Como cada trimestre, el INEGI dio a conocer los resultados de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU), correspondientes en esta ocasión al mes de junio de 2022.
El dato central del estudio es una mala noticia: la percepción de inseguridad en el conjunto de los 75 núcleos urbanos donde se levanta la encuesta aumentó con respecto al trimestre previo. Fue un incremento leve —el porcentaje de personas que afirmaron sentirse inseguras en su ciudad pasó de 66.2 a 67.4% entre marzo y junio— pero se trata del tercer incremento trimestral consecutivo, algo que no sucedía desde 2016.
En algunas ciudades, el incremento fue drástico. En Puebla, por ejemplo, la percepción de inseguridad pasó de 75.8 a 87.1% entre marzo y junio. En Mérida, el aumento fue de 12 puntos porcentuales (aunque desde niveles bajos). Y en Puerto Vallarta, Jalisco, se registró un brinco de 15 puntos porcentuales (Nota: los datos locales deben tomarse con cautela, ya que el reducido tamaño de la muestra en cada una de las ciudades puede ampliar el margen de error).
Además de diferencias regionales, se observa en la encuesta una notable brecha de género. Entre los hombres, no hubo un cambio estadísticamente significativo en este trimestre en la percepción de inseguridad en el conjunto de las 75 ciudades. Entre las mujeres, en cambio, ese indicador ha mostrado un incremento sostenido desde hace un año.
La brecha del miedo, además, se ha venido ampliando. En junio de 2021, la percepción de inseguridad de las mujeres era 10.4 puntos mayor que la de los hombres. En esta última medición, el diferencial fue de 12 puntos porcentuales.
Una de las causas de esta diferencia es la alta prevalencia del acoso y la violencia sexual contra las mujeres en las zonas urbanas del país. Según la ENSU, una de cada cuatro mujeres en el agregado de las 75 ciudades estudiadas enfrentó alguna situación de acoso o violencia sexual durante el primer semestre de 2022 (para los hombres, la proporción comparable fue 7.2%).
El resultado de este levantamiento implicó un incremento significativo con respecto al semestre previo y fue la cifra más elevada del indicador desde el segundo semestre de 2019, justo antes de la pandemia.
No son números menores. Tan solo en el segundo semestre de 2022, una de cada cuatro mujeres sufrió alguna forma de intimidación sexual (piropos sexuales u ofensivos, mensajes o insultos de corte sexual por vía del celular o redes sociales, etc.), una de cada 15 enfrentó alguna forma de abuso sexual (manoseos, tocamientos, exhibicionismo, etc.), una de cada 50 fue víctima de acoso u hostigamiento sexual (intercambios humillantes u ofensivos de actos sexuales por bienes o dinero), y una de cada 90 fue violada o sufrió un intento de violación.
En ese contexto, no sorprende que las mujeres se sientan considerablemente más inseguras que los hombres en cualquier espacio público. En el transporte público, la percepción de inseguridad de las mujeres es 12 puntos porcentuales mayor que la de los hombres. En un parque o centro recreativo, la diferencia es de 15 puntos porcentuales. En un centro comercial, 14 puntos porcentuales. En calles habitualmente frecuentadas, 11 puntos porcentuales.
Todo esto lleva a un punto central: si las autoridades de un municipio o alcaldía quieren reducir la percepción de inseguridad en sus ciudades (y los costos que ese fenómeno trae aparejado), harían bien en enfocarse en combatir la violencia contra las mujeres, en todas sus facetas y dimensiones. El día en que las mujeres puedan salir a la calle sin miedo, nuestro espacio urbano va a cambiar radicalmente.
Twitter: @ahope71
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