Después de la carta de 170 economistas y profesores, que cuestionaron los planteamientos de Javier Milei (candidato conservador a la presidencia en Argentina) en lo que hace a su propuesta económica, en especial lo referente a la dolarización y el riesgo de la hiperinflación, para no perder la costumbre, va parte de la respuesta ruidosa de Milei: “fracasados”, “cobardes”, “cómplices de la estafa de los políticos”. No hay un abordaje sobre lo planteado por los economistas, lo que resalta es la descalificación, aludiendo a una referencia bíblica, Macabeos 3:19, que expresamente señala: “En una batalla, la victoria no depende del número de los soldados, sino de la fuerza que Dios da”; Milei asevera que con uno solo, si tuvieran razón bastaba. No tienen razón, y créanme, dice Milei en correlato profético.

Con una lógica similar, después de la entrevista en The Economist, en donde sale bastante mal parado (desequilibrado, peligro para la democracia, riesgo de autoritarismo, con propuestas no aplicables, protodictador), la operación cicatriz a manos del ¿periodista? Estadounidense Tucker Carlson. Despedido a principios de 2023 de Fox News por mentir y manchar a una empresa en beneficio de Donald Trump (Dios los cría y ellos se juntan), Carlson realizó una entrevista a modo, con atmósfera plenamente controlada, para reposicionar a Milei (08/09/2023). Otra joya de la entrevista, que no puede dejar de mencionarse, cuando Carlson, al referirse a Zimbabue -un país históricamente intervenido y que aplicó una costosa y fracasada dolarización, de la que no hablan el periodista y el entrevistado-, y al Líbano, señala: “ni son países de verdad”, en su ignorancia grosera, y muy a tono con los discursos de superioridad moral y colonialismo cultural que le caracterizan.

Por cierto, hablan de 300 millones de vistas a la entrevista –¡qué viva el espectáculo!-. Vale, en este renacimiento conservador, reflexionar en lo apuntado por Néstor García Canclini (2020), de que “Quizá estemos ante una simulada transferencia del poder: así como los capitalistas lo asignaban a la mano invisible del mercado, los dataístas creen en la mano invisible del flujo de datos” –inclúyase el destacamento de bots y chatbots al servicio-.

En la entrevista, Milei señala que “queremos ser el faro moral del continente”. No es poca cosa el “faro moral” en el vasto territorio de América, que implica en parte su asunción como iluminado (el elegido). Ya encarrerado, a iniciativa de Carlson, Milei le sugiere tareas a Trump. Hay algo a destacar de la entrevista. Milei señala claramente la urgencia de “Concientizar a los empresarios de que es necesario […] invertir en los defensores de las ideas de la libertad para que los socialistas no puedan avanzar”, dado el riesgo de que se metan en el Estado, impongan una agenda. En términos llanos, se trata de una cabeza de playa para recuperar espacios frente a las experiencias populares que proponen fórmulas de redistribución social.

Habla de los empresarios como sujetos aislados, preocupados de sus negocios, atados a los vaivenes de las leyes de la oferta y la demanda, pero alerta de que no es suficiente, por ello la necesidad de “invertir en los defensores de las ideas”. Falacia completa, los empresarios están organizados de mucho tiempo atrás. Los estudios sobre el corporativismo empresarial son la evidencia empírica no de lobos sueltos sino de organizaciones de clase consistentes. La otra parte de la falacia, las corporaciones tienen una historia larga en la inversión sistemática en los defensores de ideas (¡de sus ideas!) –p.ej. la candidata a vicepresidenta de Milei, Victoria Villarruel, ha tejido desde hace años una meticulosa red con gente ligada al capital, al mundo jurídico y a la casta militar, corrijo, casta completa en sus aliados-. Para seguir esta discusión me apoyo en David Korten (Cuando las corporaciones gobiernan el mundo, Kumarian Press, USA, 1995): “Los miembros del sector empresarial también tienden a desarrollar agendas económicas y políticas compartidas. En Estados Unidos, por ejemplo, durante más de 150 años las compañías han estado en un proceso de reestructuración de las reglas e instituciones de gobernabilidad para favorecer sus intereses”, “como las instituciones dominantes de gobernabilidad en el planeta”. No hay que soslayar el guiño político con repercusión económica de Elon Musk, al compartir, inocencias aparte, la entrevista.

Esta articulación de intereses, destaca Korten, llevó en 1901 (historia viejita, necesaria de leer para un economista) a J.P. Morgan y John D. Rockefeller, “que hasta ese momento habían sido agrios rivales”, a que unieran “sus fuerzas para amalgamar 112 directorios de empresas”. El peso de las carteras en el ejercicio democrático está presente, por ello el llamado a que “debemos decidir si el poder para gobernar residirá en manos de los seres humanos o en las entidades empresariales motivadas por una agenda diferente. Para recobrar el control sobre nuestro futuro y llevar las sociedades humanas a un equilibrio con el planeta, debemos recuperar el poder que hemos cedido a las compañías” (de nuevo Korten).

El protagonismo de los laboratorios de ideas, de think tanks, de muchas organizaciones no gubernamentales y/o de la sociedad civil, juegan en esta escena. Por ello es necesaria una reflexión amplia sobre el ascenso del neoconservadurismo. Y sin ingenuidades, mirar atentamente que el empresariado organizado es un actor político central, en operación bisagra con grupos lobbistas, especialistas en cabildeo, en construcción de escenarios, en presión política y en periodistas como Carlson –lo ordinario en los medios hegemónicos-. Por ello, otra vez acudiendo a la historia, como planteara Carlos M. Vilas (1996), “Las estrechas relaciones que se tejen entre los grupos económicos dominantes y las agencias estatales pone en tela de juicio la idea misma de una autonomía siquiera relativa del Estado respecto de las clases sociales. Lo que surge de estas nuevas relaciones es más bien la reducción del Estado y sus agencias a herramientas cautivas no sólo de la clase empresarial, sino de segmentos extremadamente reducidos y particulares de esa clase”.

En otro orden de ideas, cuando habla del Papa, en una mezcla sin sentido, señala que con sus acciones ha apoyado a dictadores con “las manos manchadas de sangre”, aparte de que la envidia, el asesinato y el robo, son parte de la agenda que defiende el Papa. Un discurso frágil, que a fuerza de violencia simbólica pretende establecerse. El truco de Milei es mezclar todo, y así, en ese río revuelto, la ganancia es al menos sembrar la duda y minar el terreno de incertidumbres.

Milei y Patricia Bullrich son los candidatos del establishment. El exhorto de Milei al capital –al estilo del ladrón, para despistar, que grita al ladrón- forma parte de la búsqueda de disciplinamiento social. Su convocatoria al capital, su alusión al poder judicial y el argumento de la mano dura forman parte de esta historia. No es el riesgo que pierda Milei o Bullrich, sino que la derrota de cualquiera de ellos puede abrir puerta –así se ha construido el escenario- a una alianza conservadora muy poderosa, que está presente en lo esencial, pero en la forma parece como si fuera una competencia real. Atención, comparten agenda y enemigos. La respuesta está en curso, aún se trata de un voto ilegible.

(Profesor de la UAM)

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