Recientemente se celebró el encuentro “La Docencia Universitaria: Experiencias y desafíos rumbo a los 50 años de la UAM-X” (Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Xochimilco). En este espacio de reflexión colectiva se realizaron conversatorios, ponencias, exhibición de vídeos y mesas de diálogo, en los que se hicieron señalizaciones en particular sobre la docencia, pero también se reflexionó sobre la investigación y la difusión de la cultura. En todo caso, se trató de una iniciativa de celebración y reflexiva para realizar un ejercicio retrospectivo ponderando lo hecho, lo que faltó por hacer, y mirando al horizonte, los desafíos que plantean los escenarios nacional y mundial.
No tengo capacidad para hacer un apunte general, pero lo que viví al lado del personal docente y de muchas y muchos estudiantes, en los espacios en que me senté a escuchar y en algunos momentos a tomar la palabra, me dejaron sensaciones de que estamos trabajando (bien), y de que, sin duda, la sociedad nos exige cosas en las que debemos redoblar esfuerzos. Me detengo en dos actividades que me movieron el piso: el documental “Dejar de ser invisibles” (Gerardo Marván) y en la importante propuesta de una “Especialización en Discapacidad, Diversidad e Incidencia”, que presentaron María del Consuelo Chapela Mendoza (DCBS, UAM-X), Alejandro Cerda García (DCSH, UAM-X) y Yehosua González Velázquez (egresado de la Licenciatura en Política y Gestión Social por la UAM-X, actualmente Asistente de Investigación del Área Salud y Sociedad de la División de Ciencias Biológicas y de la Salud en UAM-X –en un esfuerzo transdisciplinario-.
Es una paradoja, vivimos en una sociedad del espectáculo (G. Debord) y exhibicionista, que tiene como correlato el que los ciudadanos, siguiendo a Ignacio Ramonet, seamos ciudadanos vigilantes y, al mismo tiempo, vigilados. Se trata de un tsunami de estrategias de vigilancia y control (vídeos, escáneres biométricos, satélites, cámaras infrarrojas, insectos voladores robotizados, para documentar el panóptico electrónico del presente). Pero lo paradójico es que en otros aspectos no vemos que no vemos o volteamos la mirada, que es una forma de expresar posturas de exclusión y expulsión social.
Algunos datos para ver que el fenómeno está presente, y que si somos atentos es común tropezar en lo ordinario con la discapacidad, la exclusión y la diferencia. En la última actualización de la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (ENADID), realizada en 2014 por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), se estima que la prevalencia de la población con discapacidad en México es de 6%, es decir, que en nuestro país 7.2 millones.
Pocos años después, en la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (ENADID) 2018, se señalaba que la discapacidad en México afecta a 7 millones 877 mil 805 personas. Entre las principales causas de discapacidad se encuentran las enfermedades (41%), la acumulación de años (33%), problemas de nacimiento (11%) y accidentes (95) - INEGI-.
En los datos censales del 2020, en México (considerando una población de 126 millones 014 mil 024 personas), la discapacidad junto con las personas que tienen algún problema o condición mental alcanza al 5.69% de la población, esto es, 7 millones 168 mil 178 personas. Si somos sensibles, muchos de nosotros vamos avanzando hacia alguna discapacidad conforme vamos dando vueltas a las hojas del calendario.
En el documental Dejar de ser invisibles se alude a un 15% de discapacitados, que enfrentan cotidianamente a una “sociedad muy cruel”. Se argumenta un aspecto central, sobre la “normalización de la discapacidad”, pero lo significativo, lo que hay que entender es que es “el mundo es el que está discapacitado”. En el vídeo, gran tarea de jóvenes universitarios, nos abren una rendija para ver que no solamente se vive la bronca en un transporte inadecuado para subir con una silla de ruedas o con muletas, por ejemplo, que, por cierto, en la mayoría de los casos no respeta los lugares asignados para los discapacitados. La ciudad toda es hostil para los grupos de mayor edad, para los discapacitados, para la población infantil (puentes inaccesibles, rampas que son de broma, por ser poco funcionales, por ejemplo). Recordemos la tesis de Manuel Castells, de que la ciudad es la materialización de la sociedad en el espacio. Una sociedad dividida, con expresiones de racismo y exclusión, concretará en su edificación estas dimensiones; es una sociedad que invisibiliza, así se materializa la ciudad.
En lo referente a la exposición de Chapela, Cerda y González se hace referencia de la exclusión en distintas dimensiones: 1) la pobreza, los condenados de la tierra a vivir en lo ordinario con problemas de accesibilidad a la energía eléctrica, al agua, al drenaje, empleo precario, bajos niveles de escolaridad e ingresos mínimos para la reproducción material; 2) la discapacidad, que como se apuntaba, conforme avanza la edad nos aproximamos a esa condición; 3) la población afrodescendiente –los ejemplos de la exclusión son recurrentemente significativos. Por ejemplo, en un estudio sobre el arbitraje del futbol en Argentina, los árbitros marcan más faltas a la población morena o negra que a los blancos, y la presencia en las prisiones de la población afrodescendiente es proporcionalmente más alta que la presencia de los “blancos”, aunque sean mayoría en la población. Hablar del color de la piel no es discriminación, si lo que prima es la necesidad de hacer visible la condición social; 4) los pueblos originarios; 5) las personas LGBT+ (sistemáticamente violentadas, los ejemplos recientes en México son elocuentes).
En un acercamiento, pongamos atención en la población originaria. En 2020, el 19.8% del total de la población hablante de lengua indígena era analfabeta, muy por encima del porcentaje promedio de analfabetismo en México. En lo que hace a la población de origen afrodescendiente, siguiendo las pistas del INEGI, también resalta la diferencia: en los datos censales del 2020, la población afrodescendiente (Mujeres: 6.2%, Hombres: 4.4%) presenta tasas de analfabetismo mayor, en comparación de la población no afrodescendiente (Mujeres: 5.5%, Hombres: 3.9%). No hay lugar para la confusión, se trata de exclusión.
La propuesta de Especialización pone sobre la mesa asuntos urgentes: la necesidad de construir una cultura de inclusión y accesibilidad, rompiendo el cerco del paternalismo, el capacitismo y el asistencialismo, es decir, abrir espacios para la justicia social poniendo un cerco al seductor fenómeno (para los grupos concentrados) de la caridad. Para esto se exige la revisión cuidadosa y documentada de “Procesos históricos y actuales de exclusión, discriminación y construcción social de las diferencias”. Este basamento es necesario para avanzar hacia la construcción de saberes que se aparten de las convenciones sociales dominantes, del conformismo social, resaltando “La construcción de saberes situados sobre diversidad e inclusión y su vínculo con la praxis social”. Los pasos a la esfera de lo público y de políticas dirigidas y que tengan correspondencia en el marco institucional, son parte de los desafíos.
La reflexión teórica no fue lo más destacado, pero tampoco se ignoró en las distintas presentaciones. Para el caso de ciudades inaccesibles, los apuntes de Lewis Mumford, “la ciudad es la forma y el símbolo de una relación social integrada”, o las alusiones de que la ciudad es la materialización de la sociedad en el territorio, en consecuencia, una sociedad predominantemente conservadora, egoísta –recordemos de qué vale más, si tener buenas vallas o buenos vecinos sobre el vecindario urbano estadounidense, que problematizaba Susan Eckstein- materializa su diseño formal e informal con estos acentos: la falta de infraestructura accesible –rampas, puentes, semáforos peatonales, elevadores; transporte público sin el equipamiento adecuado-; falta de información accesible para personas con discapacidad visual y auditiva; pocas oportunidades laborales en los sectores público y privado, y una consciencia social en el umbral más bajo. No se debe olvidar la legislación limitada y débilmente aplicada. Lo que resalta es la mercantilización de la discapacidad, que encuentra su mejor ejemplo en el Teletón (como ilustraba Alejandro Cerda, al referirse a su debut en el Chile de A. Pinochet, lo que no es una casualidad).
Esto es parte de lo vivido en el encuentro La Docencia Universitaria: Experiencias y desafíos rumbo a los 50 años de la UAM-X. Un ejercicio pertinente y necesario en las tareas del presente y futuro próximo. Al menos, fue un buen ejercicio para abrir más los ojos.
(Profesor UAM)