R. Zavaleta –teórico boliviano que es necesario releer-, alude a “lo que cualquier forma tenía que ocurrir en un mundo que se ha hecho mundial—, para referirse “al momento de la llegada a la periferia de las fases del capitalismo del país central (cuando la economía mundial ya existe) y no al modo de recepción de esa fase, que es, a juicio nuestro, lo fundamental de esta imbricación, o sea lo que da el tono de un tipo u otro de subdesarrollo”. Viene a cuento esta entrada si se alude a lo local y al mundo, como fue el caso de la espléndida conferencia dictada por Omar Raúl Massera Cerutti (Premio Nobel de la Paz en 2007, y científico destacado en el campo de la física), “Innovaciones ecotecnológicas: construyendo un nuevo proyecto de mundo desde lo local” (Rectoría General de la Universidad Autónoma Metropolitana –UAM-, 03/03/2023).
Acercando la mirada a experiencias concretas, locales, que no significa para nada aisladas ni descontextualizadas, Massera Cerutti subrayó a lo largo de su exposición la importancia de la participación colectiva. Sin organización no se puede avanzar en la construcción de repensar y actuar en proyectos colectivos de transformación social.
De la misma manera, aludiendo entre otros pensadores a P. Freire (Extensión o comunicación), destacó la necesidad de fomentar el diálogo de saberes, esos intercambios y desafíos de pensar, como planteaba O. Fals Borda, 1) La observación-participación, 2. La observación-intervención, 3. La observación-inserción, “que el científico se involucre como agente dentro del proceso que estudia”, decantando la importancia del “compromiso-acción”, hasta llegar a una sociología sentipensante, formulando una crítica, sin anestesia, a la aristocracia académica: “A diferencia de aquellas viejas generaciones centristas acomodadas, la generación activa y sentipensante actual ha logrado acumular prácticas y conocimientos superiores sobre la realidad nacional y puede actuar mejor en consecuencia”.
En la conferencia de Massera Cerutti –hago referencia a los dos apellidos para alejar al fantasma del Massera de la junta militar argentina-, ocupó un lugar central la consideración de las dificultades de avanzar desde ciertas disciplinas académicas, lo que exige cambios sustantivos en metodologías y posicionamientos teóricos, ahora sí que, retomando a H. Zemelman, la necesaria crítica epistemológica de las disciplinas científicas y su escisión frente a las comunidades y sus saberes. Es una tarea harto difícil, trabajar en la ruptura y discontinuidad de la visión de superioridad de las disciplinas científicas sobre los saberes populares. Y aquí de nuevo es pertinente traer a Zavaleta: “Una sociedad no adquiere sino los conocimientos que giran en torno a las preguntas que se hace como tal […] Pero la clase dominante no sólo no se hace preguntas verdaderas (salvo las que se refieren al perfeccionamiento de su dominación), sino que se dedica ya a organizar falsas respuestas, respuestas ideológicas”. Por ello, L. Tapia, al referirse a Zavaleta, subraya: “Lo que llamamos conocimiento social es algo que se produce a partir de ciertas condiciones de posibilidad, condiciones históricas y condiciones intelectuales que también son producciones históricas”.
Esas condiciones de posibilidad, condiciones históricas e intelectuales, están presentes, forman parte de la traza de innovaciones ecotecnológicas que demuestran el ingenio y preocupación, en particular de los grupos populares. A diferencia de los argumentos superficiales de G. Quadri de que el problema ambiental era sobre todo por las prácticas tradicionales de campesinos y de los grupos poblacionales más pobres, en la exposición de Massera Cerutti destaca la creatividad de los ingenieros sin título en las innovaciones ecotecnológicas –que asimismo edifican casas sin el consejo profesional de arquitectos-, como fue señalado por el propio expositor y que, si nos sumergimos en las experiencias del movimiento urbano popular, tan importante en la décadas de los setentas y ochentas del siglo pasado, encontramos evidencias de un conjunto de experimentos sociales que son parte del sustento y cohesión para muchas prácticas colectivas de transformación social. Conocimiento social generado en condiciones históricas de construcción identitaria y autogestión.
No nos alejamos de los desafíos presentes en el mundo moderno, por ejemplo, la pertinencia de pensar en qué conocer, cuál es su importancia, y en dónde modificar la malla curricular. ¿Cómo demostrar desde lo teórico la necesidad de la transversalidad de lo ambiental en el conjunto de disciplinas científicas, dando una oportunidad a la complejidad? Esto conlleva, señalan colegas de redes desde la economía social y solidaria, en pensar en la educación como preparación para la vida, sin que ocupe un lugar de relieve el diploma; en consecuencia, indican, retomar “esos valores que nos inculcan desde la comunidad, el respeto, el trabajo solidario y el amor por la vida; hoy pareciera que nos preparan académicamente para vendernos al mejor postor […] Urge reflexionar entonces la forma en que las comunidades nos forman a la vida y reflexionar cómo la escuela hoy en día nos prepara para migrar y ser indiferentes a la realidad” (Lola Cendales, sobre el papel de la Sistematización de Experiencias y la Investigación Acción Participativa).
La destrucción de las condiciones objetivas para amplios segmentos poblacionales se ha constituido en condición necesaria para dar una respuesta a la erosión de la cohesión social y de la destrucción de nuestra casa. Son expresión de la socialización del trabajo, no aventuras individuales. Un repertorio de respuestas ecotecnológicas frente a la destrucción del capital.
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