A  Don Pablo, de un orgulloso ceceachero
 

Los diseños tecnológicos son la materialización de la trama conceptual, para nada disociados de las relaciones sociales, de lo histórico. Esto se puede apreciar concretamente en las aplicaciones y usos en las máquinas. No se trata de un hecho casual ni ingenuo. El apunte de R. Panzieri es determinante en este sentido: “En el uso capitalista, no sólo las máquinas, sino también los “métodos”, las técnicas organizativas, etc., son incorporados al capital, se contraponen a los obreros como capital: como “racionalidad” extraña”.  De allí la pertinencia del argumento de Bauni y Fajn (2010), de "que las tecnologías de gestión utilizadas por las empresas privadas no tienen un carácter neutral, sino que forman parte de estrategias, regulaciones y modalidades organizativas que descansan en el aumento de la productividad, el control y la eficiencia...para poder competir en el mercado".  

En ambos casos, se trata de reflexiones teóricas nada alejadas de la situación del trabajo en la actualidad. En las empresas recuperadas por los trabajadores (ERT) es un punto de tensión ordinario, y creo que insuficientemente atendido.  Por ello, quizá lo que falta agregar a la alusión de Bauni y Fajn es que no es exclusivo de las empresas privadas el carácter no neutral de lo que ocurre en el piso del centro de trabajo. En las experiencias en las ERT, las tecnologías de gestión –administrativas o sociales, como se presentan de manera dominante en las narrativas especializadas-, en general las tecnologías (incluyendo asimismo las máquinas y herramientas),  ocupan lugar desde la no neutralidad. 

Ilustremos: Franklin y Gómez Ceja (2008) destacan el relieve que tienen los manuales de procedimientos al uniformar y controlar las rutinas de trabajo, bajo la impronta del ingeniero Taylor. Por su parte, M.A. Gracia (2011) aporta que en las ERT “al no cuestionar la división del trabajo, se vuelve más difícil profundizar el modelo conseguido de gestión autónoma sin jerarquías administrativas y operativas. En este caso, aun si los trabajadores asumieran nuevas funciones, las relaciones de poder se cuelan al seguir manteniendo una separación entre el trabajo manual y el trabajo intelectual que se representa casi como insalvable […] es necesario considerar el escaso margen de maniobra que tienen los trabajadores para modificar los procesos con una tecnología concebida para actuar de manera fragmentaria y a partir de una división tradicional del trabajo”.  

Esto formó parte de una discusión abordada en un grupo de reflexión sistemática sobre la economía social y solidaria –una parte de la red del Diseño Curricular de la Economía Social y Solidaria-. En ese punto de encuentro reflexivo, Laura Collin aludía a la obra de I. Illich, en lo que hace al dominio de la máquina sobre el hombre. En “La convivencialidad”, Illich plantea que “la herramienta puede sustituir al esclavo. Ahora bien, se ha puesto de manifiesto que, aplicada a estos propósitos, es la herramienta la que hace al hombre su esclavo”. Más todavía, y vale la pena citarlo ampliamente: “El encanto discreto del condicionamiento abstracto de la megamáquina reemplaza el efecto del chasquido del látigo en el oído del labrador esclavo, y el avance implacable de la cadena sin fin desencadena el gesto estereotipado del esclavo”. Esto lo escribió Illich en el lejano 1978, pero nos ayuda a entender en su complejidad que se trata de una asignatura de larga data. 

Desde lo académico/militancia, lo señalado ha sido motivo de preocupación. Zibechi (2006), textualmente señala que "Las máquinas reflejan y consolidan la división del trabajo: son productos de la tecnología y la ciencia, pero materializan relaciones sociales", en tanto, siguiendo una ruta cercana, Ruggeri (2012) cuestiona que "la mayoría de estos estudios no se plantea la cuestión decisiva de qué tipo de tecnología es apropiada para fortalecer los procesos de autogestión, en vez de que contribuya a reforzar los métodos laborales y la organización del trabajo heredada de las anteriores relaciones de propiedad y gestión".  

No es un debate ocioso, que se confina al espacio académico, ni superado, y que D. Kasparian (2017) atinadamente ubicaba en el término “Lucha ¿sin patrón?”, pues el sentido del patrón se encarna en los propios trabajadores (cf. Haddad, 2003) –explotación incluida-, en tanto Mazzeo y Stratta  (2022) subrayan sobre el riesgo de “los productores y las productoras independientes no sólo pueden terminar trabajando para el capital, sino como capital”.  

Los dirigentes de experiencias cooperativas y de ERT hacen suyas desde la militancia/academia estas preocupaciones. Esto será motivo de otra colaboración. Razones de preocupación, allí están. A ocuparse. 

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Académico de la UAM

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