“¿Cómo llega el presidente Andrés Manuel López Obrador a su primer informe? ¿Qué se puede decir de sus primeros nueve meses de gobierno?” He recibido esas preguntas varias veces en los últimos cinco días y, con toda probabilidad, las recibiré varias veces más en la semana que corre. Para facilitar la comunicación, va mi respuesta abreviada:

1. Se puede acusar de muchas cosas al presidente, pero ciertamente no de desatención al tema de seguridad. Pase lo que pase, López Obrador está a las seis de la mañana, reunido con su gabinete de seguridad. Eso es un contraste positivo con el desinterés que mostraba el presidente Peña Nieto hacia el tema.

2. ¿Sirve tanta reunión de madrugada? Tengo mis dudas. Me parece que el presidente acaba viendo los árboles y no el bosque, que la información que recibe es parcial y no confirmada. La reacción presidencial a los acontecimientos de Coatzacoalcos parece confirmar esa hipótesis: en la conferencia mañanera del día siguiente de la masacre, López Obrador salió a repetir el gazapo del gobernador Cuitláhuac García sobre la detención y posterior liberación de uno de los presuntos perpetradores por parte de la fiscalía del estado ¿Nadie en su reunión de gabinete le dio datos correctos sobre el incidente? Por lo visto no. Y si eso sucedió en un caso particularmente grave, ¿qué pasa en asuntos de menor impacto?

3. Detrás de la insistencia en las reuniones mañaneras, hay un notable impulso centralizador. Las reuniones del gabinete de seguridad se reproducen a nivel de los estados y de las coordinaciones territoriales. Y de todas esas reuniones salen reportes hacia Palacio Nacional, sirva o no la información para mejorar la toma de decisiones. Eso genera, supongo, una ilusión de control en el presidente y su equipo de seguridad.

4. La tentación centralizadora es también una de las explicaciones probables de la creación de la Guardia Nacional. La queja constante del presidente ha sido la ausencia de personal federal suficiente para cubrir el territorio. En repetidas ocasiones, ha dicho que no tenía más que “10 mil policías federales” para atender el problema de seguridad. Ese análisis obviaba la existencia de casi 350 mil policías estatales y municipales. Pero esos policías no están bajo control federal. Eso, además de sus notorias debilidades institucionales, probablemente las hacen inútiles desde la perspectiva presidencial.

5. ¿Cuál es entonces la estrategia? Desplegar más personal federal. Así de fácil. Pero eso implica una dificultad obvia: no hay suficiente tropa. Según el propio presidente, no hay más que 58 mil guardias nacionales distribuidos en 150 coordinaciones territoriales. Eso implica 386 elementos de la Guardia Nacional por coordinación, 0.44 por cada mil habitantes. No empieza a cubrir las necesidades. Y aún si se llega a la meta de 140 mil elementos, no va a haber más que 1.1 guardias nacionales por mil habitantes. Aún insuficiente.

6.Ante esa insuficiencia, no le queda al gobierno más que esperar profundos efectos pacificadores de los programas sociales. Ojalá ganen esa apuesta, pero tengo mis dudas. La inmensa mayoría de los beneficiarios no van a cometer delitos (y menos delitos violentos), con o sin apoyo gubernamental. Y la minoría que sí tiene disposición para la actividad delictiva probablemente sea difícil de alcanzar con programas de becas o subsidios de corte general.

En resumen, no veo nada en el panorama que pueda alterar de fondo la situación de seguridad en el corto plazo. El presidente López Obrador es, como él mismo se definió, perseverante. Pero no estoy seguro que la perseverancia sea la virtud que se requiera para enfrentar el problema.

alejandrohope@outlook.com. @ahope71

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