Según el gobierno, la campaña nacional de vacunación contra el Covid-19 ha sido un éxito rotundo. El 3 de junio, el presidente López Obrador afirmó que “vamos muy bien” y presumió que se habían puesto más de un millón de dosis el día anterior.
Y sí, en la semana previa a las elecciones, el proceso parecía haber agarrado ritmo. Entre el 30 de mayo y el 5 de junio, se inyectaron casi 4.2 millones de dosis, una velocidad consistente con el objetivo de vacunar a casi toda la población adulta del país para octubre.
Pero, luego de la jornada electoral, el gobierno perdió el sentido de urgencia. Entre el 7 y el 13 de junio, solo se pusieron 3 millones de dosis y en la semana que corre, los números preliminares apuntan a un total aún menor.
Esa desaceleración se da en un momento en el que el proceso enfrenta un rezago importante. Hasta el miércoles, tras casi seis meses de campaña, 26.6 millones de personas habían recibido en México al menos una dosis de la vacuna. Eso equivale a 21.2% de la población total y 28.5% de la población mayor de 18 años. Solo 12.21% de la población y 16.4% de los mayores de 18 años contaban con esquema completo.
Eso no es un buen resultado bajo ninguna métrica. Es un avance inferior al que registran 65 países en el mundo. En comparación con América Latina, México ocupa el lugar 10 en términos de dosis aplicadas por 100 habitantes, a pesar de haber sido el primer país de la región en iniciar su proceso de vacunación.
La lentitud ya no puede ser atribuida a la escasez de vacunas. Hasta el 15 de junio, las autoridades habían recibido casi 48 millones de dosis, de las cuales 9.5 millones de dosis se mantienen en reserva. Dicho de otro modo, el inventario alcanza para tres a cuatro semanas de vacunación al ritmo de los últimos doce días.
El bajón en el ritmo se da además justo cuando se acumulan señales de una tercera ola de la epidemia. Al menos ocho entidades federativas ya muestran un franco repunte en el número de contagios. Ocho más, incluyendo a la Ciudad de México y el Estado de México, registran incrementos leves. A la par, la tasa de positividad (el porcentaje de pruebas que dan positivo a Covid-19) viene creciendo desde hace casi un mes y se encuentra en el punto más alto desde principios de abril.
A esto hay sumarle el crecimiento de variantes más contagiosas del virus en México. En su cuenta de Twitter, el analista Alejandro Cano señaló recientemente que “el sitio http://covariants.org estima que la variante alfa (o B117, surgida en el Reino Unido) ya representaba el 24% de los virus circulando en México al 31 de mayo, mientras que la variante gama (o P1 de Brasil) representaba al 10%.”
Con estos datos, el gobierno tendría que estar metiendo el pie en el acelerador para vacunar al mayor número de personas en el menor tiempo posible. No lo está haciendo porque el sistema que ha utilizado privilegia el control de las vacunas sobre la velocidad de la vacunación. Sus restricciones estructurales solo pudieron ser vencidas temporalmente por la necesidad electoral. Pasados los comicios, se volvió a imponer la inercia.
Si esto sigue, si no hay un golpe de timón urgente que sume a más actores públicos y privados en el esfuerzo de vacunación, el virus nos va a volver a rebasar en pocas semanas.
Esto tiene que cambiar ya.
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