“¡Por un México libre de violencia! El #EjércitoMexicano lleva a cabo la campaña de Canje de Armas 2022 . Acude al módulo más cercano a tu domicilio. #UnidosSomosLaGranFuerzaDeMéxico.”

Así se lee un tuit publicado ayer en la cuenta oficial de la Secretaría de la Defensa Nacional ( Sedena ). El texto viene acompañado de un cartel con la misma leyenda (salvo los hashtags) y fotos de personal militar recibiendo armas de fuego entregadas voluntariamente por particulares.

Y hay fotos porque esta es una práctica que se realiza año con año desde hace décadas. A veces lo hace directamente la Sedena, a veces se hace en colaboración con policías estatales y municipales. A veces se hace un pago en efectivo, a veces se realiza en especie. Pero, para todo fin práctico, es lo mismo desde hace mucho tiempo.

El programa es sencillo: se instalan módulos de atención y se acercan particulares a entregar armas de fuego, municiones o granadas de forma anónima y voluntaria, a cambio de las cuales reciben una cantidad de dinero (o una despensa o un electrodoméstico) establecida en un tabulador. Luego el arma se destruye in situ, en presencia del ciudadano que la entregó.

Según la Sedena, se han canjeado y destruido en los últimos veinte años 137,514 armas cortas y 85,251 largas, así como 13,551 granadas y 5.2 millones de cartuchos. Buena noticia que esas armas ya no estén en circulación.

Pero surge entonces una pregunta: ¿sirve este programa para reducir los homicidios con armas con fuego? ¿O los suicidios? ¿O los accidentes? No sabemos con precisión. A pesar de que este es un programa que se ha mantenido a lo largo de varias administraciones y que cuenta con una base de datos amplia y granular, no hay una evaluación sistemática e independiente de su impacto a lo largo del tiempo.

Las evaluaciones que se han hecho en otros países sobre intervenciones similares arrojan resultados mixtos. La evidencia parece sugerir que los programas de canje por sí mismos tienen poco impacto sobre los incidentes violentos con armas de fuego. Esa relativa ineficacia se explica por varias razones, pero dos son particularmente importantes:

1. Las armas que se reciben en este tipo de programas son casi por definición las que no están siendo activamente utilizadas. Muchas son armas viejas, a veces inservibles, heredadas al interior de núcleos familiares (por ejemplo, la carabina del bisabuelo revolucionario). Sacar de circulación esas armas tiende a prevenir pocos incidentes violentos .

2. Las personas que se acercan a los módulos de canje no son las más propensas a utilizar armas de fuego. Muchas veces, se trata de padres y madres de familia con hijos pequeños y temor a accidentes (una buena motivación, pero probablemente con poco efecto sobre el número de delitos violentos).

Sin embargo, la eficacia de este tipo de programas puede ser mayor cuando vienen acompañadas de otras intervenciones de reducción de violencia con armas de fuego (disuasión focalizada, interruptores de violencia, etc.). Además, puede haber efectos de segundo orden: por ejemplo, facilitar un acercamiento entre las autoridades y la comunidad. O servir de punto focal para la provisión de otros programas de prevención.

Es posible que algo similar suceda en México: efectos muy limitados del canje de armas por sí mismo, pero tal vez con más impacto si se amplía la mirada.

Lo trágico es que no sabemos. Mantenemos un programa a lo largo de décadas por simple inercia institucional y no porque exista evidencia de eficacia. Y eso se repite en muchas otras acciones de nuestro aparato de seguridad: retenes, rondines, decomisos, erradicaciones, etc.

Una tragedia por donde se le mire.

alejandrohope@outlook.com
Twitter: @ahope71

 

para recibir directo en tu correo nuestras newsletters sobre noticias del día, opinión, planes para el fin de semana, Qatar 2022 y muchas opciones más.