A la memoria de Alejandro Saldaña

En octubre de 2023 se realizó en la Universidad Veracruzana (UV) la primera sesión del Foro Educativo “Universidad y sociedad. Los grandes desafíos de América Latina”, abriéndose la conversación en la mesa redonda “Universidad, políticas educativas y mercados de trabajo en América Latina”. En ese evento académico, el rector de la UV, Martín Aguilar Sánchez, señaló que “La universidad latinoamericana debe educar a fin de preparar profesionales en todos los campos del saber y quehacer, pero principalmente para formar seres humanos en el más amplio sentido del término, que ejerzan su labor con la comprensión clara, ética y profunda de estar inmersos en una sociedad”.

Esta asignatura es una labor cotidiana, no hay tregua en las exigencias profesionales que reclama la sociedad a la universidad, como tampoco se puede aflojar la rienda en la formación de seres humanos. En esta tarea, recordemos –como planteaba en una colaboración anterior- lo planteado por J-F Chanlat, de que “la gran mayoría de los interrogantes de las ciencias humanas aplicadas a la administración fueron contaminados por las exigencias de productividad, rentabilidad, optimización y control, es decir, por el problema de la eficacia” (lo profesional desde la toxicidad de la subordinación de la educación a la productividad), en tanto, de manera desequilibrada, la preocupación por el ser humano eran soslayada.

Incluso, como apuntara Tijerina al reflexionar sobre la enseñanza de la economía convencional, apoyándose en distintos autores: “A mayor abundamiento, en estudios experimentales sobre la cooperación humana, los estudiantes de economía y de administración de negocios son notoriamente no cooperativos. ‘Aprender economía, así parece, puede hacer a la gente más egoísta’”. Pero atención, y esto forma parte del conjunto de disciplinas (por ejemplo, el peso de las corporaciones en las disciplinas ligadas a la química o a la biología, así como el fenómeno de la deshumanización en el campo médico, no puede soslayarse), el que los estudiantes no sean cooperativos es la extensión profesional del docente en la formación de estudiantes, es decir, en el vínculo/atadura docentes-estudiantes. De nueva cuenta, vale poner de relieve lo apuntado por el rector de la UV, Martín Aguilar Sánchez, sobre la necesidad de responder a propósito de las exigencias profesionales y al mismo tiempo trabajar en las dimensiones humanas, en la ética.

Se trata de un nexo entre Universidad-Sociedad, dada la autonomía que debe tener la Universidad en su quehacer ordinario, pero al mismo tiempo es la inmersión de la universidad en la sociedad, como parte de esta última, encontrando en ella su razón de existencia. Esta tarea, que formalmente se presentó en octubre del 2023, porque todos los días se trabaja en ese sentido, tendrá continuidad en febrero del presente año.

Así como la UV está en la tarea de repensar su sentido de propósito, en el caso de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), unidad Xochimilco, los días 16, 17 y 18 de enero del presente se llevará a cabo el encuentro “La Docencia Universitaria. Experiencias y desafíos rumbo a los 50 años de la UAM-X”.

Será un espacio de encuentro y confrontación sobre la diversidad y alcance de los problemas y desafíos. Como apuntes, vale destacarse la agenda reflexiva en la que la calidad académica debe articularse al acceso y equidad. Sobre esto, es pertinente anotar que en la propia UAM hay diferencias en los integrantes que conforman la comunidad, por presencia de desigualdades en su formación, condiciones materiales, lugares de residencia (en lo nacional esto es más claro y lacerante). Pero mantener la calidad académica y garantizar el acceso, y el trazo de líneas para disminuir brechas entre estudiantes, exige recursos (para becas, apoyos, por ejemplo, en la transportación, prácticas escolares, fortalecimiento del acervo físico y digital en la biblioteca, entre otras), el ensanchamiento y/o consolidación de la infraestructura. Asimismo, la calidad académica obliga la revisión y actualización de los programas educativos, reconociendo la impronta de los fundadores, y el espíritu que le ha dado dirección a la UAM, al tiempo de comprender que “cambia, todo cambia”, esto es, que los problemas del presente (y futuro) en la universidad obliga a su comunidad a acercarse a su tiempo y las nuevas exigencias, sin olvidar los orígenes (toda una tarea).

Sin el sometimiento al discurso managerial, “las exigencias de productividad, rentabilidad, optimización y control, es decir, por el problema de la eficacia”, como se apuntaba citando a Chanlat, no es tarea menor repensar la vinculación con el sector productivo, que implica atender el mercado laboral, hacer una lectura del presente y en prospectiva de las exigencias profesionales (en el marco de los cambios acelerados por la inteligencia artificial esta es una tarea urgente). Atención, no se trata de sugerir que hay carreras que están en declive y alentar su desaparición, para nada, pero sí de revisar las formas de vinculación con lo social que permitan su pertinente mantención (en la visión conservadora, atravesando las instituciones públicas, podría haber guiños para desalentar las ofertas académicas en las que haya más desempleo de graduados; no es el caso en nuestra institución).

El personal académico tiene una tarea central, en lo que hace repensar los usos y destinos de la investigación, volcándose de manera decisiva en las demandas sociales. La construcción de redes en el espacio de la UAM, así como rebasando las fronteras institucional y nacional, es cada vez una tarea más significativa, bajo la premisa de que los problemas rebasan a las instituciones, incluso realidades nacionales concretas (el caso ecuatoriano está apuntando en este sentido), lo que puede contribuir en el desaliento de la endogamia y en mirar el afuera. Se trata de la construcción y consolidación de campos colaborativos, que implica diagnósticos amplios e ideas comunes de cómo encarar las tareas universitarias. No solamente se benefician las redes académicas por los proyectos de investigación conjuntos, sino asimismo el universo de las empresas. Es un desafío que también puede implicar nuevos términos de movilidad estudiantil, intercambios mayores a los hasta ahora presentes, la posibilidad de más reconocimiento de títulos a nivel internacional y de las dobles titulaciones, como algo que asuma una carta de naturalización.

La pandemia y sus efectos, concretamente en lo educativo, es una tarea a complementar lo ya hecho. El uso de plataformas, para el apoyo de la realización de cada vez más conversatorios y mantener algunas actividades docentes, obliga a mejorar la didáctica digital. No obstante, por la desigualdad en la accesibilidad tecnológica, sigue siendo un desafío, en parte por falta de infraestructura, acceso desigual y la necesidad de mayor capacitación docente.

La construcción de gobernabilidad, de impulsar mecanismos de mayor transparencia institucional, de profundizar en los marcos de convivencia y, en correspondencia, en normatividad que dé confianza a los integrantes de la comunidad, son cosas a poner sobre la mesa de discusión, lo mismo que asuntos de orden laboral, que creo sinceramente que deben incorporarse en la lectura general de la universidad que queremos y necesitamos.

Por esta complejidad, sin conceder, sí para problematizar, traigamos a la discusión a Boaventura de Sousa Santos (2019): “La universidad se enfrenta, por todos lados, a una situación compleja: la sociedad le hace exigencias cada vez mayores, al mismo tiempo que se hacen cada vez más restringidas las políticas de financiamiento de sus actividades por parte del Estado. Doblemente desafiada por la sociedad y por el Estado, la universidad no parece preparada para enfrentar los desafíos, más aún si estos apuntan hacia transformaciones profundas y no hacia reformas parciales. Además, tal falta de preparación, más que coyuntural, parece ser estructural […]” (Educación para otro mundo posible, 2019).

(Profesor UAM)

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