Por treceavo año consecutivo, el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal produjo su ranking anual de las 50 ciudades más violentas del mundo. Como ya es habitual en ese ejercicio, muchas ciudades de México se ubicaron hasta la cima de la clasificación. De los primeros 10 lugares del ranking, siete fueron ocupados por urbes mexicanas (Celaya, Tijuana, Ciudad Juárez, Ciudad Obregón, Irapuato, Ensenada y Uruapan).

Ese listado, por supuesto, ha generado muchísima atención pública y varios colegas han dedicado espacios y comentarios al tema. No muchos, sin embargo, se han metido a las tripas del documento a desmenuzar la metodología del estudio. Por ocioso, lo hice y el resultado me dejó anonadado:

1. El estudio parte de una definición arbitraria de ciudad: solo incluye núcleos urbanos de más de 300,000 habitantes ¿Por qué ese umbral? ¿Por qué no 200,000 o un millón? Misterio absoluto. No hay el menor intento de explicar cómo definieron ese punto de corte.

2. El estudio supuestamente analiza zonas metropolitanas y no municipios específicos. Pero ese criterio se aplica de manera heterogénea. Por ejemplo, en el caso de Detroit o Nueva Orleans en Estados Unidos, las fuentes citadas solo muestran datos de las ciudades y no de los condados circundantes. En el caso de las ciudades fronterizas mexicanas, no se consideran los datos de la ciudad gemela del lado estadounidense. Es decir, a juicio de los autores, Irapuato y Salamanca son parte de la misma zona metropolitana, pero no así Ciudad Juárez y El Paso ¿El motivo? Se me ocurre que la aplicación estricta del criterio haría ver menos mal a varias ciudades mexicanas.

3. El estudio tiene otro criterio de exclusión: según se señala en el documento de metodología, las informaciones de las ciudades incluidas deben “ser asequibles a través de Internet.” Dicho de otro modo, si no se pueden encontrar fácilmente datos de homicidio de una ciudad con una búsqueda de Google, esa urbe se excluye. Esos métodos, por razones obvias, operan en contra de los países que generan y publican mucha información, y a favor de los que producen menos datos. No es casualidad que las únicas ciudades africanas que aparecen en el ranking son todas de Sudáfrica.

4. No hay ninguna homogeneidad en las fuentes. Se toman por igual fuentes oficiales que notas periodísticas. Y esto no solo en países en desarrollo, sino incluso en Estados Unidos. Por ejemplo, para la cifra de homicidios de la ciudad de Memphis, se usó como fuente una nota de un canal local de televisión afiliado a la cadena Fox. En la ciudad de Baltimore, la fuente es una aplicación en el portal de un periódico local, The Baltimore Sun. Ni siquiera se tomaron la molestia de acudir a las fuentes primarias citadas en esos medios de comunicación.

5. En varios casos en los que la información sobre homicidios estaba incompleta, los autores básicamente inventaron números. Y así lo explican para el caso de la ciudad de Rio Branco, Brasil: “Recurrimos a los datos del Ministério da Justiça de Brasil, los que revelan 159 homicidios de enero a noviembre. Calculamos 14 homicidios en diciembre, para dar el total de 173.” ¿Cómo lo calcularon? ¿Con qué parámetros? Misterio.

En conclusión, esto no pasa la prueba de la carcajada. No es un ranking de las ciudades más violentas del mundo: es una clasificación arbitraria de algunas ciudades, realizada con datos de calidad heterogénea y hasta con números inventados.

Eso no quita que haya muchas ciudades violentas en México, pero no ayuda en nada hacer comparaciones ridículas con métodos de mal estudiante preparatoriano.

alejandrohope@outlook.com

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