Ayer, al conocerse la noticia de la detención de Ovidio Guzmán, escribí unas primeras impresiones sobre el evento. Pasadas algunas horas y con algo de información adicional, va una actualización:
1. Reitero mi felicitación al equipo que ubicó y capturó a Ovidio Guzmán. No es tarea pequeña ejecutar exitosamente una operación de esa naturaleza en Sinaloa y menos después de presenciar la notable capacidad organizacional, poder de fuego y audacia táctica del grupo criminal.
2. Se aprendieron algunas lecciones del llamado Culiacanazo, en particular la importancia de no realizar el operativo a plena luz del día, no ejecutarlo en una densa zona urbana y darle prioridad al traslado rápido del detenido. Según se sabe, se contó con aeronaves para extraer a Ovidio lo más rápido posible de la zona de conflicto.
3. Sin embargo, se repitieron varias pifias del desastre de 2019. En específico, la comunicación del gobierno fue lenta, torpe e insuficiente. Entre la captura de Guzmán y el primer informe oficial sobre el hecho, pasaron por lo menos ocho horas. Y la conferencia de prensa del gabinete de seguridad no fue conferencia de prensa: se leyeron dos comunicados que dejaron múltiples interrogantes sobre la secuencia de los hechos y no se permitieron preguntas.
4. Por otra parte, se volvió a menospreciar la capacidad de respuesta del Cártel de Sinaloa. Según la propia información del gobierno, se registraron bloqueos en 19 puntos distintos del estado en las primeras horas tras la detención. Y las agresiones continuaron a lo largo del día. En muchos puntos, brillaron por su ausencia tanto las autoridades estatales como las federales. Después de lo sucedido en 2019, parece imperdonable esa escasez de despliegue.
5. A pesar de las reformas legales recientes, las Fuerzas Armadas siguen incómodas en su rol de policía. Eso quedó de manifiesto en la explicación que hizo el general Luis Crescencio Sandoval sobre la captura de Guzmán. Luego de señalar que había sido el resultado de “seis meses de trabajos de reconocimiento y vigilancia”, describió el hecho casi como un evento fortuito, producto de la inspección de unas camionetas sospechosas. Parecía un intento de presentar el asunto como una detención en flagrancia ¿El motivo? probablemente la investigación que llevó a la captura no fue debidamente judicializada.
6. ¿Se planeó esta captura para que coincidiera con la visita de presidente Joe Biden a México? No lo creo. Los procesos de ubicación y captura de personajes como Ovidio Guzmán toman meses. Requiere mucha planeación entre múltiples agencias, además del surgimiento de oportunidades específicas difíciles de programar. Sin embargo, según algunas fuentes de medios, agencias estadounidenses participaron en el operativo al proveer información que facilitó la ubicación de Guzmán. Esa colaboración probablemente se intensificó conforme se acercó la cumbre norteamericana.
7. La captura de Ovidio ayuda al gobierno al servir de desmentido a las versiones de un presunto pacto con el Cártel de Sinaloa. Pero a la vez, tira por la borda la defensa que hizo el presidente del Culiacanazo de 2019. Esto demuestra que no había que elegir entre detener un delincuente y evitar una masacre. El efecto neto sobre la imagen del gobierno probablemente sea modesto y de corto plazo.
8. En estos días, hay que recordar un hecho inescapable: la detención de un capo, por vistosa que sea, no altera fundamentalmente los patrones de tráfico de droga: si la captura y extradición del Chapo no destruyó al negocio de las drogas, es difícil suponer que la detención de uno de sus hijos tendrá efectos más potentes.
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