Los procesos de urbanización, de manera inexorable, van generando cambios drásticos en las costumbres y modos de vida, que poco a poco “resultaron irrelevantes o impracticables” (Hobsbawm), por ejemplo, caminar largas distancias. Esto opera en particular desde el siglo XIX, modificando la matriz territorial, las ideas sobre la ciudad, el conjunto de escalas. Como registros etnográficos de este proceso, desde la literatura destacan, para el caso mexicano, los trabajos de Henry George Ward, México en 1827, y de Paula Kolonitz, Un viaje a México en 1864. Más cercano en el tiempo se encuentra la reflexión de Salvador Novo (Los paseos de la ciudad de México), que señalaba en sus primeras páginas que los paseos en la ciudad de México ya no se hacían estrictamente a pie, como un contrasentido. No quiere decir que no se recorran distancias de diferente longitud, simplemente que para los traslados del origen al destino se recurre a distintos medios de transporte, que en la historia de las dos entidades (Ciudad de México-Estado de México, respectivamente CDMX y Edomex) pone en primer lugar la transportación pública -74% de los viajes-. Con el crecimiento de las ciudades se matiza la frase atribuida a la Güera Rodríguez, de que “Fuera de México, todo es Cuautitlán”.
Todo lo dicho, por el cariño a la ciudad compleja en que vivimos y, por otro lado, para trazar algunas ideas sobre los colores del semáforo, dado el color que prevalece en la región del valle de México (naranja-rojo), en particular sobre los riesgos objetivos. Son varias las razones para mantener la alarma sanitaria, pues salir de casa para llegar al trabajo o dirigirse a la escuela implica riesgos, lo mismo en el origen, los recorridos, así como en el destino.
En el origen-destino, en la CDMX el hacinamiento, de acuerdo con datos del Consejo Nacional de Población (Conapo, 2010), se sitúa en 26,08% de los hogares, por debajo del promedio nacional (36,53%) y muy por debajo de las entidades más pobres –Oaxaca, Guerrero y Chiapas-, que en más del 50% de los hogares presentan el problema enunciado. El Edomex, por su parte, presenta a un 37,93% de los hogares en condición de hacinamiento. Estamos apretujados en las ciudades y en nuestras casas.
Agreguemos al problema del hacinamiento la condición de si cuentan o no los hogares con agua entubada (potable): en la CDMX, 1,79% no tiene agua entubada, en tanto en el Edomex el problema asciende a 5,67%. Sin minimizar, 5,67% de los hogares, considerando una presencia poblacional de 15 millones 175 mil 862 personas, significa llevado a absolutos que hay 860 mil 471 personas sin agua entubada en sus hogares. Una situación paradójica: el mandato gubernamental de lavarse frecuentemente las manos choca con la realidad de no tener agua.
Más todavía, en lo que se refiere a ingresos, en el Edomex el 35,34% percibe hasta dos salarios mínimos, mientras que en la CDMX 28,31% de la población se encuentra en esta situación salarial. En síntesis, hasta lo observado, se aprecia hacinamiento, masificación de las ciudades, déficit en condiciones higiénicas y pobreza estructural, que obliga por las condiciones pasadas y presentes de la economía, a vastas franjas poblacionales a permanecer activas en lo económico, dominadas por el presentismo.
Las exigencias de tener algo sobre la mesa tienen jerarquía sobre la salud (un problema histórico en los trabajadores, que anteponen el trabajo sobre la salud, cfr.Boltanski y Le Breton, en sus reflexiones sobre el cuerpo y la salud). No es un hecho aislado lo planteado por el presidente López Obrador en la conferencia mañanera del 12 de julio, cuando argumentaba que la gente que necesita trabajar, que salga con cuidado a la calle: “Cuidándonos, podemos hacerlo, con la sana distancia”.
Fuera del contexto de la pandemia, antes de este confinamiento, parte de lo discutido en este espacio ya tenía el estatuto de problemas de salud pública. Por ello la aplicación de la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica en 2006, del Instituto Nacional de Salud Pública, que recolectó evidencia empírica similar a la que hemos expuesto, es decir, con resultados sobre agua entubada muy similares a lo obtenido en el ejercicio censal: Edomex, 91,30%, CDMX, 98,70%. Otra evidencia empírica que apuntala lo abordado alude al número de cuartos dormitorio: CDMX, 2,12; Edomex, 2,18. Las condiciones y medio ambiente urbano en que viven la cotidianidad amplias franjas poblacionales son caldo de cultivo para la degradación en las condiciones de vida, en especial de los pobres y de los más pobres (el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social señala que 65,6% de la población se encuentra en condición de pobreza por ingresos, por debajo del ingreso inferior a la línea de pobreza, 48,8%, en tanto el 16,8% se encuentra con ingreso inferior a la línea de pobreza extrema).
Otro hecho ordinario que se debe incorporar al ensamble problemático descrito: la densa conurbación de la CDMX con el Edomex, lo que en la actual situación de pandemia por los flujos continuos es una frontera altamente peligrosa.
En los traslados sistemáticos, múltiples, entre las dos entidades más pobladas y con mayor número de casos de Covid-19, es pertinente recordar lo que nos dice la información estadística oficial: con datos de 2015, en la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM), 81% de los viajes son intermunicipales, 74% en transporte público -6 millones en transporte no estructurado (micro o combi), 3,2 millones en autos, 2,4 millones en Metro, se informa en el Índice de movilidad urbana. Barrios mejor conectados para ciudades más equitativas. Se trata de traslados peligrosos en dos sentidos: 1) por la seguridad media baja, como subíndice de transporte seguro; 2) por las condiciones de masificación, que en el contexto de la pandemia hacen del transporte un espacio privilegiado de contagios. Pero como más allá de esto la historia continúa, vale señalar que en la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares 2018, el transporte ocupa el segundo lugar en los gastos realizados (el 20% se dirige a este rubro), después de lo que se destina para alimentos y bebidas.
A partir de lo expuesto, la posibilidad de regresar a las escuelas se aleja en el tiempo. Por el momento, es un regreso sin gloria, por lo que iniciativas como el Programa Emergente de Enseñanza Remota en la Universidad Autónoma Metropolitana son eso, una respuesta pragmática y emergente a problemas específicos. No es la panacea ni debe constituirse en el futuro que nos aguarda. Su valoración exige una reflexión policéntrica en lo pedagógico, los usos tecnológicos y su impacto en la erosión de la cohesión comunitaria.
UAM Xochimilco