No acción individual ni cuentapropismo, sí una acción concertada. Vayamos al sur del continente americano , para poner atención en un hecho que sucedió en 2017, aunque en estos días es que está sacudiendo la escena política del país conosureño.
Como preámbulo, recordemos al Dr. A. Ure, cuando hace casi dos siglos señalaba: “El solo nombre de 'sindicato' pone al capital en guardia y a la ingeniosidad en estado de alerta para romper sus objetivos”. A esto agreguemos la necesidad de combatir, desde la perspectiva de Ure, “la insubordinación y la indisciplina” obreras. Siguiendo esta ruta, a principios del siglo XX, F. Taylor , el creador de la Administración Científica del Trabajo, tomará el guante de Ure, continuando la saga de la disciplina obrera vía la extrema división del trabajo, la estandarización de herramientas, el control estricto de los tiempos de trabajo, la supervisión permanente, todo ello bajo la premisa de que había una holganza natural en los obreros y la necesidad de controlar el proceso de trabajo.
Esta concepción hacia los trabajadores y sus organizaciones, concretamente hacia los sindicatos, aún permanece. Los estilos gerenciales han modificado parcialmente formas de vigilancia, alentando la participación de los trabajadores, procesos autonómicos , eso sí, siempre con límites. Sin anestesia, destaca la impronta de Taylor: no con la intensidad que produjo la masacre de los mártires de Chicago en 1886, ni con la historia negra, por ejemplo, del despliegue hacia los trabajadores de la Ford en Argentina, en el período de la dictadura, pero la ofensiva hacia los liderazgos sindicales, las organizaciones y, en su eslabonamiento, los trabajadores, permanece.
Decíamos que hace poco, en 2017, se produjo una ofensiva meticulosamente armada, la cual alteró lo que debería ser el orden del proceso jurídico. Se armaba la causa, con el apoyo de gente adiestrada –aludiendo a cuestiones de violencia, utilizando testimonios, engarzados a la labor de fiscales- en un guión que se ensamblaba a jueces a modo, es decir, garantizando el disciplinamiento judicial, para apuntar al condenado de antemano, esto es, que desde antes de cualquier procedimiento jurídico ya estaba condenado, con una vasta cobertura mediática: la crónica de una causa y persecución anunciada. Dirigentes sindicales afectados, organizaciones sindicales afectadas, trabajadores afiliados afectados, toda la cadena organizacional.
Como “en todos lados se cuecen habas”, experiencias similares se han presentado en otras partes del continente. Ahora es el caso en la Argentina reciente, con el gobierno anterior. ¿Quiénes participaron? Funcionarios de alto nivel político –del gobierno provincial de Buenos Aires -, con funcionarios también de alto nivel en lo concerniente a la seguridad del Estado –Agencia Federal de Inteligencia-, al lado de representantes de organizaciones empresariales, que enganchados por intereses comunes (pegarle a los sindicatos) se reunían para acordar un modo específico de operar, ad hoc a los intereses del gobierno anterior: al expresidente M. Macri, y la anterior gobernadora de Buenos Aires, ahora diputada en la legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires –su ministro del trabajo era el director de la orquesta torcedora de la ley-.
Todo esto está grabado, hay evidencia empírica. ¿Cuál es el correlato jurídico de esto? No hay aún respuestas, aunque ya están en curso sendas demandas. Lo que sí queda claro es que el gobierno anterior, es decir, el gobierno que criticaba y armaba causas en contra de sindicatos, que criticaba a los “planeros” –apoyo a sectores específicos de la población en pobreza, con planes sociales-, a los “violentos”, a la “mafia”, ahora destaca por estos atributos que ven en el otro (la paja en el ojo ajeno). El que en ese momento era el Ministro de Trabajo bonaerense, Marcelo Villegas, utilizó una expresión que vale atender: "Créeme que si yo pudiera tener -y esto te lo voy a desmentir en cualquier parte-, si yo pudiera tener una Gestapo, una fuerza de embestida para terminar con todos los gremios , lo haría" (https://www.youtube.com/watch?v=Vb5euIOMAIA).
Recordemos que uno de los objetivos de la Gestapo era, actuando como policía secreta del Estado –nada más ni nada menos-, “asegurar la batalla eficaz contra todos los intentos dirigidos a la existencia y seguridad del estado”. La Gestapo –con una mira afinada hacia las organizaciones sindicales-, era experta en operar fuera de la ley o de la supervisión judicial, para combatir actividades legales que el partido consideraba inaceptables. En ese contexto oscuro de la Gestapo, se formuló el decreto de "Noche y niebla", que para sintetizar implicó arrestos y desaparición sin ninguna base jurídica. Algo parecido a lo que está sacudiendo la política argentina, pues la experiencia de la mesa judicial se tradujo en encarcelamiento sin base en la ordenación jurídica.
Pero cuidado con el embrujo de las palabras. Aludir a la Gestapo es una expresión desafortunada, pero lo más delicado es la metodología del control que supone, y aplicaron. Sin que signifique defensa de nadie –en la historia mexicana hay racimos de experiencias negativas de “dirigentes”, el caso inmediato que viene a la mente es el de la dirección sindical del gremio ferrocarrilero mexicano-, un correlato jurídico de esta acción concertada de funcionarios y representantes empresariales fue la detención en 2017, después de la mesa de acuerdos -por llamarle de manera elegante al contubernio del vídeo, que se ha viralizado-, del sindicalista de la Unión Obrera de la Construcción (UOCRA), Juan Pablo “El Pata” Medina. En ese momento, aparte del procesamiento de prisión preventiva, fue embargado por 200 millones de pesos. Este es un caso de varios “aprietes”, es decir, presiones, a dirigentes sindicales y sociales.
Sin abusos conceptuales, algo de lo planteado por Amandine Guillard -Demonizar para castigar: justificar el castigo durante la última dictadura argentina (1976-1983), Cahiers des Amériques Latines, 2018- permanece en el hecho descrito: se demonizó para castigar, lo que a su vez justificaba el castigo. Esta práctica, propia de la dictadura, y de la Gestapo, se aplicó en la democracia Argentina postdictadura, sin ninguna justificación. Es pertinente señalar que se afectó no sólo a dirigentes, sino a destacamentos de trabajadores. Como trabajador, y consciente de que hay que renovar nuestras organizaciones sindicales, vale levantar la mano para manifestar indignación.