El 29 y 30 de noviembre de 2023 se realizaron, en el Auditorio Catalina Eibenshutz, de la Universidad Autónoma Metropolitana Xochimilco, un conjunto de conferencias con eje en la inteligencia artificial (IA) (Coloquio Inteligencia Artificial, presente y futuro. Reflexiones desde la universidad). Organizado por la Maestría en Comunicación y Política, se puso sobre la mesa a la IA, como un asunto que desvela, engancha, recorre distintas latitudes del planeta y engrosa los bolsillos de una minoría compacta. No soslayemos, por sus efectos, la multiplicación del desempleo, sus implicaciones en la educación y, no menor, la frontera con la ética. Sobre el argumento de que la IA tendrá repercusiones favorables en la construcción de un mercado de trabajo ad hoc, hasta el momento el panorama es pesimista, no se aprecia nada en ese sentido, muy en la dirección que señalaba Jeremy Rifkin del “fin del trabajo”, al menos en las facetas más conocidas de éste.

Muy importante el evento en general. Me detengo más puntualmente en la exposición de Fernando Ignacio Gutiérrez (colega del Instituto Tecnológico de Monterrey): “Desentrañando la revolución de la Inteligencia Artificial en el campo de la comunicación”. En su recorrido aludió a los múltiples resquicios de la IA, por ejemplo en el caso de Replika, como un software espejo que habla con uno, en estos tiempos de la soledad compacta. Imaginemos nuestra condición en un momento que necesitamos abrigo –quizá esos momentos son recurrentemente significativos-, y allí, frente a nosotros, algo/alguien "siempre aquí para escuchar y hablar. Siempre de tu lado". Como comentaba el expositor, con Replika se puede traer a tu lado, a conversar contigo, a gente que murió, en un desafío al olvido y el duelo. La escena se desplaza del cementerio a un espacio en tu casa, en el que recreas a tus muertos, y no los dejas ir y descansar en paz –como se argumenta en la narrativa cristiana-, también sin descansar el sujeto activo, sin la aceptación del fin de ciclos. Es una forma de mirar a la naturaleza de una manera distinta. Quizá tiene que ver con lo planteado por Byung Chul-Han (La sociedad paliativa), como un paliativo frente al dolor, al que se le puede acompañar con el combo, como anotábamos en colaboración anterior, de ansiolíticos durante el día, somníferos en la noche, psicoestimulantes en la mañana -la dieta para soportar las tensiones-, y algunos tragos para reducir éstas. Esta acción de rehuir al dolor nos aparta de los otros, de una parte de la sociedad, argumenta Chul-Han, lo que reconstituye el viejo argumento de las muchedumbres solitarias.

Pero hay otros usos de la tecnología, como es el caso de Artificial Intelligence for Job Seeking (Inteligencia artificial para la búsqueda de empleo). Se anuncia que el objetivo es ayudar a los responsables de formular proyectos con IA durante su

conceptualización y diseño, así como a liderar posteriormente su ejecución y monitoreo, a la par de tener en su caja de herramientas el uso de la biometría. Dicho de otra manera, dime qué problema tienes, y la IA actúa rápidamente, ¡mejor que Bayer! O, algo que me desconsoló aún más, los usos de la IA en la elaboración de composiciones musicales y obras de arte plásticas. Pensé inmediatamente en mis hijos, uno que estudia composición musical, en el relieve de la cromática, la armonía, en los factores de armonización en una composición, y otro que extiende su musculatura y creatividad a través de los pinceles y la acción muralística. ¿Cómo articularse a este tsunami tecnológico sin morir en el intento?

Tomando distancia de la mistificación de la tecnología, lo que implica además quitar el velo de su aparente neutralidad, señala Gutiérrez que detrás de cada tecnología hay una filosofía (seguramente, agregamos nosotros, la convencionalmente dominante, por lo que está cargada de una cosmovisión que, como decía Paulo Freire -Pedagogía de la indignación. Cartas pedagógicas en un mundo revuelto, 2012-, “No existe un hoy sin ‘presencias’ que perduran”). Ya la condensación en la máquina del sentido del diseñador y del tecnólogo (del capital) era parte de la discusión que estableciera en los sesenta del siglo pasado Raniero Panzieri, al hablar y documentar sobre el uso capitalista de las máquinas, lo que exige una mirada epistemológica crítica del sentido y usos de la tecnología.

Y al llegar a esta parte me acosó una preocupación que me acompaña desde hace meses: la situación en Argentina. Es decir, más allá de los errores del gobierno peronista, algunos muy grossos, como dicen en ese país del Sur, del peso sustancial de las corporaciones, los grupos concentrados, los laboratorios de ideas y los medios de comunicación “hegemónicos”, sin olvidar las maniobras de la alianza paulatina y en cada paso más poderosa de la derecha encabezada por el ex presidente Mauricio Macri, y sus aliados, con Javier Milei –los cotilleos sobre quién sube, quién baja, la forma en que se vieron, etc., es parte de una escenografía que oculta los intereses de clase-, creo que el peso de la IA y de las nuevas formas de hacer política construyeron una bisagra para mantener el estado de cosas, el establishment. Y en esta escena, insistimos, entra la IA, materializada en las plataformas de redes sociales como TikTok, Instagram y Facebook, en troles que aparentemente son personas con identidad desconocida pero generan lazos identitarios, de confianza y acción política. Audaces en la elaboración de mensajes, rompen con las convenciones de la comunicación, generando una anatomía de las emociones que en parte explican los votos al candidato ahora presidente electo. Sumemos a esto la sociedad del espectáculo, del cosplay (costume play) que como subcultura erosiona o raspa las formas de hacer política tradicional y de construir roles sociales. Disfrazarse para actuar creo

que sorprendió a más de uno. De toy story a reality show, jugando, en un mundo tristón esto es parte de la revuelta ordinaria. No están haciendo la revolución, su acto de intervención es a fin de cuentas para generar nuevas formas de adaptación, pero están rebelándose contra las viejas generaciones, contra el gobierno y sus traspiés, y por la ausencia de una pedagogía política que los olvidó parcialmente (entre otros, a los informales, a los uberizados, a los discontinuos en los horarios laborales).

Estas nuevas desenvolturas sociales desempeñan un papel central en la forma en que se lleva a cabo la comunicación política, la participación ciudadana y la formación de opiniones. Esta parte creo que fue tardíamente descifrable para las fuerzas opuestas al mileísmo. El peso del algoritmo dividió a la sociedad, ninguna contribución a la democracia, generó ostracismo y una repetición de argumentos en donde destacaba la coincidencia, pero desdibujaba lo que ocurría en los intersticios de la otra orilla. El trabajo de Victoria de Masi (entrevista de Julia Mengolini, 30/11/2023), una periodista que se introdujo en el mundo subterráneo de las fuerzas ligadas a Milei, que creó su avatar para entender y hacer legible lo que estaba pasando, aporta un conocimiento sustancial sobre la construcción subterránea de movimientos sociales. Como expresión de descontento social, esta dimensión oculta de los movimientos subterráneos es parte del encadenamiento del descontento social, económico o político (por ejemplo, el confinamiento y la lectura crítica hacia él, como “infectadura”). Pueden representar a grupos marginados no necesariamente en lo económico, sino en la vida política, o segmentos sociales desfavorecidos que buscan cambiar el estatus quo y mejorar sus condiciones de vida (inflación mediante, y un futuro no suficientemente claro y demasiado amplio para sujetos formados en la cultura del Influencer, TikTok -TikTok, Instagram y Facebook han transformado la manera en que se lleva a cabo la política en la era digital-). Se trata de la bisagra de un poder invisible y despótico al mismo tiempo. La tecnología en sus usos de nuevas formas de subordinación y servidumbre.

Es una tarea a continuar. Aquí simplemente la enunciamos con el propósito de seguir en una posterior colaboración.

(Profesor UAM)

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