En un encuentro académico realizado en la UAM Azcapotzalco antes de la pandemia, vale aclarar, funcionó como una buena provocación la exigencia de pensar en la función de las ciencias sociales y las humanidades en la construcción de la sociedad. Ese es el propósito de estas líneas, considerando que más allá del calendario, es una discusión a flor de piel.
Más que aludir a la “función”, que implica la naturalización vía el término de una posición teórica, preferiría hablar de la posición de las CS y las H en la construcción, lo que genera otra pregunta multívoca: ¿de qué ciencias sociales y humanidades estamos hablando, de las que enfatizan el relieve de lo que permanece, escrutando en las fuerzas constitutivas de estos procesos, o de las fuentes generadoras de la transformación, de lo que provoca la crisis? Marx salta a la escena con el planteo de que los filósofos no han hecho sino interpretar el mundo, de lo que se trata es de transformarlo. Pero no todo el campo científico coincide con esta tesis. Por caricaturizarlo, de un lado cuando de nada sirve rezar y el horizonte es que se hace camino al andar versus el ejemplo de tratar de ser feliz con lo que se tiene, vivir intensamente, pues luchando se conseguirá.
En una discusión teórica podríamos resaltar los enfoques reproduccionistas (la teoría del capital humano y, con distancias, las elaboraciones de Baudelot y Establet, por un lado, y de Bowles y Gintis, por otro) frente a Giroux, Freire, por mencionar algunos. Aquí hay una tarea ineludible.
Así, antes de que fuéramos descolocados en la cotidiano por la pandemia, en un seminario sobre eco-innovación, David Barkin, colega en la UAM Xochimilco, hablaba de cómo los médicos no nos escuchan. Fue una alusión incidental, pero al mismo tiempo abría la puerta para reflexionar sobre algo muy importante: el médico no nos escucha, pero entre académicos también está presente el problema de no escucharnos.
Y este problema atraviesa la sociedad. Las mujeres tienen una experiencia de 3 o 4 veces intentos de suicidio antes de llegar al momento culminante: sus parejas, el círculo concéntrico inmediato de amigos y familia no les escucha, hasta que llega el momento final en donde no hay otra oportunidad.
La población rural, en particular la indígena, está suicidándose por fuera del patrón convencional, en cuanto al uso de asfixia, armas blancas y armas de fuego, al privilegiarse en muchos casos el uso de pesticidas, del veneno que se utiliza para las plagas en los territorios, como una forma de autocastigo que deja la pista de que así como se envenena la tierra y la matamos, el suicida sigue estas migajas mortuorias, al tiempo que es un mensaje frente al cual somos todavía analfabetos. Sus planteos no son escuchados y/o leídos.
Esta no escucha (una hipoacusia desde el discurso del poder), jaloneando a Luis Villoro, se explica porque “La modernidad se entiende fundamentalmente como dominio racional sobre la naturaleza y la sociedad. Lleva implícito, por lo tanto, el remplazo de las antiguas maneras de pensar por las creencias básicas que configuran el pensamiento moderno”, nos dice Villoro, en un texto del 2013, como un devenir de la pérdida del centro.
Entre otras cosas, por ello el viejo planteo de Ramazzini (el pionero de la medicina del trabajo) sigue vigente, al igual que las reflexiones de Foucault sobre el modelo médico hegemónico, que en lo ordinario expresa la asimetría entre el médico y el paciente, y las alusiones de Bourdieu sobre la miseria del mundo, y la urgente tarea de darnos desde las ciencias sociales la posibilidad de “comprender”. Esta es una tarea para construirnos socialmente, no en las formas desarticuladas en que nos presentamos: en revistas que se leen solamente por especialistas, en las que se repite el síndrome del no escucha que nos caracteriza, extensión que se entiende como exterioridad, no como vínculo que expresa el nexo comunidad-universidad. En actividades docentes en las que sigue primando la memorística y el enciclopedismo, soslayando procesos, a la par de la revisión y traslación de materiales que aluden a realidades diferentes a la nuestra. Continúa la tarea colonizadora en las que nos calzamos, como algo natural, como eso planteado por Marx en La llamada acumulación originaria: “En el transcurso de la producción capitalista, se va formando una clase obrera que, a fuerza de educación, de tradición, de costumbre, se somete a las exigencias de este régimen de producción como a las más lógicas leyes naturales”, y que podemos llevar al campo académico, en el que el peso anglosajón oprime como una pesadilla la labor académica, manifiesta en bibliografía, el publicar o perecer en determinadas revistas, y las reverencias –perdón, referencias-, de ciertos teóricos. Son notas iniciales de una tarea más amplia.
Académico UAM-X