Además de ser la capital política de los Estados Unidos, Washington, DC es una ciudad con una gran oferta artística y cultural. Esto se debe, principalmente, a sus múltiples museos de acceso gratuito administrados por el Instituto Smithsoniano, que abarcan temas tan diversos como la herencia afroamericana e indígena, las ciencias naturales, la aeronáutica, el espacio, el arte clásico y contemporáneo, entre otros.
Pero no solo los museos dotan a esta ciudad de gran belleza, también lo hacen sus parques y jardines, y especialmente su alameda principal, planeada cuidadosamente por el arquitecto Pierre L'Enfant, quien transformó una zona campestre del estado de Maryland en un espacio idílico e inigualable. De hecho, la mayor parte de los museos se encuentra en la alameda, que a su vez está repleta de esculturas alegóricas con un profundo sentido patriótico y republicano. En esta área, además, se erige el famoso monumento a Abraham Lincoln, desde donde Martin Luther King Jr. pronunció su épico discurso “Yo tengo un sueño”. En el mismo corredor, se observa el monumento u obelisco de Washington, considerado en algún momento la torre más alta del mundo y, finalmente, al otro extremo de la alameda, se encuentra el imponente Capitolio, sede de ambas cámaras del Congreso de los Estados Unidos.
México no está ausente de toda esta riqueza histórica, artística y cultural. De hecho, y gracias a los lazos que hermanan a ambas naciones, la presencia de nuestro país en museos, monumentos, galerías y centros de investigación es sumamente amplia. Resultaría interminable citar todas las obras de origen mexicano que se encuentran en Washington, sin embargo, por mencionar solo algunas, podríamos empezar con la colección de arte precolombino de Dumbarton Oaks. En este recinto se celebró en 1944 la famosa conferencia sobre paz y seguridad que sentaría las bases de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). La vieja casona, ahora convertida en museo, exhibe objetos de importante valor correspondientes a las civilizaciones olmeca, maya y mexica.
La Biblioteca del Congreso es quizá el recinto por antonomasia que cuenta con la mayor cantidad de objetos vinculados a la cultura mexicana. Hay desde códices, libros antiguos, cartas, mapas, fotografías, documentos históricos (incluyendo una copia del Plan de Iguala de 1821), pasando por piezas arqueológicas únicas, registradas bajo la colección Jay I. Kislak. Para los amantes de la filatelia, el Museo Postal alberga varios ejemplares de estampillas que recorren los diferentes periodos de la historia de México, como un timbre postal del Segundo Imperio con el rostro de Maximiliano de Habsburgo, así como sellos conmemorativos relativos a la fundación de los estados y otros más con detalles prehispánicos.
Por otra parte, los grandes pintores mexicanos también adornan edificios y museos de Washington, comenzando por los murales del artista poblano Roberto Cueva del Río que engalanan las paredes del Instituto Cultural Mexicano, ubicado en la famosa calle 16, pasando por los cuadros de Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros que se exhiben en la colección permanente de arte moderno y contemporáneo de la prestigiada Galería Nacional.
Asimismo, DC tiene el privilegio de contar con un autorretrato de Frida Kahlo que se encuentra en el Museo Nacional de las Mujeres en las Artes. Esta obra fue pintada como regalo a León Trotsky tras su llegada a México en 1937. Curiosamente, en el Museo Internacional del Espionaje, en Washington, se encuentra una sala de exhibición dedicada al asesinato de Trotsky, donde se exhibe el supuesto piolet con el que Ramón Mercader perpetró dicho crimen en Coyoacán.
La décima musa no podía faltar en esta ciudad, por lo que un busto de Sor Juana Inés de la Cruz posa junto a grandes literatos y personajes latinoamericanos en el jardín sur del edificio principal de la Organización de los Estados Americanos (OEA). La sede de la OEA cuenta, además, con una escultura de piedra de Xochipilli, el dios azteca de las flores, así como con un busto de Benito Juárez, entre otros detalles ornamentales vinculados a México y Mesoamérica.
La influencia gastronómica de nuestro país en Estados Unidos también es parte de una exposición que se encuentra en el Museo de Historia Americana. De forma contigua, está el Museo de Historia Natural, en cuyas jardineras se aprecia una réplica de una cabeza colosal olmeca. La original, de acuerdo con información del propio museo, fue encontrada en 1946 por Matthew W. Sterling, antropólogo del Instituto Smithsoniano.
Por otro lado, las calles de DC son prácticamente un museo al aire libre. Un ejemplo vinculado a México se localiza en la intersección de la avenida Virginia y Nuevo Hampshire, frente al hotel Watergate, donde aconteció el famoso caso de espionaje que le costó la presidencia a Richard Nixon. En dicha esquina hay una rotonda con una estatua de Benito Juárez, obra del escultor Enrique Alciati, el mismo que diseñó el Ángel de la Independencia. La escultura es similar a las que se encuentran en otras ciudades, como Chicago, Nueva Orleans o Nueva York, aunque con el sello distintivo de tener en sus cimientos una urna con tierra de San Pablo Guelatao, Oaxaca, lugar de nacimiento del Benemérito de las Américas.
Todo lo antes mencionado es solo una pequeñísima muestra de la cantidad de artículos con valor histórico para México. Desafortunadamente, gran parte de la información relacionada a estas exposiciones, esculturas y obras de arte, especialmente las que se encuentran en los museos, no está disponible en idioma español, y en ocasiones es poco conocida tanto por los mexicanos que radican en DC como por aquellos que visitan la ciudad. Por ello, el Instituto Cultural Mexicano en Washington, con el que he tenido la oportunidad de colaborar, emprendió la importante tarea de identificar, registrar y clasificar la mayor parte de los objetos y obras con valor artístico e histórico que están exhibidas o resguardadas en la capital de los Estados Unidos y sus alrededores.
Esta tarea resulta fundamental no solo desde la perspectiva del fomento al turismo educativo, sino por la importancia de preservar y difundir la memoria histórica de México en el exterior. Todas estas obras nos permiten revalorar la grandeza de nuestro país y nuestra historia, así como estrechar los lazos culturales entre México y Estados Unidos. Esta es, sin duda, una oportunidad única para entender más sobre la complejidad y universalidad de nuestras distintas manifestaciones artísticas.
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