Porque me duele si me quedo/ Pero me muero si me voy/ Por todo y a pesar de todo, mi amor, yo quiero vivir en vos”. La letra es de María Elena Walsh (Serenata para la tierra de uno), poeta argentina; el dolor y los pesares, en este tiempo presente, son para una parte creciente (tan creciente como los aumentos de las cosas cotidianas, es decir, el transporte, comprar pan, tomarse un café, y las medidas disciplinarias extremas para aplicar la fuerza frente a la disidencia social) de la sociedad argentina. Aprovecho de un encuentro con colegas de la Universidad Autónoma Metropolitana, para pensar en la condición en ese país del Sur.

Hablábamos de las dificultades de observar la realidad, de descifrarla y aprehenderla. Como ejercicio colectivo para encarar en el aula, la tarea de leer la realidad implica un arsenal de preguntas acerca de lo que se ve, del impacto en el entorno inmediato del sujeto, de la dificultad de hacerla legible. Algunos puntos de encuentro apuntaban hacia la presencia de imágenes, ¿pero qué hay detrás de esa observación inicial, reconociendo que el sujeto que observa es portador de historias propias, de múltiples sentidos y tensiones que le atraviesan (a uno, incluyámonos)?; no puede despojarse de ese “mar de historias” (Cristina Pacheco dixit). Incluso en la propia formulación de preguntas, vale reparar en el peso de las tradiciones, costumbres, cosmovisiones, que nos funcionan como anteojeras para mirar y preguntarnos –ingenuidades aparte- anclados a lo que cada quien carga.

En esa revoltura, comentábamos, se encuentra lo que Paulo Freire denomina las presencias: “El momento del que cada generación forma parte, en tanto momento histórico, revela señales antiguas que involucran comprensiones de la realidad, intereses de grupos, de clases, preconceptos y gestaciones de ideologías […] Por eso mismo, no existe un hoy sin ‘presencias’ que perduran, desde hace mucho, en el clima cultural que caracteriza la actualidad concreta”.

Usando este andamiaje teórico para pensar Argentina en la coyuntura, la lucha de la derecha y sus resultados con el triunfo electoral de Javier Milei, no son producto de la generación espontánea ni por la acción de influencers o el manejo cuidadoso que se tuvo en las redes; influyó, como señala Pablo Stefanoni (¿La rebeldía se volvió de derecha? Cómo el antiprogresismo y la incorrección política están construyendo un nuevo sentido común (y por qué la izquierda debería tomarlos en serio), citando a Forti, pero detrás de esto hay una historia bastante más larga y compleja: “Las nuevas derechas buscan terciar en esa batalla y organizar el sentido común en torno a su visión del mundo. Quizás valga la síntesis del historiador Steven Forti: estaríamos frente a una nueva extrema derecha, o extrema derecha 2.0, que utiliza un lenguaje y un estilo populistas, se ha transformado sustituyendo la temática racial por la batalla cultural y ha adoptado unos rezagos provocadores y antisistemas gracias a la capacidad de modular la propaganda a través de las nuevas tecnologías”.

Pero como indicábamos, hay otras cosas a considerar en la larga data de la batalla cultural (incluyendo los errores de los gobiernos populares). Por ejemplo, ¿qué lugar ocupa en el imaginario argentino la historia del Proceso de Reorganización Nacional, la Junta militar formada inicialmente por Jorge Rafael Videla, Emilio Eduardo Massera y Orlando Ramón Agosti? Estas son las figuras visibles, que materializan el conjunto de la estructura militar y sus líneas de mando. La obediencia, la disciplina, la tortura y la muerte cruzan toda la estructura militar, es decir, los que mandan y los que obedecen, sin que haya una separación en la concepción de las cosas. ¿Se habrá inoculado en parte de la sociedad la necesidad de la disciplina, de la ley y el orden, ahora configurada en “Dentro de la ley, todo; fuera de la ley, nada”? ¿O la oscuridad sistemática de las noches argentinas: La Noche de los lápices en La Plata (09/1976), La Noche de las corbatas en Mar del Plata (07/ 1977) y antes, en el contexto de otra dictadura, la de Juan Carlos Onganía, La Noche de los bastones largos (07/1966) son repertorios invisibles en el equipaje cultural de parte de los argentinos?

¿Son parte de los repertorios culturales en la sociedad argentina o desde qué rasero? Si es así, se podría argumentar que parte de los votos, una parte, re-conocieron a Victoria Villarruel (ahora presidenta del Senado). Un respiro con Walsh: “Por tus antiguas rebeldías/ Y por la edad de tu dolor/ Por tu esperanza interminable, mi amor/ Yo quiero vivir en vos”

¿Cuántas personas coincidían con el enunciado salpicado de odio de “Una pena que falló, porque así hubieran bajado los impuestos”, referido al intento de asesinato de la ex presidenta Cristina Kirchner? Está caliente la nota aún: "Es fantástico sacarnos de encima la lacra kirchnerista", señalaba José Luis Espert (famoso por la expresión “cárcel o bala”, ahora argumentada contra la gente de izquierda). En un tono muy cercano, antes se pronunciaba el ex presidente Mauricio Macri, después de que Milei le agradeció su apoyo y Macri contestó, antes, en el mismo sentido señalado por Espert (orcos y lacras, para enriquecer el vocabulario siniestro de la derecha). ¿Cuántos apoyan estas expresiones, porque hay apoyos?, ¿o son delirios señalar que la epidermis de la sociedad argentina fue atravesada por esta visión en el que la violencia se normaliza? ¿Cuántas horas de escenografía en la construcción del personaje, para privilegiar al árbol por sobre el bosque? Miles, y en los lugares de mayor penetración, sin que hiciera mella la grosería o el maltrato, normalizando la violencia como parte de lo necesario para cambiar, desde una rendija cultural masificada. De nuevo el “reparo” de acudir a Walsh: “Para sembrarte de guitarra, para cuidarte en cada flor, y odiar a los que te castigan mi amor yo quiero vivir en vos”.

Coincidíamos en que las primeras imágenes son muy generales, que obligan una reflexión crítica y un ejercicio de evitar sobreentendidos. Un problema de lectura y pedagogía política se presentó en el proceso electoral argentino, incluso desde antes de imaginar que Milei podría ser candidato a la presidencia. En una fotografía de Milei, se destaca al irreverente, lejos de la docilidad y la disciplina, como feroz león para el combate frente a “la casta”. El que va con todo, y que logró en su discurso de toma de posesión frente a sus seguidores que se coreara por los jóvenes: ¡policía, policía!, y encarando y coreando el “no hay plata”, con aplausos frenéticos (estas son sólo notas, hay que hacer un ejercicio más amplio y profundo). Frente a esto, como señala Stefanoni, “La izquierda, sobre todo en su versión ‘progresista’, fue quedando dislocada en gran medida de la imagen histórica de la rebeldía, la desobediencia y la gran transgresión que expresaba. Parte del terreno perdido en su capacidad de capitalizar la indignación social fue ganándola la derecha, que se muestra eficaz en un grado creciente para cuestionar el ‘sistema’ (más allá, como veremos, de lo que esto signifique). En otras palabras, estamos ante derechas que le disputan a la izquierda la capacidad de indignarse frente a la realidad y de proponer vías para transformarla”.

Por ello, vale la pregunta, para los que no fueron beneficiados electoralmente, mejor, para todos: ¿Cuáles han sido los problemas para hacer legible la realidad, pensando no sólo en el presente sino en los días por venir? En la lectura de un segmento de la población, que llevó a la presidencia a Milei, se encadenaron los votos de las ilusiones de millones de jóvenes a la jaula de hierro de la casta, por la alianza producto del llamado “pacto de Acassuso”, sellado por Milei y Macri para consensar la unión de las fuerzas políticas. Lograron su objetivo de pegarle al gobierno de Alberto Fernández y al candidato Sergio Massa. Creo que desde lo superficial, viendo el árbol, pesó más la escenografía del voto, el presentismo, la construcción de un líder carismático (armado desde los grupos concentrados y los medios hegemónicos) y la inflación desbocada, a la par de la incapacidad de trazar más claramente los escenarios que se venían (más pedagógicamente), todos hechos reales, pero fue menos legible y, sin embargo, más definitivo, el conglomerado de un bosque espeso cuidadosamente trabajado por la derecha que incidió en la definición electoral.

En estos tiempos agitados, desde mi mirada malos, hay voces que desafían la visión de normalizar las malas condiciones de vida, por ello el arraigo del corazón a esa tierra. Reflexionar sobre esto es una tarea en curso.

(Profesor UAM)

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.
Google News

TEMAS RELACIONADOS