Alejandro Espinosa Yáñez

Los 45 días que sacudieron al “peluca Milei”

Alejandro Espinosa Yáñe
28/01/2024 |01:32
Alejandro Espinosa Yáñez
Autor de opiniónVer perfil

Bajo el lema “La Patria no se vende”, se realizó en Argentina el paro (y mitin) –primera huelga general desde 2019-, en contra de las políticas que pretende instrumentar Javier Milei (24/01/2024). Algunas voces señalaban que era muy temprana la protesta, pero del otro lado, juntando las voces, lo que se decía es que el hambre no espera (dice una canción popular mexicana que “el hambre es canija, pero más el que la aguanta”), la salud tampoco; tampoco espera el contar con un espacio para el resguardo (en la dimensión micro la casa, en la grande, parafraseando a María Elena Walsh, para dar reparo al desarraigo del corazón). La luna de miel de los primeros días de gobierno llegó a su fin tempranamente, al mismo tiempo que se aprecia una baja popularidad del presidente.

Recorramos brevemente algunos detalles. El día de la asunción presidencial, la forma de plantarse de Milei, dando la espalda al Congreso, manifestando con ello el sentido autócrata que impulsaría desde el comienzo (es consecuente, no ha fallado). No es un dato menor. Como señalaba Jean François Chanlat, respecto a que el ser humano es un ser simbólico, en ese gesto se sintetizaba la dimensión simbólica a desplegar en la acción de gobierno. Recordemos las palabras de Chanlat: “La dimensión simbólica es consustancial a la idea misma de humanidad. Fabricante de sentido y productor de símbolos, el ser humano se distingue así del resto del mundo viviente”. Llenemos este argumento con la fotografía de Milei en ese momento de desprecio al poder legislativo, en la lectura e impacto que deseaba conformar. La gesticulación, las palabras, la construcción del escenario, como mensaje claro.

Con apenas 48 horas como presidente, Luis Caputo, ministro de Economía, hombre de Macri y de las corporaciones (y que se mueve con naturalidad en el Fondo Monetario Internacional), presentaba diez “medidas de emergencia”, con el fin de encarar los problemas económicos que viene arrastrando la Argentina (la más notable y golpeadora en los bolsillos populares, la devaluación acelerada del peso, que perdía frente al dólar la mitad de su valor en un solo día. ¡Pero atención, no todos los bolsillos han sufrido el colapso, hay billeteras que no manifiestan pérdidas!).

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Vendría después el Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU). Establecido en la reforma constitucional de 1994, artículo 99 inciso 3, esta herramienta jurídica le otorga al presidente la posibilidad de legislar en situaciones extraordinarias, pero el tamaño del Decreto, todo lo que se aborda, es realmente una reforma de Estado –mezclando infinidad de asuntos, muchos de ellos que no pueden ser valorados desde las órbitas jurídica, económica o política como urgentes-, tratando además de dar un madruguete al poder legislativo, a ese que estaba en sus espaldas en el momento de la asunción presidencial. El DNU alude a 366 artículos, y en lo económico se plantea una declaración de emergencia por dos años: “la emergencia pública en materia económica, financiera, fiscal, previsional, de seguridad, defensa, tarifaria, energética, sanitaria, administrativa y social hasta el 31 de diciembre de 2025”, con posibilidades de prórroga por dos años más (recordemos que el período presidencial en Argentina es de cuatro años, y que puede haber reelección, si se gana, por supuesto). Es decir, en los hechos, Milei, que no ha demostrado tener respeto para el resto de los poderes, en particular para el Legislativo, podría legislar sin el parlamento durante todo el período de gobierno. Más que Milei, el delirio de sentirse para los argentinos mi rey. No es ilegal su uso (del DNU), aquí lo que se pone en escena es el abuso para gobernar sin ningún límite, sin marcos de regulación democrática (como decíamos líneas arriba, Milei es consistente, jamás se manifestó a favor de la democracia, en los hechos se prueba a diario).

Pero aún hay más. Vendrá el proyecto de ley Ómnibus. Hasta el momento se han presentado problemas y traspiés. Se aprobó por integrantes de las comisiones de Presupuesto, Legislación General y Asuntos Constitucionales, que por cierto desbancaron sin ningún reparo a fuerzas políticas que deberían haber encabezado las comisiones, por los resultados electorales en que se definió la representación en el Congreso, pero las alianzas bajunas lograron su cometido. Pero no todo es miel sobre hojuelas en lo que acontece en el poder legislativo, pues el proyecto hasta el momento recibió el apoyo de 55 legisladores, en tanto 34 legisladores expresaron desacuerdo parcial (nudo que no está resuelto), con un voto menor de los diputados del justicialismo y de la izquierda. Frente a este panorama, Manuel Adorni, vocero presidencial (que no se limita a ser vocero, pues es harto común su maltrato y ninguneo al gremio de los periodistas) señalaba, seguramente repitiendo el desiderátum de Milei, de que si “no se aprueba” el proyecto de ley ómnibus, el Gobierno procederá a "revisar las partidas que se le dan a las provincias". Son de tal magnitud los problemas que el ministro de Economía, Luis Caputo, anunció que por la falta de consensos el gobierno quita el capítulo fiscal de la ley ómnibus, a saber, de acuerdo a información pública: Blanqueo de capitales y moratoria; Adelanto de bienes personales; Retenciones; Cambios en la fórmula de movilidad jubilatoria. Desde la oposición no se festeja este hecho, señalando que puede ser una trampa o bien que se puede a través de decretos avanzar en materia fiscal.

En fin, sin paradojas, el paro generó movimiento, respuestas y, como siempre, lecturas poco objetivas: poca gente en la calle, las actividades se realizaron como en lo cotidiano, reduciendo los alcances de una movilización nacional, multitudinaria, que generó una lectura de irritación para Milei, incapaz de aceptar el no, el rechazo (al menos es la sensación que ha dejado desde sus apariciones públicas en la radio, la tv y ahora en su incursión como “casta”).

Entre los resultados incómodos, destaca lo que el Gobierno nacional confirmó: Javier Milei pidió la renuncia del ministro de Infraestructura, Guillermo Ferraro, y dispuso que esa cartera pase a ser una secretaría. Con poderes amplios, asume la tarea Luis Caputo, al tiempo que anunciaba que el Presidente (y sus circunstancias, agrego) resolvió retirar de la Ley Ómnibus el capítulo fiscal.

La salida de Ferraro se dio luego de que se lo señalara como el culpable de filtrar una violenta frase de Milei durante la reunión de Gabinete. "Los voy a dejar sin un peso, los voy a fundir a todos”. Ferraro, más allá de su indiscreción (para la vida política argentina importante, pues desnuda al dictador), fue sancionado, pero en ningún momento se señaló que era una falsedad, es decir, la advertencia existe, y es parte de las extorsiones y aprietes del gobierno para lograr sus fines. Re-conocer a Milei en su agresividad y falta de amor al pueblo argentino puede ser algo necesario para ir quitando las capas de ilusiones que muchos de sus partidarios se hicieron por la llegada a la presidencia del libertario. El mismo Milei avanza en este camino.

Otro hecho que seguramente le irritó a Milei fue la posición de Naciones Unidas, al señalar que el protocolo anti-marchas diseñado por Patricia Bullrich, la ministra de Seguridad (ex candidata a la presidencia, del grupo de Macri, y dispuesta a todo para seguir siendo parte de la escena política), es incompatible con los estándares internacionales, incluso abarcando en esto la ley Ómnibus, al tocar al capítulo de Seguridad: “El derecho a la reunión pacífica, junto con otros derechos conexos, constituye el fundamento mínimo de un sistema de gobierno participativo basado en la democracia, los derechos humanos, el respeto de la ley y el pluralismo”, se afirmó tajantemente por los representantes de Naciones Unidas, con el corolario de que no se impongan “restricciones indebidas al derecho a la libertad de reunión pacífica”. De nuevo, la democracia restringida.

Otro desperfilamiento laboral fue el que vivió el representante de las obras sociales, de la Superintendencia de Servicios de Salud, Enrique Rodríguez Chiantore, despedido sin protocolo alguno, simplemente con un mensaje de whats, como consecuencia, pero también aprovechada, por Milei para poner a un ex gerente cercano al sector privado, en particular a las empresas de medicina privada. El despedido, que ocupaba un puesto clave en el mundo gremial, al regular obras sociales y prepagas, comentó con indignación: “Nunca vi algo así. Fue bestial. Ellos creen que esta metodología los exhibe poderosos” (en los años dos mil era común que se despidiera a trabajadores de las fábricas y empresas a través de telegramas, no es algo inédito en la historia laboral argentina).

No podemos cerrar este artículo sin referirnos a la posición de Milei frente al presidente colombiano, Gustavo Petro: es un "comunista asesino". Frente al disenso, la diferencia, la autonomía, lo que nace desde el fondo del alma de Milei es la descalificación. Por supuesto que Petro, como el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, fueron y son muy críticos de Milei, con afectación, sin ingenuidades, en las relaciones internacionales. En la discusión latinoamericana, el senador colombiano Gustavo Bolívar señalaba que "El comentario podría resbalar, pero Milei no es un payaso de derecha cualquiera. Es un jefe de Estado, cuyas palabras tienen alcance internacional". Por su parte Ernesto Semper, ex presidente colombiano, cuestionó los pronunciamientos de Milei, subrayando que con la polarización ideológica de Milei, lo que promueve es la exclusión: es un enemigo de la integración.

Quedémonos en la memoria con las palabras de que “Los voy a dejar sin un peso, los voy a fundir a todos” (Milei dixit). A un ministro le costó el puesto repetirlo; a los habitantes de un país, grabarlo en la memoria y accionar en contra, puede contribuir a evitar la operación gubernamental de fundir al que marcha, desde el discurso autócrata unilateral, en la acera contraria.

(Profesor UAM)