El mes de mayo abrió con un par de días particularmente sangrientos, de más de un centenar de víctimas de homicidio en promedio. El cierre no luce muy distinto: hace tres días, 118 homicidios se incluyeron en la cuenta de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC) en espacio de 24 horas.
Aquí vale la pena señalar que no todos los homicidios entran al registro el día en que se cometen. El criterio adoptado desde el inicio del sexenio es que la inclusión en esa cuenta requería la existencia de una carpeta de investigación abierta por las fiscalías estatales. Pero aún con ese factor de ajuste, los números son para espantar.
En los primeros 25 días de mayo, se acumularon 2045 homicidios en la cuenta de la SSPC. Eso equivale a un promedio diario de 81.8 homicidios. Si se mantiene esa tendencia, mayo sería el peor mes desde junio de 2019 y el segundo peor en lo que va del sexenio.
Hay que señalar además que la base de datos de la SSPC tiende a subestimar entre 17 y 21% el registro de víctimas de homicidio doloso y feminicidio del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP). Eso significa que, de mantenerse la trayectoria actual, el mes podría cerrar con un total de víctimas ubicado en un rango de 3057 a 3212. Ese sería el peor resultado en un año e implicaría el primer incremento contra el mismo mes del año previo en nueve meses.
Significaría además un ascenso notable desde el inicio del año. Medido contra enero, representaría un incremento de 22-28% en el número de víctimas. Parece un cambio de tendencia bastante abrupto.
Una parte de este fenómeno puede tal vez explicarse por la estacionalidad. Por razones no bien entendidas, hay variaciones estacionales notorias en la evolución de los homicidios a lo largo del año. En términos esquemáticos, el número de víctimas tiende a ser relativamente bajo en los primeros meses del año para luego ascender en los meses de verano y disminuir de nueva cuenta a partir de octubre. Los resultados de mayo pudieran ser el inicio de esas fluctuaciones estacionales.
Por otra parte, este ascenso drástico en el número de homicidios en comparación con los primeros meses del año sugiere que tal vez hubo algo anormal en la caída experimentada hacia finales de 2021 y principios de 2022. En una columna de febrero, propuse como posible explicación de la disminución inusual en el número de homicidios a la cuarta ola de la pandemia. Los datos recientes me refuerzan un poco esa intuición: tal vez lo que estamos viendo sea más una reversión a la media, provocada por la normalización de las condiciones económicas y sociales, que el inicio de una nueva escalada.
Como sea, me parece que el optimismo de los primeros meses del año ya no se justifica. En el mejor de los casos, la curva se ha estabilizado y, en el peor, podríamos estar en el inicio de un nuevo ciclo ascendente.
Y no está de más reiterar lo que ya se ha dicho en esta columna varias veces: a pesar de algunas leves caídas en meses recientes, los niveles de violencia letal que experimenta el país siguen siendo extraordinariamente elevados y no hay en el horizonte algo que indique que esa situación va a cambiar en el corto plazo.
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