pico alcanzado en la semana previa a las elecciones.
Tampoco está repensando su política de reapertura de las actividades económicas ni hay algún intento por contener la expansión del virus.
No se ve en el gobierno ningún sentido de urgencia. Se nos viene la noche. Otra vez.