Otis Rich era un narcomenudista avecindado en la ciudad de Baltimore. En 2009 fue detenido por distribuir cocaína que le compró a un mayorista en la misma ciudad, el cual era abastecido por un importador en Arizona que era a su vez un presunto cliente del cártel de Sinaloa. Nada raro en esa secuencia.

La historia se volvió interesante cuando el Departamento de Justicia y la DEA empaquetaron ese caso en la llamada Operación Xcellerator, una redada amplia dirigida en contra de supuestas redes de distribución del cártel de Sinaloa en Estados Unidos. Según la versión oficial, Xcellerator fue “un golpe demoledor al cártel” al desmantelar “70 células de distribución en comunidades de 26 estados” y lograr la detención de “750 narcotraficantes.”

Al escuchar la noticia, un par de reporteros se dieron a la tarea de rastrear los casos y dieron con Otis Rich. Al preguntarle por su conexión con el cártel de Sinaloa, respondió “¿Sina-who? I don’t know any of them guys” (¿Sina-quién? No conozco a ninguno de esos tipos). Es decir, el individuo ni siquiera había oído hablar de la organización criminal a la que supuestamente pertenecía.

Escribí sobre este caso hace algunos años, pero cobra relevancia en estos días ya que la DEA acaba de hacer la misma jugarreta. El miércoles presumió una amplia operación, denominada Project Python y dirigida en contra del Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG). De acuerdo al comunicado oficial, la operación es “la conclusión exitosa de seis meses de actividades de investigación y aplicación de la ley dirigidas en contra del CJNG, que culminó con arrestos a gran escala en todo el país durante la semana pasada.” Esto habría tenido como resultado “más de 600 arrestos, 350 acusaciones formales, e importantes incautaciones de dinero y drogas.”

Y bueno, ¿quiénes son los detenidos en cuestión? No lo sabemos, ya que no se dio a conocer la lista completa. Simplemente se señaló que eran “asociados” del CJNG.

Sin embargo, una revisión a la prensa estadounidense permite descubrir cosas interesantes. En primer lugar, de las 600 detenciones, solo 250 tuvieron lugar esta semana. El remanente ocurrió en algún punto de los últimos dos años. De hecho, algunos de los involucrados ya fueron procesados y sentenciados.

Entre los detenidos, se cuenta un individuo de nombre Johnny Michael Boone, Jr, arrestado en Bessemer City, Carolina del Norte, por estar en posesión de medio kilo de metanfetaminas. Entre otras peculiaridades, ese presunto “asociado” del CJNG tiene tatuada una suástica en el cuello.

Otro de los involucrados, Otequise Lenard Miller, fue arrestado hace casi dos años y declarado culpable en enero de 2020 por traficar en Carolina del Norte siete a nueve kilos de heroína y 14 a 18 kilos de metanfetamina entre 2015 y 2018.

Está también el caso de cuatro personas detenidas en Tulsa, Oklahoma, por estar presuntamente en posesión de 30 mil dólares y dos kilos de heroína.

En resumen, la DEA volvió a hacer lo que ha hecho en incontables ocasiones: empaquetar decenas de casos inconexos, con vínculos tenues hacia México, y presentarlo como un golpe monumental en contra de una organización criminal mexicana.

¿Y por qué lo hacen? Por una razón sencilla: obtener más presupuesto y atribuciones. Es más fácil convencer a la opinión pública y a los políticos estadounidenses de la gravedad del problema si se presenta como una invasión de malignos grupos extranjeros, y no como una red de distribución con una multiplicidad de actores, locales en su mayoría. La complejidad no vende.

En ese sentido, la propaganda de la DEA es racional. Lo que es irracional es que en México se las sigamos comprando.

alejandrohope@outlook.com @ahope71

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