Hace dos días, el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) dio a conocer las cifras mensuales de incidencia delictiva, correspondientes en esta ocasión al mes de octubre. Como ya resulta habitual, la atención se puso en el total mensual de homicidios.

Sobre ese particular, hay una noticia indudablemente buena. Comparado con el mismo mes del año pasado, el número de víctimas de homicidio doloso y feminicidio apenas creció: 2,933 víctimas contra 2,932 en octubre de 2018. Esto mantiene una racha razonablemente positiva: este fue el cuarto mes consecutivo ya sea con caída o con crecimiento marginal. De hecho, si se toman los últimos seis meses, el número de víctimas no ha aumentado prácticamente nada en comparación con el mismo periodo del año pasado.

Pero eso apunta a un dato más bien malo: la estabilización se está dando en niveles abominablemente altos. En más de año y medio, solo ha habido un mes con menos de 2,800 víctimas de homicidio doloso y feminicidio (noviembre de 2018). Más importante, la planicie se ha prolongado ya por un largo rato. Estamos más o menos en el mismo punto de marzo de 2018. Ha habido algunos picos y valles desde entonces, pero la curva se ha mantenido básicamente plana. Por ahora, no hay señal de que vaya a cambiar la tendencia.

Eso, valga la aclaración, no sucedió en 2011, cuando se alcanzó el punto más alto de la escalada de violencia del sexenio calderonista. Un año y medio después del pico alcanzado en mayo de 2011, el total mensual de homicidios había disminuido algo más de 15%. Es decir, allí sí hubo un punto de inflexión más o menos claro (y aún mal comprendido).

En esta ocasión, no. Mes con mes desde hace 20, el total mensual de víctimas de homicidios se ha movido en torno a 2,900, pasando a menudo de 3,000, llegando a veces hasta 3,100, pero nunca bajando de 2,750. Es decir, nos hemos (casi) vuelto el país de los 100 asesinados diarios.

Esto sugiere un hecho horrible: tal vez esta sea nuestra nueva normalidad, no una fase pasajera en una serie de subidas y bajadas. Esta banda en la que nos hemos movido desde hace casi dos años pudiera ser dura. Es decir, quizá la curva no se va a mantener en una trayectoria imparable de ascenso, pero sin caídas notables, manteniéndose tercamente en niveles intolerables por varios años.

Considerando experiencias internacionales, esto no resultaría un comportamiento inusual. En Brasil, por ejemplo, la tasa de homicidio creció de manera continua entre 1992 y 2003, pasando de 17 a 25 asesinatos por 100 mil habitantes. Luego decreció durante dos años, hasta 23 por 100 mil habitantes, para luego mantenerse en torno a ese nivel hasta 2011 cuando empezó una nueva escalada. En Colombia, la tasa de homicidio se mantuvo alrededor de 35 por 100 mil habitantes durante cinco años consecutivos (entre 2008 y 2013).

Y en México, hemos tenido igualmente temporadas largas de estabilidad. Entre 1974 y 1994, la tasa de homicidio estuvo rondando con pocas variaciones en torno a 20 por 100 mil habitantes. Pasaron cuatro administraciones federales sin que variara mayormente la probabilidad de ser asesinado en este país.

¿Podríamos tener otro periodo similar, una larga era donde los homicidios se mantienen atorados en un nivel muy elevado? No lo sé, pero el escenario me aterra.

alejandrohope@outlook.com / @ahope71

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