Todo funcionario tiene en algún momento de su carrera la ilusión de estar recreando el mundo desde cero. Es la enfermedad del adanismo: la fantasía de que lo que se está haciendo nunca se ha intentado.
Y digo que esto es ilusión porque las ideas realmente originales son escasas, más aún en las instituciones públicas. Lo que se presenta como ruptura es, en la mayoría de los casos, inercia con ropajes distintos. Ideas viejas con moños nuevos.
Todo esto viene a cuento por el llamado Entendimiento Bicentenario sobre Seguridad, Salud Pública y Comunidades Seguras entre México y los Estados Unidos, presentado luego de una reunión entre funcionarios de alto nivel de ambos países.
El acuerdo está siendo vendido por el lado mexicano como algo sin precedente en la relación bilateral. Según el canciller Marcelo Ebrard, “por primera vez, existe un interés por construir una relación en la que las prioridades de México tengan el mismo nivel que las que tiene Estados Unidos.”
Esto sería, en la narrativa oficial mexicana, algo radicalmente distinto a la Iniciativa Mérida que, según Ebrard, se enfocaba “apenas, en que se capturaran a los capos del narcotráfico.” Ahora en cambio, se van a considerar por igual las prioridades mexicanas, las cuales serían “reducir la violencia y homicidios en México, darles oportunidades de desarrollo y trabajo a jóvenes y atender las causas de los problemas”.
Pero no solo eso: dice Ebrard que “a partir de este nuevo entendimiento, [ambos países] intercambiaremos inteligencia financiera” y “por primera vez, cooperaremos en el rastreo de armas”.
Suena fascinante hasta que uno revisa la declaración conjunta surgida de la reunión, sobre todo la sección de acciones concretas. Estas incluyen la intención de firmar (en algún futuro no especificado) un memorándum de entendimiento sobre prevención de adicciones y otro sobre control de contenedores portuarios para regular la entrada de precursores químicos.
Sobre este asunto de los precursores, se propone convocar a un grupo binacional de trabajo. Algo similar se ofrece para el tema de la ciberseguridad.
¿Y qué tal de las prioridades mexicanas? En el asunto de la violencia, hay el compromiso de crear “la Red para la Prevención del Homicidio, que proporcionará una plataforma para el intercambio de mejores prácticas” y, eventualmente, “considerará la creación de un equipo multidisciplinario de fuerza de tarea sobre homicidios”.
¿Sobre el tráfico de armas? “Nuestro compromiso de trabajar juntos, con respeto a nuestras soberanías, para combatir el tráfico de armas” ¿Sobre lavado de dinero? “Incrementar las acciones bilaterales y paralelas para debilitar a los actores ilícitos y sus redes financieras” ¿Sobre las oportunidades de trabajo y desarrollo a jóvenes? Nada.
En resumen, el radical cambio de paradigma se reduce a 1) dos (posibles) instrumentos diplomáticos, 2) dos grupos de trabajo temáticos, 3) un mecanismo para intercambio de experiencias, y 4) algo más de esfuerzo en materia de tráfico de armas y lavado de dinero. Todo lo anterior, además, sin un solo compromiso presupuestal concreto.
Dirán en SRE que esto es solo una declaración de principios y que el plan detallado vendrá en diciembre. Les creo. Pero, así como se ve, no hay mucho nuevo en este asunto: en el marco de la Iniciativa Mérida, hubo programas de atención a adicciones, prevención de la violencia, regulación de precursores químicos, rastreo de armas de fuego e intercambio de inteligencia financiera (entre otros). Algunos arrancaron desde 2008 y se encuentran con una googleada sencillita.
Pero bueno, no hay gobierno que no se imagine como inventor del hilo negro. Este no es la excepción.
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