Sucedió lo que tenía que suceder. La Cámara de Diputados aprobó, por mayoría calificada y con el concurso casi unánime del PRI, la reforma para extender el uso directo de las fuerzas armadas en tareas de seguridad pública hasta 2028.

Entonces, vale decir que el gobierno ganó.

Pero, ¿qué ganó en concreto, además de un voto legislativo?

¿Mejores perspectivas para la seguridad pública? En lo más mínimo. En la práctica y en la operación, esto no cambia nada y resuelve muy poco. Poner botas militares en el terreno no atiende ninguno de los problemas estructurales del sistema de seguridad y justicia . No facilita las denuncias, no incrementa las capacidades de investigación, no hace más justos y equitativos los procesos penales. Solo incrementa el tiempo en el que soldados y marinos pueden hacer rondines sin sentido y montar retenes inútiles.

¿Una ruta para la consolidación de la Guardia Nacional ? Por el contrario. Luego del doble golpe militarista, de la reubicación inconstitucional de la corporación en la Sedena y de la ampliación del traído y llevado artículo quinto transitorio, la GN se queda sin plazas, sin presupuesto, sin equipo, sin instalaciones y sin futuro.

Todo lo que tiene es del Ejército y no tiene existencia fuera de esa relación simbiótica. Además, eliminaron cualquier sentido de urgencia al volver (básicamente) permanente un régimen transitorio.

¿Más esfuerzo de construcción institucional en los estados y municipios? Ni de broma. Lo aprobado en estas semanas le da a alcaldes y gobernadores la excusa perfecta para no hacer la parte que les toca. Ya dijo el Presidente, ya dijo el Congreso, ya dijo la coalición gobernante que nada se puede hacer y nada se puede lograr sin las Fuerzas Armadas. No se sorprendan si ahora les toman la palabra y, ante una masacre, una balacera o un feminicidio , le informen a víctimas y medios que la responsabilidad no es suya y que vayan a preguntarle a los señores de verde olivo.

¿Más poder y más prestigio para las Fuerzas Armadas? Sí a lo primero, pero no a lo segundo. Lo sucedido en el Congreso es ciertamente una expresión categórica del músculo político de las Fuerzas Armadas, máxime cuando la Sedena ha estado envuelta en un alud de revelaciones poco halagadoras, producto del affaire Guacamaya . Pero a costo de dejar atrás cualquier pretensión de actuar como una institución de Estado y no como miembro de una coalición gobernante que eventualmente va a despedazarse. El inevitable cambio de vientos políticos puede acabar siendo muy costoso para el estamento militar.

¿La destrucción de la coalición opositora? Sí: esto acabó de liquidar lo que quedaba de credibilidad al PRI y puso contra las cuerdas a las élites aliancistas que no imaginan más ruta que una super ultracoalición que agrupe membretes dañados y perfiles incoloros. Pero en contrapartida, obliga a clarificar posiciones y perfiles en los partidos y a dejar de cargar con el gigantesco desprestigio de la marca priísta. No estoy seguro que sea el mejor desenlace posible para la coalición gobernante.

¿Un debate intelectual y una disputa ideológica? Sin comentarios. En las muchas horas de discusión legislativa, el gobierno y sus aliados no pudieron articular ni medio argumento. Esto fue un triunfo por paliza del poder crudo sobre la capacidad disuasiva.

Entonces sí, ganaron.

Disfrútenlo.

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