La semana pasada, se presentó en una conferencia mañanera un reporte sobre el estado de la seguridad en el país. Además de algunas cifras un tanto alegres sobre la evolución de la incidencia delictiva, se presentaron datos del proceso de construcción de la Guardia Nacional (GN).
Entre otras cosas, se anunció que la Guardia Nacional tiene ahora 106,615 elementos. Este número significaría un incremento sustancial en el estado de fuerza con respecto a diciembre de 2019, cuando, según números oficiales, la GN tenía 74,437 integrantes. Es decir, en cinco meses, se habrían incorporado 32,178 personas a la nueva corporación.
De hecho, el incremento tendría que haber sido aún mayor, ya que en el mismo reporte se informa que, en ese mismo periodo, 11,934 soldados y marinos temporalmente enviados a la nueva corporación, habrían sido remplazados por “personal que concluyó su capacitación inicial.” Dicho de otro modo, el crecimiento de la GN habría sido de 44,112 desde diciembre.
Suena muy impresionante, hasta que uno rasca un poco en los números. En el mismo documento, se señala que, de entre los 106,615 elementos, hay 8,150 descritos como “altas”, que parecería ser personal que ya pasó por la formación inicial, pero aún no culmina los procesos administrativos de ingreso. Hay una segunda categoría descrita como “unidades especializadas”, que agrupa a 8374 personas y que, según parece, provendrían de las divisiones técnicas de la Policía Federal (Inteligencia, Investigación, etc.).
Entonces, el personal desplegado (y por tanto comparable con el total de diciembre) equivale a 90,091 elementos. Considerando la sustitución descrita arriba de personal de Sedena y Semar con personal de la GN, el incremento neto habría sido de 27,588.
¿De dónde viene ese personal adicional? Una parte previsiblemente provendría de la PF: de hecho, se formalizó, mediante un decreto emitido a principios de mayo, la transferencia de los recursos que le quedaban a esa corporación a la GN. El remanente habría surgido de lo que el reporte llama “reclutamiento”.
Pero es aquí donde la cosa se pone peliaguda: la GN, como órgano desconcentrado ubicado en la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC), no tiene en el presupuesto un solo centavo asignado para la creación de nuevas plazas. De hecho, las únicas plazas presupuestales que tiene la GN son las que heredó de la PF (43,626, según el analítico de plazas y remuneraciones de la SSPC).
¿Por qué dice entonces la GN que está reclutando personal cuando no tiene plazas ni presupuesto para crearlas? Muy fácil: todo el “reclutamiento” lo ha realizado la Sedena y, en menor medida, la Semar. Y por reclutamiento debe entenderse básicamente la transferencia temporal de personal militar que mantiene plaza y sueldo en el Ejército y la Marina.
Para confirmar ese hecho, basta con ir a otra sección del reporte presentado el mismo día. Allí se señala que el efectivo real desplegado en territorio nacional equivale a 321,482, integrado por 165,454 elementos de Sedena, 51,333 de Semar y 104,695 de la GN.
Nótese que este último número no cuadra con lo señalado algunas láminas antes en la misma presentación. Pero hay algo más importante: en 2019, de acuerdo a datos el primer informe de gobierno del presidente López Obrador, la Sedena tenía 214,517 elementos, la Semar, 57,824, y la PF, 36,822. En total: 309,163 elementos, una cifra no muy distante de la que se presume hoy.
Dicho de otro modo, más que reclutamiento, ha habido un juego de sillas musicales. A un porcentaje del personal militar, se le cambia el uniforme y se le comisiona temporalmente en otra dependencia
Eso es la GN. No hay más.