A. Bartra, profesor de la UAM (Campesindios. Aproximaciones a los campesinos de un continente colonizado, 2008), frente a los argumentos que subrayan el peso del proletariado y su vínculo con el progreso, mientras que los campesinos y los indios son ubicados como premodernos -están en “los márgenes”, son “periféricos”-, apunta: “en nuestro Continente opresión de clase y de raza se entreveran, el indio ancestral presuntamente transmutado en moderno campesino reaparece junto a este revestido de su específica identidad”. La categoría raza es central en su elaboración, siempre vinculada a la clase: “si las clases se definen no cada una en sí misma, sino como sistemas de clases más o menos contrapuestas que se reproducen dentro de un determinado orden social, el campesinado moderno es una clase del capitalismo”. Estas alusiones son de relieve, pues una parte de la discusión teórica en América Latina hace a un lado el concepto clase, dándole centralidad a la raza. Por otra parte, sin mirada nostálgica, el relieve de la milpa, como espacio identitario, está presente en el trabajo de Bartra. La alusión a la clase social (apoyándose en E.P. Thompson), sin ser mecánica, tiene un vínculo con la explotación.

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Por su parte, O.F. Giraldo (Agroextractivismo y acaparamiento de tierras en América Latina: una lectura desde la ecología política, 2015), se ubica parcialmente en esta discusión, al señalar que “El saber campesino consiste en toda una suerte de conocimientos que no son independientes de sus contextos de vida. Por eso el campesino sabe que en su milpa, su chacra o su parcela no se rompen los equili-brios naturales, pues es ahí donde se ha fincado su residencia”. Con ello se argumenta que “el dualismo entre naturaleza y cultura como racionalidad dominante de la cultura occidental no corresponde a todos los supuestos ontológicos y epistémicos de todos los pueblos, sino que concierne a una perspectiva muy específica de saber, que si bien ha pretendido engullir las demás formas de conocimiento […] para las cuales la materialidad de su entorno y los símbolos se mezclan indisociablemente”, es decir, que en lo comunitario se funden lo humano y el medio ambiente, “como parte inseparable del dominio social”.

Como una forma de avasallar a la población rural e indígena, “En el caso del agroextractivismo se presenta toda una colonialidad interna en la que se dispone de diversos dispositivos discursivos para reproducir las ontologías duales y la producción de relaciones socio-naturales útiles al rentismo” -la acumulación del capital sin fin, en una mirada-, que precia antes “desterritorializar el saber, disciplinar los cuerpos naturales y humanos y avasallar las ontologías relacionales” -los “cuerpos dóciles”, dominados y útiles para el rentismo, es lo que se viene a la cabeza en este planteo decolonial. En la discusión teórica se distinguen los conceptos colonialidad interna y colonialismo interno.

Más allá de matices, es muy difícil no simpatizar con este conjunto de ideas, aunque vale tomar distancia para apreciar otras posturas. Simpatías aparte, no está explícitamente aludido el problema de la explotación. Insistimos en esto al señalar que esta categoría es central en la elaboración de Pablo González Casanova (PGC), lo que le distancia de los planteos decoloniales y de las epistemologías del Sur.

No obstante, M.H. García Bravo (El horizonte interdisciplinario, una apuesta disidente, 2021), ubica la reflexión de González Casanova próxima a las epistemologías del Sur, sin entrar a esta parte de la discusión. No es lo mismo que haya cosas en las que se acercan distintos autores, por ejemplo, la justicia, a que la estructura teórica en que se fundan las distintas elaboraciones tomen rumbos paralelos, entre otras cosas compartiendo supuestos. No explica la autora, más allá de la enunciación, el nexo de PGC con los autores de las epistemologías del Sur.

Creo que lo mismo ocurre con Carlos Juan Núñez (La construcción social del conocimiento y las epistemologías del sur, 2023), colega de la UAM. Ubica a PGC como parte del esfuerzo teórico de las epistemologías del Sur. Sin embargo, tengo dudas de que allí se le deba clasificar, porque si bien Boaventura de Sousa y PGC coinciden en el esfuerzo de ruptura con “la epistemología de la modernidad, de corte positivista, la que proclamaba la única ontología”, como plantea Núñez, al mismo tiempo que tienen puntos de encuentro en el cuestionamiento a la epistemología hegemónica, PGC hace un apunte que matiza la escena académica, y que cita Núñez: “El pensamiento alternativo encuentra que la crítica, la praxis y la ciencia forman un todo articulado del pensar hacer desde una posición de lucha contra la opresión y la explotación”.

Revisando documentos de PGC, cuando alude a de Sousa es para aludir, por ejemplo, que “Entre las tareas principales de las fuerzas que se proponen construir un mundo nuevo se encuentra la necesidad de reestructurar el propio pensamiento alternativo. Para ese fin es muy importante el legado teórico realmente existente del marxismo, de la socialdemocracia, del comunismo, de la nueva izquierda, y de los grandes pensadores y líderes de los movimientos de liberación-nacional que en las colonias y los países dependientes concretaron los planteamientos teórico-políticos eurocentristas con los propios planteamientos de la soberanía”, en fin, cosas importantes pero generales, y en las que es difícil que se presente la confrontación. En otro documento PGC se refiere a la importancia de pensar en la democracia y la redistribución en las políticas del Partido del Trabajo en Brasil, y cita un trabajo de De Sousa. Pero en esto coinciden muchos.

En la necesidad de encontrarse y articular esfuerzos, es ineludible coincidir en lo que señala de Sousa Santos en las primeras líneas de Justicia entre saberes: Epistemologías del Sur contra el epistemicidio: “la interpretación del mundo supera con mucho la interpretación occidental del mundo”. Esto no implica -desborda la geografía- la disminución del pensamiento crítico producido en otras latitudes. Pienso en lo que planteaba Engels frente a la tumba de Marx hace 140 años: “Marx descubrió […] la ley específica que mueve el actual modo de producción capitalista y la sociedad burguesa creada por él. El descubrimiento de la plusvalía iluminó de pronto estos problemas, mientras que todas las investigaciones anteriores, tanto las de los economistas burgueses como las de los críticos socialistas, habían vagado en las tinieblas”. ¿La explotación perdió centralidad, capacidad explicativa?

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(Profesor UAM)

 

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