¿Cómo viene este año que inicia? No lo sé, pero como sea que venga es importante recordar varias cosas a la hora de analizar la información sobre seguridad y justicia:
1. La inmensa mayoría de los delitos pasan por debajo del radar de la autoridad. Nueve de cada diez no son denunciados y casi la mitad del remanente no acaba en una carpeta de investigación. En términos globales, 94% de los delitos suceden como si no sucedieran para las fiscalías.
2. Con un par de excepciones, las cifras oficiales de incidencia delictiva miden cuánto papel se mueve en el ministerio público, no cuántos delitos se cometen. Si desde el gobierno se dice que disminuyó la extorsión o el secuestro o el robo, se está dando un dato estrictamente administrativo que ofrece poco o nada de información sobre el riesgo de ser víctima de un delito.
3. Afirmar que los delitos, particularmente los homicidios, se concentran en unos cuantos municipios (50 es la cifra reiterada por el gobierno federal) es muy poco informativo ¿Saben qué más se concentra en unos pocos municipios? La población. Y (a condiciones parecidas) donde hay más población, hay más de todo, incluyendo delitos violentos.
4. La buena noticia de este sexenio es que los homicidios no han crecido. La mala noticia es que no han disminuido mayormente, por más que el gobierno pretenda demostrar lo contrario con comparaciones espurias y gráficas manipuladoras. Grosso modo, el número de homicidios en 2022 fue 8% menor al registro de 2018 y no hay por ahora mucha señal de que esa caída vaya a continuar en lo que queda de la administración.
5. La discusión sobre la evolución de los homicidios no debería de hacer olvidar que el nivel absoluto de violencia letal en este país es pasmoso. México registra más homicidios en un año que todos los países europeos juntos. En tres días, alcanzamos el total anual de España. Excluyendo países en condición de guerra interna o externa, uno de cada 13 homicidios en el mundo se comete en México. Ese es el dato central que tendríamos que discutir, no la variación marginal de mes a mes.
6. A estas alturas del partido, debería quedar claro que el simple hecho de poner botas en el terreno sirve muy poco para reducir los niveles de violencia criminal. Los patrullajes del Ejército, la Marina o la Guardia Nacional tienen poco o ningún efecto disuasivo y, en los hechos, solo logran que los delincuentes ajusten su comportamiento a los ritmos de la presencia federal.
7. Hablando de la Guardia Nacional, es notable que en los reportes antes mensuales y ahora quincenales se concentran en insumos y procesos de la corporación, casi nunca en resultados. Informan mucho sobre el estado de fuerza y el número de cuarteles, pero dicen muy poco sobre lo que se logra con tanto despliegue en tantos lugares. Y hay razones para no hablar de otras cosas: los resultados de la corporación (antes y después de la transferencia a Sedena) son más bien decepcionantes. Casi no hacen investigación criminal, el grueso de sus detenciones son en flagrancia y por delitos que bien podrían atender las policías locales. En términos globales, es como una policía municipal grandota, cara y poco eficaz.
8. La percepción de inseguridad no puede analizarse sin referencia a un contexto social más amplio. Discutir cómo se ha reducido el miedo al delito en algunas ciudades sin referirse (por ejemplo) a los cambios generados por la pandemia en la vida económica y social (el crecimiento del trabajo remoto, por ejemplo) es decir muy poco. Necesitamos una discusión más sofisticada sobre los motores del miedo.
Feliz Año Nuevo.
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