Hace poco, regresando de una actividad académica fuera del país, realicé un trámite de control migratorio: pasé por un escaneo del iris del ojo, es decir, de la identificación biométrica, operación de la que se extraen patrones únicos de cada ojo. Una forma de control sin intervención humana, de vigilancia híper moderna, de uso cada vez más común en los aeropuertos. No es oposición a la seguridad, sí distancia frente a los datos personales y, en especial, de sus usos.
Introduzco el hecho que se articula a lo enunciado en la anterior colaboración sobre “las avalanchas de ‘bots’, los destacamentos de ‘trolls’, las nuevas formas de liderazgo carismático fugaz, pero, bajo el haz de que el show debe continuar, la rotación y reciclamiento constante de ‘influencers’”, una parte del ensamble de los “medios del buen encauzamiento”. Pensando concretamente en las redes sociales y la edificación de comunidades en línea que tienen como objetivo estratégico influir en el comportamiento (vía la compulsión de la difusión y diseño conceptual de argumentos múltiples y repetitivos, con intencionalidad estratégica), se puede afirmar que en ambos casos se busca predecir y fomentar comportamientos específicos, desde aspectos que pueden ser evaluados socialmente como importantes hasta, en lo individual, cosas triviales, como el número de pasos realizados para seguir las actividades físicas o monitorear la salud (no están en duda sus usos importantes, el relieve es que se suman a los aparatos de control).
La construcción de entornos es algo que día a día sorprende menos. Se alude a la realidad virtual (¿dónde comienza la realidad, dónde aparece la ficción?) y la realidad aumentada. Las configuraciones de lo social y de la soledad hacen su entrada, en estas nuevas formas de aproximarse a lo que busca y necesita el sujeto, dimensiones espacio-temporales.
Agreguemos a esta complejidad el caudal de mensajes de textos, correos electrónicos y notificaciones que atraviesan las autopistas cibernéticas para subrayar cosas, ordenar otras (nada que ver con los almanaques, las agendas y la comunicación epistolar, frente a nuevas configuraciones de ordenación y memoria con intensidades que exigen nuevos amoldamientos sociales). Sobre el internet de las cosas, sus aplicaciones son múltiples. Pensando en las unidades productivas el Internet de las cosas puede contribuir en realizar un mantenimiento predictivo, para mejorar el desempeño del personal. Unamos esta condición del presente, del ahora, con los objetivos y lo planteado por especialistas en Administración hace algunos años: “El comportamiento de los empleados es la clave para lograr la efectividad”, entonces la tarea de los administradores es observar, responder y afrontar los diversos patrones de comportamiento que manifiestan los empleados, señalaba J.M. Ivancevich (2006). En la misma tesitura, para mejorar el desempeño en los espacios laborales, el comportamiento organizacional es pieza clave en la construcción de la cooperación y el encauzamiento del conflicto, siempre “con la finalidad de aplicar estos conocimientos para mejorar la eficacia de dichas organizaciones”, apuntaba S. Robbins (2004); “Se ocupa de la influencia que todos ellos [personas y grupos] ejercen en las organizaciones y de la influencia que las organizaciones ejercen en ellos” (I.Chiavenato, 2009).
Esta preocupación de los teóricos de la Administración en la construcción del comportamiento ocupa hoy un lugar central en la Inteligencia Artificial, en particular en el capitalismo de vigilancia, en donde el peso de los algoritmos marca tendencias para la personalización de la acción del sujeto, esto es, de la capacidad de predicción del comportamiento. Veamos el argumento de C. Hofer y D. Schendel para comprender los nexos poderosos entre tecnologías que tienen un mismo propósito. Remontándonos al año 1988, nuestros autores aludían sobre los distintos alcances de la planeación estratégica, que hunden sus “raíces en un modelo general de solución de problemas”: un relieve que es pertinente expresar en detalle, pues “el enfoque formal y analítico de la planeación estratégica también puede usarse para predecir el comportamiento futuro de la compañía para ayudar a evaluar a los gerentes superiores y medios, y para ayudar a extender el pensamiento de la alta administración más allá de sus horizontes corrientes” (Hofer y Schendel, 1988). ¡Atención, no es solamente trabajar en los horizontes corrientes, no, se trata de “extender el pensamiento de la alta administración”! Sin nostalgia, retomemos algo elaborado en el siglo XIX: “Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual, lo que hace que se le sometan, al propio tiempo, por término medio, las ideas de quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente” (K. Marx y F. Engels, 1846).
Desde esta rendija analítica, considerando circunstancias distintas y latitudes diferentes, se aprecia una tecnología política que tiene continuidad y reconstitución en el tiempo, que deja al descubierto la impronta de una saga en la búsqueda de orden social en la trayectoria larga. ¿Por qué obedecen los que obedecen? Quizá aquí hay parte de la respuesta.
Profesor UAM